La princesa triste ahora emperatriz del trono más antiguo del mundo

La princesa triste ahora emperatriz del trono más antiguo del mundo

Masako Owada se formó para ser una gran profesional pero todo lo sacrificó por la boda con Naruhito, un duelo que la atormenta hace 26 años

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octubre 22, 2019
La princesa triste ahora emperatriz del trono más antiguo del mundo

En la mañana del 22 de octubre del 2019 Masako lució ante el mundo un junihitoe de doce capas y que era como una especie de investidura en su nuevo rol dentro del imperio más antiguo del mundo: el de ser emperatriz consorte del Japón. Las ojeras estaban más profusas que de costumbre. Las ojeras develaban que estar en el Michodai –nombre con el que se conoce al trono en Japón- le seguía pesando como un yunque insoportable en la espalda.

La vida de Masako Owada se transformó por completo desde 1993. Naruhito, entonces príncipe heredero, le había pedido a su papá, el venerado emperador Akihito, casarse por amor. La primera vez que tuvo una novia estable la historia de amor terminó en desastre. Su novia murió en extrañas circunstancias que muchos asociaron al suicidio. Naruhito cayó flechado ante la belleza, determinación e inteligencia de Masako. Hija de Isasio Owadaun reconocido diplomático que llegó a ser ministro de Japón y presidente internacional de justicia, la joven quería llegar a ser embajadora y tener una vida parecida a la que tuvo en su niñez cuando acompañó a su familia a vivir en ciudades tan cosmopolitas como Boston o Moscú. Nunca pensó que iba a quedar atrapada en una jaula de oro.

Para la carrera diplomática estaba más que capacitada para serlo: en la universidad obtuvo la máxima calificación de su promoción mientras avanzaba en su carrera diplomática. Tenía 23 años cuando acompañó a su familia al Palacio de Cristantemo durante una recepción a la infanta Elena de España en 1986. Naruhito conversó esa tarde con ella y la conexión fue inmediata. Se enamoraron, la relación duró siete años hasta que se casaron en 1993. Fue el gran error de su vida. Aunque amaba a Naruhito nunca pensó en ser emperatriz. Por eso viajó en 1991 a estudiar ciencias económicas en Harvard. Hablaba cinco idiomas y ya había hecho cursos en templos universitarios como Boston o Cambridge. Hablaba con fluidez cinco idiomas y podría haber sido lo que quisiera si su padre no se hubiera comprometido con la familia real.

Masoko a sus 56 años, siendo entronizada como Emperatriz de Japón.

En 1992, durante una visita a Tokio, Isasio la tomó de la mano y le contó la verdad: el honor de la familia estaba en juego, él ya había dado su mano a Naruhito. Sin embargo ella se mantenía férrea en su decisión y durante cinco veces rechazó la propuesta de matrimonio del Principe. Naruhito no quería a nadie más y por eso le prometió que la protegería, que si se casaba con ella desafiaría la tradición y no caería sobre ella el peso de la monarquía más antigua del mundo.

Pero el cuento de hadas poco a poco se transformó en una pesadilla. Las promesas de Naruhito se rompieron con la facilidad que una espada samurái puede romper un girasol. Tuvo que renunciar a todo solo para dedicarse a ser emperatriz. Entre sus funciones estaba la de aprenderse más de 500 ritos derivados de la religión sintoísta que es la predominante en Japón. Ser Emperatriz no sólo significa tener responsabilidades sociales y políticas sino también están a cargo de la iglesia local. Su curriculum también fue motivo de críticas entre los asesores imperiales. Además el problema principal fue que no tuviera un hijo varón sobre el que recayera la sucesión al trono. La pareja solo tuvo a Aito, una hija y el problema de la sucesión del trono se resolvió designando a su sobrino como heredero. En Japón se rige por la ley sálica, solo los varones pueden heredar al trono

Sin embargo Japón nunca le perdonó a Masako no tener un hijo varón. Durante siete años duró sin dar la cara en público. En ese momento se sumó en la más profunda depresión. Las críticas eran mordaces. Incluso uno de los ministros le recomendó a la princesa hacerse el harakiri. En los últimos tiempos ha intentado quitarse de encima el peso de la depresión. En el 2018 asistió a varios eventos públicos. El pueblo le demostró su afecto. Pero este 2019 ha estado otra vez con la nube negra encima. Sus ojeras profusas en la entronación del emperador develan que los fantasmas siguen consumiéndola.

 

 

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