La memoria que se convierte en olvido

La memoria que se convierte en olvido

"Se vive en un tiempo instantáneo, sin pasado ni futuro"

Por: Silvio EAvendaño C
junio 08, 2018
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La memoria que se convierte en olvido
Foto: Publicaciones Semana

Lucio Amórtegui, en las clases de historia o geografía en la escuela elemental, en Mosquera (Cundinamarca), en el año de 1961, hablaba del progreso. La construcción del metro era un hecho cercano, aunque se decía que un metro en Bogotá era imposible, pues la Sabana había sido un lago en tiempo prehistóricos…

Otro proyecto del que hablaba el profesor en clase era la construcción de la carretera Panamericana, la autopista que uniría desde la helada Alaska hasta la Tierra de Fuego (en la Patagonia Argentina), sin olvidar otras propuestas que iluminaban el rostro del profesor como el túnel de la Línea y el canal interoceánico.

Para ese entonces el tren todavía se deslizaba por los rieles. Las locomotoras resoplaban por las carrileras y en las estaciones del tren las vendedoras de las almojábanas y colaciones esperaban su llegada. Muchos bogotanos se movilizaban en los 250 buses de la Empresa Distrital de Transporte Urbano, y los “troles” consumían energía eléctrica y se guardaban en la calle 72 con 24.

El tiempo del progreso no avanza, más bien retrocede. Cada alcalde de Bogotá forma la alharaca que por fin va a construir el metro. Las discusiones se trenzan en cómo se va a financiar, de cuál será el trazado, de si irá de norte a sur o de sur a norte, de si será un metro elevado y si por el contrario será subterráneo.

Otro cuento es el túnel de la Línea que aliviará el tránsito entre Ibagué y Armenia. Ha llegado hasta tanto que un presidente no hace mucho lo inauguró, sin terminar la obra, de tal modo que la idea que llenaba mi imaginación cuando yo era un escolar no se ha realizado. Y la carretera Panamericana, la gran autopista que atravesaría América de norte a sur y de sur a norte tampoco es realidad, porque el “tapón del Darién no lo permite.”

Por su parte, el metro continúa en veremos, pues se convierte en promesa electoral y luego en la eterna disputa para no hacer nada. O mejor se destruye la Empresa Distrital de Transporte Urbano que funcionó hasta el 15 de agosto de 1991.

El retroprogresismo avanzó con la destrucción de los ferrocarriles nacionales para dar paso al transporte terrestre, dadas las promesas de la construcción de grandes autopistas de doble calzada, para que transiten las grandes mulas, que retrasan hasta el tiempo.

No sé qué pensaría el profe Lucio Amórtegui si hoy viviera y, se diera cuenta que todos los proyectos son pompas e ilusiones. El recuerdo tiende al olvido, ya que se vive en un tiempo instantáneo, sin pasado ni futuro, y que en las obras que se hacen —ya sea la represa de Hidroituango que se convierte en amenaza, el puente Chirajara que se va al suelo y las calles recién pavimentadas— crece la piel de cocodrilo.

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