La Vendedora de rosas de nuevo en la inmunda

La Vendedora de rosas de nuevo en la inmunda

La actriz Natalia Reyes le dio la mano y la recibió en Cartagena cuando la pandemia había tirado a Lady Tabares al hueco de la pobreza

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diciembre 01, 2020
La Vendedora de rosas de nuevo en la inmunda

El momento más desconcertante en la vida de Lady fue en la primavera de 1998. Contra todo pronóstico viajó a Europa. Desde que los Tabares habitaron Medellín al principio de los tiempos ninguna había cruzado el charco. Lady si, y pisó la alfombra roja de Cannes y vio de espaldas a Polansky y supo que Martin Scorsese era un tipo muy importante cuando el guionista Carlos Henao casi besó el suelo que pisaba. En ese festival, donde La vendedora de rosas, la película que ella protagonizó, estuvo entre los 16 filmes seleccionados para pelear la Palma de Oro, Scorsese era el presidente del jurado. El creador de Toro Salvaje amó esa crudeza roselliniana con la que Víctor Gaviria había adaptado, en las sangrientas calles de Medellín, La vendedora de cerillas, el cuento de Andersen. Con el único que podía sentirse identificado entre los actores y celebrities que salían y entraban del Marriot era con su compañero de película Giovanny Quiroz, mejor conocido como el Zarco.

En esos días de Riviera Francesa se enamoraron. Lady era una adolescente y había demostrado que tenía cómo ser una estrella del cine. Al Zarco lo mataron unas semanas después de llegar al país. A Lady la vida le tenía preparado la más dura de las pruebas.

Después de ser la hija de Enrique Carriazo en La guerra de las Rosas, Lady parecía despegar como actriz. Sin embargo en el 2002 la vida le volvió a hablar duro, como la tenía acostumbrada desde que nació. Cuando tenía cuatro años Lady vivía con su mamá en un inquilinato cerca a la glorieta de San Diego en Medellín. Salió con una amiga y después no supo como regresar. Se perdió. Vivió cuatro años en un hogar de huérfanas. Ahí conoció el infierno. A los ocho años regresó con su mamá pero ya había cambiado. La calle es una selva de cemento y ella sabía cómo espantar a los lobos.

El cine era su único antídoto. Era la Medellín de principios de los noventa. Los que no nacieron pa’semilla mataban para tener los últimos Nike. Los que no querían hacerlo deberían pedir plata en la calle. Lady era entrona, desparpajada. No le tenía miedo a nada. Por eso se sentaba frente al viejo teatro el Cid en San Juan y pedía monedas para completar la boleta. Y así vio todos los Rambo, los Terminator y hasta Cuando Harry encontró a Sally. Cuando tenía hambre entraba a un supermercado y se robaba un pote de salchichas, un jamón, la coca-cola. Un dia la metieron en el internado Luis Amigó y conoció a Mónica Rodríguez, la joven despierta y rápida como una abeja que inspiró a Víctor Gaviria a hacer el guion, junto a su parcero Carlos Henao, de La vendedora de rosas. Muchas veces Mónica Rodríguez pensó huirle a esa vida y refugiarse en el estudio, comer libro para después ser una enfermera. Pero la calle tenía poder y ella, como un pájaro nocturno, olía la boquilla del frasco y podía ver el mar y escuchar el dulce canto de las sirenas. No soportaba la realidad que la condenaba al desprecio de su madre. No aguantaba verse con los ojos hinchados de tanto llorar, con las rodillas peladas de vivir pidiéndole a Dios que le escuchara la única súplica que le pedía: que su mamá la pusiera sobre las rodillas, le peinara ese cabello largo y liso que ni siquiera las liendras más hambrientas habrían podido arruinar.

A Mónica, semana antes de empezar el rodaje, la mataron. El reemplazo fue Lady. El rodaje de Victor Gaviria fue tortuoso. Los niños casi siempre llegaban drogados. Hasta Lady, que tenía el talento, a veces caía en los pozos negros de los que la sacaba el propio Victor y Erwin Goggel, su productor, su mecenas. Las incidencias del rodaje están en este potente documental que explica cómo Víctor puso a cantar a esos pájaros.

Y luego pasó lo que a casi ninguna película colombiana le sucede: La vendedora fue un éxito de taquilla y de crítica. Fue la segunda película en la historia del cine colombiano en ser seleccionada en el Festival de Cannes. Víctor y Goggel llevarona Cannes al elenco. Lady y el Zarco en la parte de atrás de un avión de Iberia fumando marihuana, emborrachándose con cerveza, comiendo en la misma mesa con Bruce Willis.

Pero el horror se cebó contra ella. A Ferney, su compañero, el papá de su hijo, lo matan en el 2001, un año después Lady, quien ya había vuelto a vender rosas en la calle, se ve involucrada en el asesinato de un taxista. Paga más de diez años de cárcel, le grita a los cuatro vientos que es lesbiana, sale de la cárcel, rehace su vida pero la pandemia la sume en una crisis económica tan profunda que llegó a pasar hambre.

Y entonces, como un bálsamo para sus días de tristeza, Natalia Reyes, la actriz colombiana que la interpretó en Lady, la novela de Caracol, la pasó a pasar unos días en su hotel en Cartagena y la salvó, al menos por un momento, de la boca oscura del abismo

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