Petro no será presidente

Petro no será presidente

"Evidentemente no veo el futuro, pero la historia de Colombia y el momento político que atraviesa nuestro país nos ofrecen una serie de herramientas que están al alcance"

Por: Andrea Vallejo Rincón
marzo 06, 2018
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Petro no será presidente
Foto: AP

Así, sin más preámbulo y sin anestesia se lo suelto. De hecho, Petro tendrá mucha suerte si llega a pasar de la primera vuelta. Si usted tiene miedo a que le expropien su terruño se puede relajar, pero si usted le apuesta al proyecto de la Colombia Humana, regáleme cinco minutos antes de llamarme uribista o nihilista, derrotista o trotskista.

Evidentemente no veo el futuro, pero la historia de Colombia y el momento político que atraviesa nuestro país nos ofrecen una serie de herramientas que están al alcance y disposición de cualquiera. Vamos a ello:

En primer lugar, quienes han llevado a lo largo de nuestra vida republicana las riendas del país no van a ceder un centímetro de su poder. El desarrollo del acuerdo de paz firmado con las FARC es buena muestra de ello: no hubo curules para las víctimas, no se ha entregado terrenos a los campesinos sin tierra, miles de excombatientes siguen presos y, para completar, el Estado no los dota de las garantías mínimas para el desarrollo de su política legal. Esto nos lleva de manera ineludible al segundo punto.

En Colombia la vida no vale nada. Pero vale aún menos la vida de los defensores de derechos humanos, de los líderes sociales y de los dirigentes o militantes de base de izquierda. Y Petro no sería el primero ni el último al que callarían con balas. Por supuesto, esperemos que no suceda, pero lo que en cualquier país resulta impensable, en Colombia es perfectamente factible. Puro realismo mágico. ¿Cuántos líderes sociales y cuántos exguerrilleros de las FARC han sido asesinados desde la firma del acuerdo?

En tercer lugar, resulta ingenuo pensar que el país que le dijo no a la paz el 2 de octubre del 2016 vaya a ser el mismo que ponga en la presidencia de la República a un exguerrillero. A esto hay que sumarle que recientemente la encuesta de Cifras & Conceptos revela que la mayor preocupación de los colombianos es convertirse en otra Venezuela, frente a otras cuestiones como la economía del país, la salud, la seguridad o el desempleo. Claro que Petro ha sido listo en este aspecto y ha sabido desvincularse de manera clara del fantasma bolivariano, pero esto no es suficiente en un país en el que el castrochavismo es el mantra diario de medios de comunicación mediocres y políticos mentirosos.

Como cuarto elemento tenemos, a la vuelta de la esquina, las elecciones al Congreso. Sin un legislativo a favor se complica la tarea del ejecutivo, y las elecciones del 2014 y 2010 nos dejaron una participación del 43% y 44% respectivamente. Cabría preguntarse si un parlamento al que no elige ni la mitad de la población representa realmente la voluntad del pueblo colombiano, pero la cuestión aquí es la siguiente: ¿podrá la lista de los Decentes, la que apoya Gustavo Petro, llegar siquiera a tener un 20% de las curules del Senado y la Cámara? Lamentablemente, dudo que el trabajo incansable de cientos de muchachos que le están metiendo el hombro a ese proyecto pueda competir contra la maquinaria de los grandes partidos del país. ¡Ah, y súmele a estos las curules de la Fuerza del Común! Diez congresistas que ya tienen su curul pero que muy seguramente no obtendrán ni la mitad de los votos necesarios para investirse como honorables senadores o representantes. O sea, diez congresistas que están por encima de la voluntad de los electores. Así no es, camaradas. Así no es.

Y todo lo anterior nos lleva a la cuestión final: es imposible ganarles jugando a su propio juego. Ellos tienen la experiencia, son leguleyos, se saben todas las mañas y no tienen ningún problema en cambiar las reglas del juego. Las diversas experiencias progresistas en América Latina, así como en otros lugares del globo, nos recuerdan esto de manera sistemática. En el caso particular de los comunistas, que hacen parte de la lista de la Decencia, está claro que observan la contienda electoral como una cuestión táctica, y hacen bien. Lo que no se puede hacer, sin embargo, es ilusionar a la gente, articular esa ilusión y luego no hacerse responsable de las consecuencias y la frustración que ello conlleva. Claro, el militante comunista es consciente de ello, ¿pero y el que no milita?

Veremos qué puede hacer una persona que mueve tantas pasiones como Petro: amado y odiado, profundamente criticado por una izquierda que ahora se sube a su carro, intachable en su labor legislativa pero también un oligofrénico que habla de sí mismo en primera persona, cual César romano o Chávez venezolano. De antemano yo los exhorto a no ilusionarse.

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