Definir o acabar las masacres: ¿qué es más importante?

Definir o acabar las masacres: ¿qué es más importante? 

Aunque este fenómeno violento no es exclusivo de nuestro país, sí se ha hecho notorio de nuevo por cuenta de los últimos acontecimientos. Una perspectiva al respecto

Por: Orlando Solano Bárcenas
agosto 26, 2020
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Definir o acabar las masacres: ¿qué es más importante? 
Foto: PxHere

Desde el período colonial el fenómeno “masacre” ha sido común en la historia de Colombia y seguramente lo fue entre las diferentes tribus desde antes de la llegada de los españoles. Las hubo durante La Violencia y desde 1980 nunca se han ido. Peor, han aumentado. Recientemente se ha planteado una querella sobre el concepto y la definición.

Mientras se discute con pasión de escuelas, varias se han ido sumando a las de, por ejemplo, El Aro (octubre de 1997); San José de Apartadó (febrero de 2005)las de la Zona Norteña de San Onofre; Mapiripán (julio de 1997); Chengue (enero de 2001); Jamundí; Macayepo (octubre2000); El Salado (febrero de 2000). Es decir, que el fenómeno ha existido y existe en la actualidad con una carga de tragedia humana sin parangón por lo menos en el resto de América Latina. Sin embargo, los orígenes de la masacre no son muy conocidos por los no especialistas, al igual que su conceptualización. Ensayemos.

Masacres, nacimiento del término 

Las masacres no son exclusivas de Colombia. Se han dado a lo largo de la historia y en diferentes continentes, países y culturas. En el siglo XVI surgió en Francia el verbo “masacrar” que viene del francés antiguo “massacrer” y este del latín popular “matteuculare” (del latín “matteuca” o mazo con el que se mata al cerdo). Desde 1564 este verbo remitía a matar con salvajismo y en masa a seres que no podían defenderse. Seguidamente adquirió el sentido de destruir, de exterminar, por ejemplo, masacrar prisioneros. Alguien que masacra pasaría a ser desde 1574 una persona que asesina, que mata con ventaja sobre un oponente plural. Como ocurrió con los protestantes hugonotes en la sangrienta noche de la Saint Barthélemy. Hacia el año de 1600 el verbo “masacrar” tomó el sentido de asesinar así fuera a una sola víctima poniéndola en estado de indefensión e inferioridad. La palabra francesa “massacre” entró —bajo el término también francés de “boucherie”—, y este del inglés “budchery”, es decir, “carnicería”. Los zorros ingleses —corriendo desesperados delante de las jaurías de nobles holgazanes—, tiemblan al escuchar el sonar del cuerno que llama al “masacre”.

De la caza del siervo a su despellejamiento

En el lenguaje francés de la caza, masacrar pasó a significar matar una gran cantidad de animales de cacería (“gibier”) con halcones, trampas y todo tipo de armas que sean eficaces para ejecutar la tarea. En la caza del siervo -terminada la matazón- llega el tiempo de la “curée” o despellejamiento de la presa y la entrega de las entrañas a los perros, acción que fue extendida más adelante a las carreras de turbas enfurecidas ávidas de saqueo y pillaje (“la ruée”). Despresado el siervo, la cabeza es puesta sobre la piel. Luego es colocada sobre la chimenea del cazador para deslumbrar a también holgazanes contertulios. El sustantivo francés “massacre” —traducido modernamente al español— da como resultado carnicería (macacre, mazacrium, carnage), sacrificio (abbatage), matanza (tuerie), baño de sangre (bain de sang), matadero (abattoir), hecatombe (hécatombe). Ya bañado en sangre, el término hizo carrera (¿“ruée”?).

El término masacre tomó nuevas connotaciones

El uso popular le dio a masacrar el sentido de dañar, demoler, destrozar, herir gravemente con un instrumento cortante (matskelen, matsken, Metzger en alemán), mutilar, deteriorar, reventar, agotar, moler. Se puede masacrar y también masacrarse o destruirse mutuamente con otro en combate sangriento, tal como ocurre entre hutus y tutsis. En sentido familiar se puede poner una cosa en muy mal estado, la esencia de toda masacre. Por extensión la palabra se le fue atribuyendo a aquellas personas irritables e insoportables que sufren de un humor “masacrante”. La masacre o masacrar puede ser seguida de meter a saco (“saquear”), cometer pillaje destruyendo y robando con violencia (“pillar”), vandalizando, depredando, devastando, dejando campos de guerra destruidos y ensangrentados.

Una lúdica que puede llegar a ser sangrienta 

El término masacre —quién lo creyera— aparece hasta en los juegos más inocentes, es el caso del que se iniciara en 1893 en las ferias foráneas de las campiñas francesas consistente en abatir muñecas a báscula lanzándoles bolas de paja a cambio de un premio. El término masacre lleva a otro aspecto lúdico e igualmente agonístico como es el del combate en que el más fuerte pone bajo sí a la víctima de su pericia, sevicia, o ánimo de ponerlo fuera de juego como si estuviesen en el coliseo romano entre gladiadores. Un narrador deportivo podría exclamar: “este combate de boxeo está tornando en masacre”, frase frecuentemente escuchada en las sangrientas narraciones de artes marciales mixtas. En sentido figurado el término “masacre” ha tomado la connotación de destrucción total o masiva con extremada brutalidad que obligue a exclamar ¡“Qué desperdicio ”¡. De allí podría provenir tal vez el término de “masacre laboral” injusticia e ilegalidad que conduce de manera fehaciente a la penuria familiar, el desclasamiento, la separación, la depresión y a veces al suicidio. Perpetradores de masacres jugando con cabezas, miembros y órganos de sus víctimas no han sido extraños a lúdicas del terror.

