Lecciones de Polonia para Colombia
Opinión

Lecciones de Polonia para Colombia

Un artículo de Anne Applebaum sobre Polonia, nos pone en perspectiva el camino difícil de nuestra democracia donde cuatro grupos pueden terminar metidos en sus burbujas, temiéndose y odiándose

Por:
agosto 16, 2020
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Rafał Trzaskowski es el alcalde de Varsovia, la capital de Polonia. Hace un mes, Trzaskowski perdió la elección presidencial de su país, en segunda vuelta, quedando apenas a 2 % del ganador, el presidente en ejercicio, Andrzej Duda. La pregunta es natural, ¿y por qué habría de importarle a algún lector de un portal en Colombia, la política polaca? Y la hipótesis es sencilla, porque Colombia, Latinoamérica, hacen parte de un mundo más grande que ellas mismas, con hechos sociales, económicos y políticos comunes o que, por lo menos, pudieran ser interesantes para ampliar nuestras perspectivas. En otras palabras, porque a lo mejor si pensamos unos minutos en Polonia, podemos romper con la inercia de la tendencia del día, del escándalo en el noticiero del medio día, para dejar de mirarnos el ombligo.

Llegué a la historia de Trzaskowski leyendo un artículo de Anne Applebaum, periodista estadounidense de la revista The Atlantic. Applebaum es la persona más interesante que he descubierto en la pandemia. Leí primero un ensayo fascinante sobre Venezuela, “Venezuela es el espeluznante final de la política moderna” y desde ahí descubrí su trabajo enfocado en describir la tragedia de los regímenes totalitarios y el peligro que representan los populistas, de izquierda y de derecha. Su último libro, publicado hace unas pocas semanas, El crepúsculo de la democracia- el señuelo seductor del autoritarismo, hace una descripción precisa de cómo ciertas democracias en Occidente, que se pensaban bien establecidas, corren inmenso riesgo por la simplicidad de las historias que narran algunos líderes políticos. En el libro va más allá de esta observación sencilla y explica que ningún populista llega al poder, ningún modelo autoritario se mantiene sin contar con aliados. Es obvio que el paradójico camino democrático que lleva a la destrucción de la democracia gradualmente, y desde adentro, necesita de un elemento básico: el “pueblo”. Fujimori y Chávez para mencionar ejemplos cercanos y precisos, tuvieron mucho “pueblo” y sobre eso bastante se ha escrito. Applebaum explora una veta más novedosa, ¿por qué algunas élites económicas, sociales y políticas hacen el juego a estas propuestas peligrosamente antidemocráticas? Sobre el caso de Trump, en sus palabras, a Applebaum le interesa entender, ¿por qué algunos líderes republicanos abandonaron sus principios para apoyar a un presidente peligroso e inmoral?

La respuesta, que no gustara a algunos, es compleja. La suya es una búsqueda de resistirse a las historias simples. Acostumbra a escribir extensamente, revisando ejemplos, teorías, comparando casos, presentando hipótesis. La antítesis de lo viral y de la simplicidad del tuit. El antídoto también. Leyendo ese capítulo de Applebaum, en donde sugiere que la historia va a juzgar a los cómplices del trumpismo, pensaba en Colombia. Este país ha coqueteado riesgosamente con populistas a la izquierda y a la derecha, y en ese camino ambos bandos han contado con amplio apoyo popular. Pero también, con apoyo de élites económicas, políticas e intelectuales. ¿Cuáles historias simples podrían explicar esos apoyos? Podría uno sugerir: los ricos apoyan al populista porque si llega al poder les paga de vuelta, los políticos apoyan al que saben es un peligro por ser contrario a la democracia porque saben que les podría apoyar de vuelta en otro momento, los intelectuales dirán que apoyan al modelo que antes criticaban desde las ideas porque se puede trabajar desde adentro por algún programa que comparten, después de que les ofrecen un trabajo, claro. Todas esas historias tienen algo de verdad, lo sabemos: conocemos a ricos que financian proyectos que saben peligrosos esperando contratos a cambios, políticos y políticas que apoyan a quién saben podría destruir la democracia calculando la movida de la próxima elección, e intelectuales, llamemos a esos “burotecnócratas”, que acomodan sus principios por un trabajo en el gobierno de quien criticaban fervientemente en campaña.

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Este país ha coqueteado riesgosamente con populistas a la izquierda y a la derecha, y en ese camino ambos bandos han contado con amplio apoyo popular. Pero también, de élites económicas, políticas e intelectuales

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Sin embargo, las verdades no son tan simples. Al fin y al cabo, el rico puede mirar para el lado y sabe que, en el mediano plazo, el populista autoritario eventualmente no lo va a necesitar más. El político sabe que el apoyo posterior es condicional a la agenda del populista y que, aunque costoso en el corto plazo por ir contra la ola popular, quizás vale la pena dar muestra de credenciales democráticas y de firmeza en los principios, que a lo mejor una parte del electorado podría valorar esas cualidades. El burotecnócrata, como cualquier otra persona tiene vergüenza, y podría suponer que es problemático decir un día que se defiende un proyecto porque es el que un país necesita y estar al otro día trabajando en otro radicalmente distinto. Y es entre ese diálogo entre afirmaciones y respuestas simples que Applebaum construye su complejidad, sus ensayos más elaborados. Me gustan porque, como ella sugiere, se resisten siempre a la trivialización de la sociedad, de los individuos y sus decisiones.

