La paz exprés
Opinión

La paz exprés

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septiembre 27, 2014
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Así como el gobierno de blablablá Santos se inventa eso de las licencias exprés en temas ambientales que suena a algo así como que a un amigo se le da permiso para abrir un hueco y excavar a ver qué saca sin atender engorrosos trámites burocráticos, pues a esas velocidades maravillosas cualquier día de estos veremos al mandatario en primera página de El Tiempo, feliz y contento y acompañado de la gran noticia: Se firma la paz en Colombia. Imagino la foto, abrazado a la bandera.

Apareció esta semana en la ONU soltando su discurso emocionado en donde habla que ya van tres puntos cuadrados con las Farc. Desarrollo rural se llama el primero, y yo no sé de qué pudo hablar el presidente sobre el campo cuando es tal vez uno de los grandes olvidados por el país en toda su historia. Y creería estar bien seguro que “desarrollo rural” no es uno de los puntos de interés por parte de la guerrilla. El segundo asunto es el de la aportación política, o sea, cuántas curules de una circunscripción especial que se inventan los legisladores van para la guerrilla. Diez, trece, ¿tal vez nueve?, con carro blindado, tres narcotoyotas de protección y a pasarse en rojo los semáforos de la ciudad. Ah, y dizque el tercer punto ya cerrado es el de las drogas. Mejor no digo nada.

Y como decía, nos encontraremos con el titular de El Tiempo: firmada la paz, y cuando al día siguiente aparezcan tres soldados masacrados en cualquier parte o dos tractomulas cargadas de petróleo derramado, pues solo oiremos el silencio de siempre.

¿Pesimista y alarmista?

Sí a las dos cosas.

Bien lo decía supuestamente Orwell, a quien se le atribuye una frase que define el periodismo como publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás, afirma, son relaciones públicas.

Una cosa son las Farc de 1960 o 1970, donde toda la coyuntura podrá dar a lugar a pensar que con ellos se podría negociar, tal como se puede negociar con el IRA o la ETA o los dementes yihadistas. El cien por ciento de la lucha se basa en ideas. Si el estado cede en algo y el grupo armado cede en otro algo, se puede llegar a un acuerdo ya que, la discusión, es básicamente política.

Pero las Farc de 2014 es otra cosa. Una, son unos tipos en La Habana que yo diría serán los que ocupen la curul con las narcotoyotas; otra Farc son los amigos de Timoleón Jiménez, alias Timochenko, quien cada vez que habla para comentar la salvajada del día, es mejor pasar saliva y, la otra Farc, son todos aquellos grupos y grupitos y células y cuadrillas que dentro del terror hacen acuerdos cada dos días con los Rastrojos o las bacrim o con cualquier comando de más de dos personas que tenga el poder de la droga y la extorsión y el chantaje y la guerra en cualquier parte del territorio nacional. Y con los paramilitares, obvio, siempre que haya mil millones para repartir, los principios pasan a ser segundos.

Bien lo dice Mario Vargas Llosa en su bella y tremenda novelita Lituma en los Andes, cuando hablando de uno de los malos, comenta: “Pero el gordo vigilaba el camino y yo sabía que nada lo haría moverse de su puesto, que se estaría allí toda la noche soñando con manjares”. Y sí, nada los hará moverse de sus puestos mientras sigan sirviendo manjares. Y la droga, y la extorsión, y el chantaje y el secuestro y diez delitos más, dan más que manjares.

No creo en la paloma que nos están vendiendo.

Sin embargo, no sobra, finalmente, dejar en claro que la posición de Uribe y sus amigos se limita a torpedear eso que llaman el acuerdo de paz, sin razón diferente a la ceguera y a su obstinación de que aquellos ocho años fueron gloriosos e irrepetibles, olvidándose que gran parte de la violencia de hoy, viene del ayer.

… y hablando de…

Conducimos una hora en vehículo.

¿Nos daremos cuenta cuántas veces pitamos, cuántas arrimamos el carro para que el otro no se meta, cuántas nos pasamos en amarillo rojizo y cuántas nos quedamos en mitad de una cebra inexistente?

Ah, y siempre el salvaje que no sabe conducir es el otro.

Y ninguno, ni el otro ni yo, hemos obtenido la licencia de conducción tras un examen formal.

 

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