Ponerse colorado…

Ponerse colorado…

… es enfrentarse a la exposición de fotografías que muestran el horror y la crueldad del conflicto armado que ha vivido Colombia: El Testigo

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
diciembre 19, 2019
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Ponerse colorado…
Foto: Manuel Tiberio Bermúdez

Quien quiera conocer un poco más sobre la demencia y la crueldad de esta guerra que ha vivido el país, pero también la ansiedad de la esperanza, debe asistir a la exposición de Jesús Abad Colorado, que por estos días está colgada en El Museo de Arte La Tertulia, en la ciudad de Cali. Bajo el título de El Testigo se exhiben unas 500 fotografías que retratan el desangre, el desplazamiento, la brutalidad de la guerra de la que ha sido víctima Colombia.

La muestra estará abierta al público hasta el 12 de enero de 2020 y “narra la esperanza y resistencia de personas que nos enseñan el camino hacia la reconciliación, invitándonos a dejar la indiferencia para transformarnos como país”, según lo anuncia el museo. “Son fotografías tomadas entre 1992 y el 2019, testimonio visual de más de 27 años de trabajo de este fotógrafo y periodista del conflicto armado colombiano”, según dice la reseña.

Abad Colorado es un fotógrafo que con su cámara a cuestas se metió por todos las sinuosidades de la geografía colombiana: San José de Apartadó; Vigía del Fuerte; La Gabarra; Machuca; Tarazá; Granada; San Francisco; Quibdó; Bucaramanga; Serranía de San Lucas; Cocorná; Marinilla; Bojayá; Dabeiba; Yolombó; Mutatá, entre otros, son puntos que señalan el dolor, el desarraigo, la huida, la muerte.

Mediante imágenes que impactan, que duelen, las fotos de Abad nos muestran ese destrozo, entre colombianos con apodos distintos: paramilitares, guerrilleros, policías, soldados, que aun no termina y que ha dejado sequedad en el alma por tanto llanto derramado.

Abad Colorado, es un periodista que sin ínfulas ni protagonismos, se dio a la tarea de registrar momentos únicos y dolorosos en lugares a los cuales muchos no se atrevieron a llegar para testimoniar instantes que nos dejan con el alma en sufrimiento.

Del trabajo que presenta, Abad Colorado ha dicho: “Soy periodista, soy fotógrafo y durante muchos años he utilizado las salas de exposición como una forma de narrar la historia de lo que nos ha pasado, en una sociedad a la que le da vergüenza mirarse en ese espejo roto que nos ha dejado la guerra. Hago imágenes con sentido de memoria no para guardar en un archivo de prensa; son fotografías sencillas, pero dignas y hechas a pie, como se hace el periodismo, y por eso tienen nombre y tienen rostro, para que podamos entender que ese dolor también debería ser el mío, que nuestra responsabilidad también es ayudar a solucionar esa historia trágica que ha ocurrido en el país”.

Pocos entenderán el valor de este testimonio gráfico, y uno, observando las fotos, imagina, quizá sin lograr dimensionar, todo lo que el periodista arriesgó, el sufrimiento que vivió, los sentimientos que experimentó en cada lugar, el cómo dolería al periodista cada vez que llevaba su cámara a los ojos para enmarcar ese soplo de espanto que es el instante en que hizo la foto.

Ponerse Colorado es situarse al frente de las fotos, es tratar también de descifrar la dolorosa jornada de tantos años vividos por el autor del trabajo. Y uno siente, en ese espacio en el que se exhiben las fotografías, que nadie quiere hablar, que los espectadores no quieren comentarios, y por eso, los visitantes tienen una actitud de oración.

Las fotos dicen, cuentan, señalan, muestran la crudeza del dolor, enseñan la angustia de los rostros y las miradas abatidas, nos avientan, a los espectadores, esos momentos de crueldad y entonces no atinamos a comprender la fiereza y la crueldad de la que somos capaces los seres humanos.

Todo se vuelve imagen en esa caverna blanca que son los salones del Museo. No importa la luz que ilumina las fotos, todo parece oscuro y triste, todo es dolor compartido y parecería que quien observa la exposición fuera transportado a esos lugares en los que la muerte, el desplazamiento, la angustia, quitó la alegría de los rostros y llenó de llanto los ojos de seres anónimos que desde las fotografías miran al espectador. Son fotos en blanco y negro porque: "Creo que es más respetuoso. El color agrede en situaciones de violencia. El blanco y negro le da más carácter de documento, de duelo", ha dicho el fotógrafo en algunos medios.

No hay una pizca de esperanza en ninguno de los rostros fotografiados, todos transmiten una actitud de recogimiento que conmueve, una sensación de vació que espanta, es como si todas esas miradas imploraran que ese horror no se repita.

Afuera del Museo, la ciudad, lejana e indiferente, corre, grita, celebra en música que estamos en el mes más bullicioso del año; mientras adentro, la exposición El Testigo muestra esa otra Colombia que ha sufrido y en la que la vida de la patria es un testimonio doloroso que recogió la cámara de Jesús Abad Colorado, muy seguramente en la esperanza de que esto no vuelva a suceder, pero sobre todo es un ejercicio para que la memoria no olvide.

Para entender nuestra historia, hay que ponerse Colorado…

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