Parte de tranquilidad
Opinión

Parte de tranquilidad

Lo que se ganó con la firma

Por:
septiembre 29, 2016
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Salí corriendo de una reunión para sentarme frente a la televisión el día lunes veintiséis de septiembre para desde las cuatro de la tarde observar de primera mano y, en directo, la firma del acuerdo final con la subversión, léase Farc-EP, por parte del Estado Colombiano, en manos del señor presidente de la República.

Y, luego de escuchar al señor Rodrigo Londoño, conocido hasta hoy como Timoleón Jiménez o Timochenko, llego a unas provisionales conclusiones: (i) no cede sobre el modelo de Estado, económico y de poder; (ii) quiere llevar un mensaje de tranquilidad al pueblo, a la, según él, población vulnerable; (iii) quiere hacer política sin violencia; y, (iv) se observa, como vehículo de poder, es decir, partido político. Mejor dicho, se comportó como líder político, como dueño de posibilidad de acceso al poder, como fórmula. Qué bueno.

Lo más importante de su discurso, sin duda, hay que reconocerlo, fue el hecho, obvio, pero no tan obvio para ellos, de pedir perdón a las víctimas: “En nombre de las FARC-EP pido sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”. Excelente. Necesario. Válido.

Un presidente de la República en campaña por el Sí al plebiscito: es su iniciativa y, por ello, no se le puede criticar; que invita a las Farc-EP a la democracia; pero al mismo tiempo, empujando a la opinión por el Sí, ante la antinomia de la guerra; ello sí es criticable, pues la posibilidad del No también es legítima, legal y, por supuesto, postura que es factible observar como opción; él mismo, el presidente fue quien se comprometió a la refrendación, entonces no es posible condenar o excluir ‘el No’; y, además, lo vimos en cierre de campaña. Conmovedor.

Una puesta en escena del todo predecible: los colores, el paso a paso del acto, el acompañamiento, los aviones, las luces aéreas, la simbología; en fin, un acto de protocolo y destinación internacional. Así es el panorama, casi que normal.

Las Farc- EP desde esta fecha y,
creo que para siempre,
son un aparato-partido- político más. Qué bueno

Pero lo que es indiscutible y, se debe resaltar, con mayúsculas y negrillas, es que las Farc- EP desde esta fecha y, creo que para siempre, son un aparato-partido- político más. Qué bueno.

Miren ustedes, señoras y señores: se comprometieron, independientemente del resultado del plebiscito, pues ese fue el contenido de lo observado y vivido en el acto del veintiséis. Nada en los discursos se condicionó al resultado del dos de octubre. Es su propósito participar en la política, con discursos, como cualquier otro partido político o vehículo de poder. Se comprometieron a hacer las reformas y debatir la visión de Estado, de gobierno, el aspecto político en sí mismo considerado, sus posturas sobre el tema económico y, la forma de sistema de poder. En fin, la lucha ideológica por el poder.

Vamos a ver si el discurso del señor Rodrigo Londoño y, de los suyos, que son tan diversos a los nuestros, pero que, por supuesto, pueden convivir en democracia, tienen el aplauso en las urnas; si ello es así, como lo ordena la democracia, esas ideas y sus hombres gobernarán; ningún miedo debe producir lo que la democracia permite. La historia y las elecciones lo dirán.

Ese propósito fue el aprobado, además, por la X conferencia de las Farc-EP llevada a cabo recientemente; ¿cuál propósito? Pues el convertirse en interlocutor político. Así las cosas, frente a propios y a ajenos, las Farc-EP, ya no son subversión sino contendientes frente a las urnas y, lógicamente, por el poder. Pasan a la lucha no violenta, es decir, a la democrática.

¿Volver a la guerra? Imposible. Ese paso es imposible de dar; la suerte política, como partido político, se inició el veintiséis; volver a la guerra? Sería, ese sí,  el más grave incumplimiento que pudieran cometer las Farc-EP; nadie lo entendería, todos los condenarían y, en verdad, sería una ofensa internacional; allá está el aval.

De manera que, si el compromiso de la firma no está condicionado al resultado del plebiscito del domingo dos de octubre, vote usted por el Sí o por el No; la firma del veintiséis dio parte de tranquilidad.  En hora buena la decisión del plebiscito es libre, sin miedo, un querer del propio poder: el suyo.

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