Presentación del encuentro poético 'Pastoesía'

Presentación del encuentro poético 'Pastoesía'

Hizo presencia el escritor Héctor Arturo Gómez Martínez. Fue el encargado de despertar la sensibilidad de los asistentes

Por: HECTOR ARTURO GOMEZ MARTINEZ
diciembre 16, 2015
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Presentación del encuentro poético 'Pastoesía'

Se llevó a cabo en Pasto el Encuentro Poético PASTOESIA, realizado el pasado 10 de los corrientes en recintos históricos de la Universidad de Nariño. El evento, que contó con nutrida y selecta asistencia, tuvo la presentación por parte del escritor y poeta Héctor Arturo Gómez Martínez, quien la realizó en los siguientes términos, mismos que pueden convocar la sensibilidad de cualquier sociedad en estos tiempos, como llamado al reencuentro con la palabra que transforma en mejor la integralidad de las actitudes.

No resulta extraño que ahora en diciembre se haya convocado este certamen del reencuentro alrededor de la poesía. Diciembre, es un mes idóneo para agrupar las amistades, para viajar de donde sea en busca del núcleo familiar o del nido de donde procedemos, para desempolvar las mejores recetas y postres brindadas a propios e invitados, para estrechar en un abrazo o un apretón de manos incluso al conocido con quien se mantenían diferencias que el embrujo de una noche de novena no sea capaz de diluir y perdonar, e incluso, para hacer promesas y desafíos muchas veces elocuentes, buscando consolidar los propósitos que el paso del tiempo había menguado.

Y es que estamos aquí en esta noche renovada, no solo aquellos que inician el recorrido por las variadas estaciones de la vida, sino también quienes ya entrecruzados con su primavera, observan cómo el paso del tiempo los va alejando cada día más de aquellas expectantes juventudes.

Pero lo que más llama la atención, es ver de nuevo, -incluso después de mucho tiempo-, a aquellos que de frente al otoño de la vida o marchando firmes con él sobre los hombros, continuamos empecinados en aquella ilusión que hace ya décadas nos ponía a soñar con nuestros propios ideales, y con las perspectivas de un triunfo individual capaz acaso de transformar al mundo.

Estamos aquí en calidad de veteranos, casi sin darnos cuenta, los muchachos de entonces que nutridos de metáforas frente al desafío de las páginas en blanco, emprendíamos el empeño editorial de fundar y sostener publicaciones sin comas o sin puntos, que marcharan por el correo de los vientos a nutrir los corazones de lectores que esperaban su llegada, como el polvillo nacido de poderosos volcanes, que erupcionaban la palabra entreverándola en el resplandor de la ceniza.

Y pasadas unas décadas desde aquellos emprendimientos iniciales, vemos con satisfacción que los representantes de una generación de creadores, acude otra vez al llamado para indicar que estamos vivos, que la palabra continúa fomentando la odisea de las insatisfacciones; que hemos insistido en la locura de ganarle al tiempo unas estrofas o algunos párrafos en los que está la vida; que a pesar de tantos distractores, la artesanía de la palabra le ha ganado la partida al infortunio.

Es posible que ahora en la mitad de algunas reflexiones interiores, alguno de nosotros, o todos, nos preguntemos sobre la eficacia del propósito y los alcances de la meta establecida. Quizá ante los ojos más pragmáticos sólo hayamos alcanzado la soledad que siempre nos rodea, y la importante compañía de nuestro perro. Quizá en la evaluación de la existencia conozcamos la volatilidad de la fortuna, y todas las cicatrices dejadas por la lucha en pos de aquello que nos daría la subsistencia. Tal vez al observar nuestros alcances, veamos plenamente todo el tiempo transcurrido, y el vacío de las ausencias que quizá en otras sendas no hubieran sucedido, ni hubieran dejado para siempre nuestro corazón en ascuas. Acaso evoquemos que de no haber nacido con el punzón de las letras atormentando en el cerebro, estaríamos ahora en la reunión anual de alguna Bolsa de Valores, visualizando nuestra cosecha de empresarios, o de políticos inútiles pero reconocidos y custodiados por sus guardaespaldas.

Pero, en cambio, modificadas algunas actitudes y con nuevos rasgos de madurez en nuestro físico, nos encontramos otra vez a la vuelta de los años para saber que seguimos escribiendo. Que seguimos incurriendo en la palabra sin la determinación específica que indicarían las razones, pero siempre aferrados al mástil de un velero que nos lleva y nos conduce por senderos impensables.

Porque esta labor no puede ser vista solo con los ojos de la lógica, sino con la mirada de perfiles infinitos que encuentran el placer donde pocos lo han buscado. El de contar, en el ocaso de la vida que siempre espera y que para algunos comienza, con una buena cantidad de imágenes idóneas, capaces de crear o trascender el mundo que la realidad siempre ha negado.
Porque hemos decidido sin saberlo o quizá sabiéndolo ‘’... Escribir para forjarse o reafirmarse en las creencias, para no desentenderse del mundo y sus circunstancias, para atrapar la belleza de un ocaso o de una tarde en la playa, para conmoverse ante el llanto de un niño o el vuelo de un ave, o denunciar la podredumbre de los desequilibrios que maltratan y atropellan. Pensamos que alguna vez, quizá la palabra sea reconocida por una voz que a su presencia se transforme, o al menos ilustre el camino que marque la actitud ante las decisiones.

