La memoria
Opinión

La memoria

Cartas a Horacio

Por:
agosto 02, 2013
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Santiago, 14 de julio de 2013

Querido Horacio:

¿Qué será mejor?: ¿ser un terrible desmemoriado o, por el contrario, recordarlo todo siempre hasta el más mínimo detalle? ¿Olvido o memoria? Yo sé que ya lo hemos hablado muchas veces, pero esta vez me acordé mucho más de ti porque encontré en The Telegraph este artículo sobre Henry Gustave Molaison, escrito por quien fuera una de las especialistas que más estudió su caso, la doctora Suzanne Corkin, del MIT. Una mujer brillante que se ha dedicado toda su vida al estudio de la neurociencia cognitiva. Sé que la historia de Molaison, contada por la doctora Corkin tal y como ella la recuerda, te fascinará de la misma forma que me fascinó a mí.

Henry Molaison era un niño común y corriente que a los nueve años comenzó a sufrir ataques epilépticos. Los ataques fueron en aumento y lo dejaban al límite de sus fuerzas. En 1953, el doctor W. Scoville lo sometió a una cirugía experimental que podría curar a Henry de tales ataques. La cirugía funcionó, sin duda, porque Henry no volvió a sufrirlos, pero poco tiempo después los médicos notaron que sufría de amnesia pura: no recordaba eventos recientes ni era capaz de retener información nueva. Según Corkin, la extensión del daño en los lóbulos temporales en ambos lados del cerebro de Henry, lo convirtieron en el objeto de estudio perfecto para los estudiosos de la memoria en ese tiempo y aún hoy. En la comunidad científica, el caso de Henry se conoció simplemente como «H.M», y su verdadera identidad se protegió hasta el 2008 cuando, ya senil, Henry murió en un hogar de ancianos.

Corkin cuenta cómo recibió a Henry durante años en MIT y siempre tuvo que indicarle el camino al baño, a su cuarto o a los salones de descanso. A principios de los 80, en una de las tantas visitas que Henry hizo al centro de investigación en donde era recibido por la doctora Corkin, a él se le metió en la cabeza la idea de que ella había sido su compañera de colegio en el bachillerato. Por supuesto, ambos habían ido a distintos colegios y nunca se habían conocido en un ámbito diferente al de la investigación científica, pero la conclusión de Corkin es que Henry llevaba ya tantos años viéndola, que su cara y su nombre se le hicieron familiares y él atribuyó esa familiaridad a un grado de cercanía personal que con el tiempo fue aumentando. La cabeza de Henry se convirtió en objeto de estudio de casi toda la comunidad científica, no solo en Estados Unidos, sino en otros países. Él no era un paciente común. En su cabeza, sin exagerar, se realizaron las investigaciones, estudios y avances más importantes en el campo de la memoria. Supongo que todos queremos saber lo mismo: « ¿Por qué olvidamos y cómo lo resolvemos?»

¿Qué será mejor, Horacio? ¿No recordar nada? ¿Olvidarlo todo fácilmente? ¿Recodarlo todo fácilmente?… Todas las cosas malas que nos han sucedido, ¿es mejor olvidarlas? ¿O debemos recordarlas con algún fin? Sé que después de la cirugía que curó a Henry de su epilepsia, él perdió la memoria de por lo menos los dos años anteriores a esta. A veces, yo querría borrar de mi memoria ciertos eventos nefastos que regresan a ella en forma de pesadillas, con una persistencia asombrosa, como si quisieran significar algo cuando yo lo único que quiero es, precisamente, que estén desprovistos de cualquier valor. Supongo que lo que para mí es un evento nefasto, para otros será una fruslería, pero todos coincidimos en que solo queremos recordar lo bueno y, en lo posible, olvidar lo malo. Sin embargo, no todo lo malo puede ser olvidado.

Ayer descargué, para leerlo con detenimiento —y mucho interés—, el documento que publicó hace unos días el Centro Nacional de Memoria Histórica. Su título es implacable: ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Me estremecí con solo leerlo. Ese documento, cuya lectura a mi juicio es indispensable, debe ser una colección desgarradora de los detalles de la guerra en Colombia. El recuento minucioso de una desgracia que nos gustaría olvidar un día, pero que todos sabemos se debe mantener en la memoria, aunque sus imágenes sean las más macabras que puedan acudir a ella cuando evoquemos su recuerdo.

Cuando la doctora Corkin le preguntaba a  Henry cómo se sentía siendo parte de todas esas investigaciones, él respondía que no le importaba, que él sabía que lo que se hacía con él podía ayudar a otros y lo podía ayudar a él mismo, a restaurar su memoria. Un día, Henry le dijo a un estudiante que trabajaba con la doctora Corkin: «It’s a funny thing, you just live and learn. I’m living, and you’re learning».

Pienso que ese comentario de un hombre con su memoria tan maltrecha es una clave. Mantener la memoria, aunque lo que se prefiera sea olvidar, es vivir y aprender. Y a veces nos pasa lo que a Henry: unos viven, mientras otros aprenden.

Abrazos y besos,

Laura.

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