Nuestra patria paga para que la usen, para que le extraigan sus recursos

Nuestra patria paga para que la usen, para que le extraigan sus recursos

"Sin el más mínimo asomo de dignidad, se ofrece y ofrece sus más íntimos y profundos tesoros. No cobra por ellos"

Por: Jorge Alberto López
noviembre 21, 2017
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Nuestra patria paga para que la usen, para que le extraigan sus recursos

En un seminario organizado hace varios años por la Contraloría General de República bajo el nombre de evaluación de políticas públicas se presentó un grupo de funcionarios de Chile, quienes contaron algunas de las particularidades del modelo minero de ese país.

Importante, dentro del modelo chileno, el énfasis que se hace sobre los costos de mitigación de los efectos adversos que la minería siempre tiene y el fondeo de los recursos para atender los efectos de cierre de las operaciones mineras, que tiene que asumir el explotador, no los habitantes o las entidades estatales.

Escuchándolos y comparando su modelo con lo que se observa por estos lares, no pude menos que recrear una historia, cierta por cierto, y encontrar unas asociaciones y similitudes que duelen. Y pertinente ante la opacidad y seguramente los efectos irresponsables que seguramente se presentarán con el reciente asunto de la “venta de Saturbán” a intereses de los arabes y de cualquiera de los negocios mineros que se conocen y los que desconoce la opinión pública.

¿Recuerdan ustedes la historia de Dania, aquella señorita que protagonizó un escándalo en Cartagena cuando algunos agentes del servicio secreto de Estados Unidos se negaron a pagarle sus servicios personales?

En su momento ella comentaba que no podía tachársele de prostituta. Que ella cobraba y que por tanto era una profesional. Que prostituta era aquella que se daba sin cobrar…

Esta reseña, debido a que encuentro cierta asociación de ese tema con el caso de una conocida, a quien amo.

Esta conocida, una mujer bonita, con un buen patrimonio, recursos suficientes, a quien muchos hombres quisieran que los quisiera, por razones que no se alcanzan a comprender, creyó que era poco agraciada, siendo por el contrario dolorosamente hermosa, para esos muchos que hubiesen querido que ella los quisiera.

Al creerse que no podía ser querida, llegó al extremo de pagar para que la quisieran.

Puede uno preguntarse ¿qué hizo que esa bella dama, deseable, buen partido para cualquiera, la llevara a esa condición?

¿Qué hizo que pagara para obtener algo que hubiese podido conseguir sin mayor esfuerzo: que la quisieran?

Y retomando la clasificación que hacía Dania, ¿cómo podría catalogársele, a la bella dama, que solamente no cobraba, sino que por el contrario pagó (y sigue pagando) para que la quisieran?

Esa bella dama, señoras y señores, es una conocida mía y de ustedes.

Es Colombia.

Ella, nuestra patria, paga para que la usen. Paga para que le extraigan sus recursos.  Paga para que la quieran.

Sin el más mínimo asomo de dignidad, se ofrece y ofrece sus más íntimos y profundos tesoros. No cobra por ellos. No cobra por su cariño. Paga para que la usen. Paga para que la exploten, Paga para que la quieran. Y para que finalmente la abandonen dejándole las sobras, la inmundicia, los desechos y sin su riqueza.

Si Chile es profesional (como Dania), ¿qué o mejor quiénes ha(n) conducido a que nuestra bonita señora sea menos que una prostituta?

Triste es, pero cierto es.

Buen día, buena jornada.

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