Es hora de volver a Trzaskowski y su derrota. Perdió porque su mensaje de unidad y esperanza no logró llegar a la mayoría del electorado. En un país con profundas divisiones -urbanas y rurales, religiosas y laicas, europeístas y nacionalistas-, Trzaskowski propuso encontrar los puntos de unión. En palabras de Applebaum, “ "Estamos unidos por un sueño", dijo Trzaskowski en un discurso: "un sueño de una Polonia diferente", una Polonia donde no hay ciudadanos "mejores" y "peores". Esta fue una elección deliberada: en lugar de movilizar a los votantes dentro de su propia burbuja atacando al partido gobernante, trató de salvar la profunda polarización de Polonia apelando a la unidad nacional.” La burbuja es aquella en la que está metida la mitad del país que apoyó a la derecha radical representada por el presidente-candidato, que iba por su reelección. Applebaum concluye, “Trzaskowski estuvo cerca de ganar, obtuvo el 49 por ciento de los votos. Pero falló. La mitad de Polonia de Trzaskowski no estaba lo suficientemente entusiasmada, mientras que la otra mitad estaba enérgica, enojada y muy temerosa de los judíos, los extranjeros y la "ideología LGBT””.

La advertencia final de Applebaum es que la mitad de Polonia no atendió el llamado de unidad, que parece siempre razonable, en parte porque ni siquiera lo escuchó. Es decir, un problema mucho más profundo: no fue que Trzaskowski fallara en presentar un discurso, es que no tenía forma de llegar a un público que desconfía a priori de todo lo que representa, de los medios que transmiten su mensaje, del sector social que lo defiende. Dado que, “Algunos votantes viven en la llamada burbuja populista, donde escuchan mensajes nacionalistas y xenófobos, aprenden ahí a desconfiar de los medios de comunicación que confirman los ​hechos y de la ciencia basada en evidencia, y entonces se vuelven receptivos a las teorías de la conspiración y sospechan de las instituciones democráticas”, Applebaum se pregunta, “Pero, ¿cómo es posible llegar a personas que no pueden oírte? Esta no es simplemente una cuestión de cómo convencer a la gente, cómo utilizar un argumento mejor o cómo cambiar de opinión. Esta es una pregunta sobre cómo lograr que la gente escuche. Simplemente gritar sobre "hechos" no le llevará a ninguna parte con aquellos que ya no confían en las fuentes que los producen.”

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La manera de romper la burbuja informativa de la otra mitad del país, era contar mejor los hechos, la verdad. No funcionó

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En el enfrentamiento de Hillary Clinton contra Trump, y lo que ha sucedido después, el principal error, según Ben Scott -asesor de Obama y Clinton-, fue suponer que la manera de romper la burbuja informativa de la otra mitad del país, era contar mejor los hechos, la verdad. No funcionó. Applebaum sugiere cinco ingredientes -distintos a apelar supuestamente a la verdad, porque ya demostró que poco importa- para reventar la burbuja opuesta. Su interés es sugerir que la campaña de Biden debe innovar en su forma de interpretar la polarización del país. La retórica simple de despreciar a los seguidores de Trump o enfrentarlos diciendo que son “malos”, “ignorantes” probablemente resulte en el mismo resultado de Trzaskowski.

En la encuesta de esta semana de Invamer, es evidente que Colombia no está dividida en dos polos sino en cuatro. Por mucho que se han esforzado de sugerir que quién no está con Duque Uribe es un castrochavista, o, en palabras de Petro que, entre la vida que el representa y la muerte que representa Uribe, no hay nada más, la encuesta muestra que 16,6% de la población se identifica con la izquierda, el 31,2 % con el centro, el 36,7% con la derecha y el 15,5% con ninguno. En un sistema de dos vueltas, quien aspire a liderar este país debe conseguir más del 50% de los votos. En este sistema, la estrategia de Duque fue sencilla, no fue buscar unir y ampliar su base sino asegurar que se enfrentaría a quién más miedos suscitara. Esa estrategia es costosa porque la unión en contra de alguien es fugaz. Transitamos ahora, como Polonia, Estados Unidos y el resto de democracias, un camino difícil en dónde cuatro grupos pueden terminar metidos en sus burbujas, temiéndose y odiándose. El problema es que convivimos en el mismo espacio. La alternativa más difícil es intentar romper esas burbujas y encontrar, por lo menos, un lugar para conversar con calma. La alternativa más fácil es enardecer a la burbuja propia, apostando que eso resulte en unos números suficientes para ganar una elección. Por lo menos, participemos en el debate, mientras se puede.

@afajardoa

 

 

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