Los millones que le ha metido César Gaviria a su colección de arte

Los millones que le ha metido César Gaviria a su colección de arte

La obsesión por comprar arte se le disparó en Washington y desde entonces no ha dejado de acumular obras que expone en sus casas y su galería Nueve Ochenta

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agosto 14, 2022
Los millones que le ha metido César Gaviria a su colección de arte

El 2 de agosto de 1994 César Gaviria y su esposa Ana Milena terminaron la mudanza de sus cosas más preciadas. Concluía sus cuatro años en la presidencia y había logrado ser elegido Director de la Organización de Estados Americanos OEA, una campaña orquestada por su canciller, Noemí Sanín.

Lo más pesado del trasteo fueron los libros, los cuadros que había empezado a comprar, pero sin la pasión que se le despertó posteriormente y los jarrones chinos que guardaba Ana Milena Muñoz, junto a regalos valiosos recibidos como gobernantes. Entre los objetos valiosos que salieron ese día de la Casa de Nariño estaba un collar con un broche de diamantes en el centro que la Reina Sofía de España le había obsequiado a la primera dama colombiana. Además de 500 VHS y de fotos cuidadosamente seleccionadas, Gaviria se ocupó, sobre todo, de sus cuadros.

De las paredes del Palacio de Nariño le hubiera gustado llevarse La madre superiora de Fernando Botero, el cuadro de Andrés Santamaría sobre el Congreso de Angostura, o el salón intervenido por Antonio Barrera, pero no, no lo podía hacer. Desde entonces pensaba en armar su propia colección, una tarea que se empeñó desde que aterrizó en Washington, con la libertad de ser funcionario diplomático, pero sin las ataduras del sector público colombiano.

Desde ese tiempo hacia acá, 28 años, la colección ha mutado. Ya de regreso a Bogotá, en el 2007 el expresidente se dio el gusto de abrir Nueve Ochenta, en el barrio de Quinta Camacho en Bogotá, conformado por tres espacios de exhibición, una sala de videos, un jardín para proyectos al aire libre y un centro de documentación para enterarse del arte continental. Gaviria tenía una ambición que cumplió con esta galería, ser un gran portador de arte latinoamericano. El entonces jovencísimo coleccionista Carlos Hurtado lo acompañaba en la aventura.

Gaviria y el director de la galería Nueve Ochenta, Carlos Hurtado

Hurtado sería el director de un espacio que arrancó impulsando la carrera de jóvenes artistas. En ese momento los escogidos fueron Barbarita Cardozo, Jaime Tarazona, Miler Lagos, Natalia Castañeda, Nicolás Consuegra, María Isabel Rueda, Luis Hernández Mellizo y Saúl Sánchez. Hoy en día Gaviria está más apegado a la fotografía y artistas nuevos como el peruano, nacido en Cuzco, Ismael Randall Weks, el bogotano Gustavo Niño, y el venezolano Alexander Apóstol.

Nacido en Pereira de una familia con una pequeña tierra cafetera el gusto por el arte le fue creciendo con el tiempo. Cuando terminaba economía en la Universidad de Los Andes, en los furiosos años 70, a punta de escuchar las conferencias que daba en ese lugar Marta Traba, suma sacerdotisa del arte colombiano, profundizó su interés que tomó forma ya como ex presidente u de la mano, ya en Washington de la crítica y curadora de arte Ana María Escallón, quien fue clave en las primeras compras en las subastas de Nueva York y Washington.

Su hija María Paz le heredó el gusto y se decidió por estudiar Historia del arte en Nueva York. Sin embargo, ha preferido trabajar en la Cámara de Comercio de Bogotá impulsando ArtBo y no en la galería de su papá ni como curadora de su colección. Sin embargo, mantienen un diálogo en tono al arte y es un punto de contacto en sus viajes, especialmente cuando coinciden en Nueva York. Para ambos el interés versa en el arte contemporáneo en todas sus expresiones y muy focalizado en arte Latinoamericano.

Primero fue Antonio Caro, pionero del arte conceptual del continente, discípulo privilegiado de Marta Traba que convirtió el logo de Coca-Cola en un símbolo de opresión, luego sus salas empezaron a llenarse con los cuadros de Verónica Matamala, una pintora chilena, feroz opositora de la dictadura de Augusto Pinochet, y todo lo que suene a vanguardia. Su casa en la vía La Calera donde atiende las reuniones políticas privadas parece un museo en donde no cabe un cuadro más en las paredes ni en esculturas verticales en el piso o pequeños objetos en las mesas.

El dirigente liberal en reunión con Federico Gutiérrez (Fico), a inicios de la campaña presidencial 2022

Igual sucede en su oficina en la carrera séptima con calle 67 donde organizó un dúplex para que le quepan las obras de arte en las paredes del techo hasta el piso. Sus gustos continúan cambiando y ahora está más interesado en la fotografía.

Fotografos tan cotizados como Ruven Afanador, el santandereano que ha retratado a los personajes más importantes de la política y la farándula mundial, además de viejas glorias de la fotografía, como Leo Matiz, forman parte de un tesoro que, hasta a sus más acérrimos enemigos políticos, deslumbra

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