Perfilando la definición de masacre 

Hoy en día el término “masacre” se ha ido afinando para expresar el aniquilamiento de un grupo humano —de cuatro o más personas— con absoluta crueldad y total indefensión de las víctimas, según criterios del FBI y la normativa colombiana. Una masacre connota entonces destrucción, exterminio, genocidio, aniquilamiento, ruina, desaparición y desplazamiento forzoso mediante la perpetración de asesinatos masivos en un lugar determinado, en un mismo momento. El resultado puede ser la muerte del enemigo pero también la de la propia tropa, enviada “a masacrar y ser masacrada” exponiéndola a una muerte cierta. Bajo los parámetros del derecho internacional penal, una masacre es un tipo de asesinato generalmente de varias personas caracterizado por la indefensión de las víctimas. Para la Real Academia Española una masacre es una “matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”. El diccionario de María Moliner la define como: “matanza salvaje de personas”. Acepciones hoy en día generalmente admitidas, que permiten hacer el esfuerzo de caracterizarla.

Características de una masacre 

Según la doctrina, parte de la jurisprudencia y un poco menos de la legislación una masacre se caracteriza por existir una gran desigualdad de poder entre víctimas y victimarios, actuando los asesinos con crueldad, alevosía y ganas de producir daños innecesarios tanto a las personas como a sus bienes. El que masacra suele actuar con cobardía tratando de hacer gala de un valor que le resulta inútil al ser puestas por él las víctimas en estado de absoluta indefensión bajo cálculo, frialdad y perfidia. Los fenómenos de masacre con frecuencia son el resultado de representaciones colectivas que perciben al “otro” bajo una óptica y figuración mental que mezcla a la vez lo imaginario y lo real. “Nosotros” somos los buenos (puros, blancos, inteligentes, trabajadores, superiores) y “ellos” son los malos (impuros, negros, brutos, perezosos, inferiores). Absurda mezcla entre lo imaginario y lo real.

Del fenómeno masacre se pueden extraer algunos elementos recurrentes. Por ejemplo, la “racionalidad” con que se calcula un fin político o económico o político-económico; igualmente la salvaje “irracionalidad” que desata el acto genocida guiado por el odio y la satanización del otro. Así mismo, la masacre puede ser analizada como un fenómeno psicopatológico que se nutre de paranoia mediante una representación delirante de un “otro” que es percibido como la encarnación del mal o del diablo. Locura sí pero con frecuencia calculadora, demencia de hombres ordinarios que de un momento a otro asumen el rol de verdugos que perpetran un asesinato masivo, una violencia de masa particularmente violenta que afecta gravemente la paz social y política de un pueblo o de un grupo humano determinado.

El debate por las definiciones en una Colombia que se desangra 

El término “homicidios colectivos” (o “masivos”, más frecuente) utilizado por autoridades colombianas a raíz de los últimos acontecimientos de “masacres”, dio lugar a debates semánticos que tildaron ese uso de “eufemístico” y acusación al gobierno de indolencia. En el año 2.000 el Ministerio de Defensa los había llamado “homicidios selectivos”. En realidad, la categoría masacre no existe en el Código Penal colombiano como tampoco en algunos otros códigos del orbe. No sucede lo mismo con el término de “genocidio” que sí tiene partida de bautismo desde la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, obra de Raphael Lemkin. Para perfilar la masacre se vienen utilizando en el país los criterios del FBI: se puede hablar de “masacre” cuando se han realizado cuatro o más homicidios sobre personas en estado de real indefensión, por las mismas circunstancias y el mismo grupo de perpetradores.

Sin entrar en largos pero necesarios debates lingüísticos lo cierto es que entre 2018 y lo que va a junio de 2020 se han dado 200 masacres frente a 120 de 2015 a junio de 2017 y mientras se llega a los acuerdos lingüísticos se hace necesario situar la realidad colombiana de masacres en una “ambientación” del horror: matanzas, matazón, mortandad, degollinas, carnicerías, crímenes de masa, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, magnicidios, asesinatos masivos, homicidios colectivos y selectivos, ejecuciones extrajudiciales, ajusticiamientos, exterminios, destrucción, desaparición forzosa, aniquilación, tiroteos, balaceras y más; faltando agregar las consecuencias económicas de pobreza, desplazamientos, desalojos, traslados forzosos, expoliación, despojos, ruina y más.

Las discusiones sobre temas de masacre corren el riesgo de caer en la lucha ideológica. Esto es inevitable. Pero se espera de ciudadanos de un país tan sufrido como el nuestro que haya un mínimo de sindéresis para tratar de comprender, explicar y hacer el esfuerzo de encontrar las causas reales y las posibles soluciones. Comprender la maldad no es fácil. Muchos elementos irracionales y de cálculo se suman a ella. Sus “justificaciones” suelen acompañarse de absolutos. Los perpetradores suelen sentirse “dioses” infalibles. Hacerlos mortales, es un imperativo ético. Hacerlos pagar sus perversos crímenes es de simple supervivencia como nación y como seres humanos dignos de respeto. El crimen de masacre y sus afines nos deshonran frente a la humanidad. Peor, frente a nosotros mismos. ¿Definiciones? Sí. Pero, más acción para acabar con la vergüenza y la injusticia

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