Porque ‘’…Escribir es la manera de forjar el sueño de otra existencia. Es abrir un hoyo en el espacio para lanzar un grito, y colgarse sin tiempo de un rondador de nubes que irradie las palabras para mover al mundo. Hay tantas cosas por decir; tantas limitaciones soportadas con fervor de estoicos sobre la ruta de las cordilleras; tantos hechos por contar, situaciones que aclarar, sentimientos que mostrar, opiniones que inducir, sucesos que pasan y se pierden en algún cajón de la memoria, que deben atraparse pronto para que no se olviden intentando ser el cronista de la época como decía alguna vez un buen Poeta.

En cada hombre subsiste una historia y en cada pueblo vive una leyenda. En cada casa se enseñorea el esfuerzo de una lucha, y cada logro es la suma combinada del humor y la tragedia. La Historia está llena de guerreros y epopeyas, de esplendor y aureolas blancas, de feudos y territorios conquistados, de santos y de mártires, de libros condescendientes o de palabras incendiarias.

Por eso debemos hablar de todo ello, insistir, tal vez se logre; contar las vivencias, remover sentimientos... vendrá la reflexión; describir circunstancias, lanzar opiniones, generar una corriente que active las fuerzas interiores con las cuales tarde o temprano podamos transformarnos. Contar lo visto; entrar en contacto con quienes cruzan el camino, aprender: todo lo que se pueda; extralimitar las deficiencias para inducir las circunstancias, el cómo, cuándo, por qué, para qué de cada hecho, impedir el desconsuelo de una indiferencia que no abarcó la vida, ni supo de la pasión con la cual asumir cada instante.

Por eso queremos informar de los sucesos, de lo visto, de lo conocido. No perderse en un acontecer inmodificable. Interesarse por aquellos personajes de villorrios escondidos que vuelven realidad la magia y el humor irónico de lo desconocido; describir el silencio conforme, la resignación, y la lealtad a los principios arraigados con razón o sin ella en la actitud y la idiosincrasia de la gente. Así despierta la sensibilidad, girasol tierno; se impregna de alternativas, fantasmas, pensamientos, consignas que acosan la existencia, debiendo recurrir a la imaginación, como a una puerta de entrada y de salida a otro universo donde se hace alfarería con las palabras, y se establece un reino de justicia o de reivindicaciones, o se elaboran mares sin agua, y flores sin pétalos, y soles que acarician lomos grises cuando la nostalgia invade el horizonte.

Escribir: por afán de comunicación o por refugio en el anonimato. Por ansias de amistad o por la certidumbre de una soledad incuestionable. Por el eco de un terreno donde la voz sea semilla, o por la certeza de que pese a la intención, nadie habrá de leer ni escuchar nada de lo que se ha expuesto. Escribir para vivir los doscientos años a que aspira la conciencia, o por saber que aunque el espíritu allá adentro continúa sonriendo, el cuerpo demuestra y predice sus limitaciones y su temporalidad. Escribir para pensar que en la soledad una voz puede resonar más fuerte, o por encontrar que el desierto puede ahogar hasta el más tenaz y sólido rugido. Escribir para conocer y traspasar todas las limitaciones y fronteras, o por estar destinado a sucumbir en la premonitoria silla hecha de impotencia y de silencios. Escribir para lograr la utopía de la vida que busca hacer del mundo una casa enorme pletórica de afectos y esperanzas, o por saber que aun cuando los hombres persigan el devenir en calma, siempre habrá un loco arriba que apriete fatales botones; escribir por la convicción de que llegar al final debe ser una consecuencia de las realizaciones en una existencia útil, o por descubrir que intentar diez mil veces mil es otra manera de que transcurra el tiempo sin que nadie se dé cuenta. Por fomentar la intrepidez de quien señala derroteros a la vida, o por vencer el temor de quien se atreve a cuestionarla. Por ganar la totalidad de los amigos, o por sentir el aislamiento otorgado a quienes han hundido un alfiler en la apatía o en el afán de destrucción.

Escribir por todo o por nada. Por haber ganado o perdido. Por estar despierto o dormido. Por gozar o sufrir con las circunstancias. Por mirar facetas que no pueden tolerarse, o porque la pasividad quiso forjar el motor de la acción y la palabra. Porque la elocuencia puede acompañar unos instantes, o porque el mutismo empuja a establecer la ruptura de ese cerco doloroso. Porque el afecto rodea a veces, o porque la desolación se alberga en el alma. Sí, escribir por todo eso. O por nada. Al fin de cuentas sin encontrar una razón evidente, están aquí estos todos estos registros, buscando con ahínco el imán de alguien que escuche... ‘’

Por todos estos argumentos hemos incurrido en la escritura y hemos convivido con la acción de la metáfora.

Ahora, en medio de este diciembre y este mundo atormentado, la esperanza en la poesía está otra vez de fiesta.
No queda más sino darle inicio a este encuentro, y en medio de sus propias y particulares vicisitudes, darle honra y bienvenida a los poetas.

¡Que sigan adelante!

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