La pandemia, los poderosos y el pueblo

La pandemia, los poderosos y el pueblo

"Con 52.000 muertos a nadie en el gobierno se le había ocurrido que debían honrarse. Solo cuando tuvieron que hacerlo con uno de los suyos, incluyeron a los demás"

Por: Emilio Lagos Cortés
febrero 02, 2021
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La pandemia, los poderosos y el pueblo
Foto: Twitter @infopresidencia

Sin duda la pandemia actual ha golpeado de manera terrible a la sociedad colombiana, como lo ha hecho con toda la humanidad. Colombia ya se aproxima a la cifra de 54.000 fallecidos, entre ellos el ministro de Defensa. Este evento específico ha servido, de paso, para dejar en evidencia, sin ningún tipo de maquillaje, la visión que los poderosos tienen de los colombianos del común.

La forma en que el gobierno ha tratado la pandemia ya bastaba para hacerse a una idea de ello: de una parte, préstamos de cientos de millones de dólares para Avianca, billones de pesos para los bancos, otros billones en auxilios para las grandes compañías. De otra parte, confinamiento sin garantías básicas para la población en general, persecución a vendedores ambulantes y ausencia de auxilios para la pequeña empresa y los trabajadores independientes. Y, en medio de todo, la clase política, contratistas y empresarios haciendo su agosto con la pandemia, robándose los recursos que deberían ayudar a los colombianos a superar esta terrible crisis.

Se alcanzó la cifra de 52.000 colombianos fallecidos por causa del virus. Sin embargo, para el gobierno todo estaba bien; el aprendiz de presidente se ufanaba de que Colombia era uno de los países que mejor había manejado la pandemia. ¡¡¡52.000 fallecidos, millones de contagiados, un sistema de salud en ruinas e incapaz de enfrentar la emergencia sanitaria, sin vacunas!!! ¡¡¡Pero el presi feliz todos los días hablando mierda en su programa de televisión!!! Ya se sabía, su talante es de farandulero, de presentador de programas de televisión, no de estadista.

Y se produjo la muerte del ministro de Defensa. Entonces el presentador de televisión se enteró de que hay fallecidos por la pandemia y que deben ser honrados. En decreto del 26 de enero decidió honrar la memoria de las más de 52.000 víctimas de la pandemia “…y en especial la del Dr. Carlos Holmes Trujillo García”, para lo cual se decretaron tres días de duelo.

Se contabilizaban 52.000 muertos y a nadie en el gobierno se le había ocurrido que se debía honrarles. Solo cuando tuvieron que honrar a uno de los suyos, incluyeron a los demás colombianos fallecidos, usando una mención general “…las víctimas del COVID-19”. Pero a quien hacía parte de los suyos se le honra de manera “especial”. Eso se creen los poderosos de Colombia, “especiales” en relación con los colombianos del común; tan especiales que uno de ellos merece decreto, tres días de duelo y mención con nombre propio sobre 52.000 colombianos, cuya vida les importa un pito.

Hasta ese momento no les pareció digno de honrar a los 52.000 fallecidos por la pandemia, ni a las víctimas de las constantes masacres, quizá porque les ven cierto contenido social; menos aún los líderes sociales asesinados, esos parecen buenos muertos.  Nada de eso cuenta para los poderosos, ni motivó ningún decreto o duelo, mucho menos una investigación seria para castigar esos crímenes ni para evitar que se repitan. Se trata de colombianos del montón, vidas que no cuentan, muchas veces estorbo para sus negocios, o amenaza para su poder, si toman conciencia de su situación social y de las posibilidades que tienen si se organizan políticamente.

¿Pero qué tiene de especial el ministro fallecido? Ser parte de la élite política; heredero de un cacique liberal que hizo política con Pablo Escobar; miembro prominente del uribismo, ese cartel que reúne herederos y testaferros políticos de toda clase de criminales; enemigo declarado del proceso de paz; y haber vivido siempre de los altísimos salarios estatales que la casta colombiana se atribuye pasa sí misma. En fin, el exministro es “especial” por hacer parte de ese reducido grupo de colombianos “especiales” que se enriquecen en el sector público mientras predican sacrificarse por el bienestar de los colombianos. Esos “especiales” que usan 300 escoltas para su protección personal, que reciben salarios millonarios, y comisiones, aún más millonarias, a cambio de direccionar la contratación estatal; los mismos que reciben los subsidios estatales para sus haciendas, y zonas francas y otros negociados para sus hijos, mientras la mayoría de los colombianos sufre privaciones, hambre y desempleo durante la pandemia, y antes, y la sufrirán después de ella, pues, no son “especiales”.

Con el decreto que honra al exministro, los poderosos le notifican expresamente a la sociedad colombiana que, en su imaginario, uno solo de ellos vales más que 50.000 colombianos del pueblo llano. Se hace necesario que los colombianos superemos la posición cómoda de la corrección política y asumamos que existe una división clara entre ellos, quienes se han robado este país desde hace 200 años, y nosotros, el pueblo explotado y despojado. De no hacerlo, seguiremos otros 200 años al servicio de los colombianos “especiales”.

Adenda. Los policías, pobres que tienen un sueldo estatal, se ensañan con los más pobres de Colombia. El fin de semana, Fabio Usma, un vendedor ambulante de aguacates a quien en dos oportunidades le fue decomisado su medio de trabajo por las autoridades por "ocupar el espacio público", se quitó la vida en el viaducto de Pereira.

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