La megafábrica de chips en Taiwán a la que Xi Jinping le tiene puesto el ojo

La megafábrica de chips en Taiwán a la que Xi Jinping le tiene puesto el ojo

Además del conflicto de soberanía de Taiwán y China, está en juego el Parque Científico Hsinchu de donde sale 90% de los chips avanzados del mundo. Allá llegó Pelosi

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abril 16, 2023
La megafábrica de chips en Taiwán a la que Xi Jinping le tiene puesto el ojo

Taiwán tiene la joya de la corona mundial de la industria de los semiconductores. En la zona franca alrededor de la ciudad de Hsinchu, que tiene menos de 500.000 habitantes, se hizo enorme esa industria desde mediados de los ochenta. En su Parque Científico e Industral Hsinchu está el corazón, con los 20 fabricantes de semiconductores que producen los chips para la economíadel mundo y las dos universidades que forman los especialistas. Desde allí, los dos más grandes  de los semiconductores del planeta, TSMC y UMC, suministran sus productos de alta tecnología.

TSMC es el líder indiscutible con 65.000 empleados, su logo es invisible porque no está en ninguno de los 10.000 productos que hace por encargo, para Apple y muchos más, como Intel y Broadcom. Mark Liu es el presidente de la compañía que fundó el magnate taiwanés Morris Changde y de la que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar, pero de la que hoy dependen los pesos pesados tecnológicos involucrados en digitalización e inteligencia artificial.

TSMC es el líder indiscutible de la industria de los semiconductores con 65.000 empleados en todo el mundo

China, por su parte, tiene un interés adicional en esa joya taiwanesa, porque Estados Unidos, decidido a frenar su industria de defensa, ha impedido por ley que empresas estadounidenses exporten herramientas para la fabricación de semiconductores avanzados, y le ha prohibido a las empresas y a los chinos comprar semiconductores y materiales de fabricación estadounidense, en la guerra tecnológica de las dos potencias por el liderazgo económico mundial.

En octubre del año pasado, Xi advirtió que recuperaría China “por la fuerza si es necesario”. Una amenaza por tantos años repetida que puso a Taiwán a buscar la defensa más allá de sus 150.000 soldados, que tienen enfrente a 2 millones de efectivos chinos. Encontró un poderoso “escudo de silicio”, que es como llama a la industria clave de los semiconductores. Y la hizo descomunal. La isla produce el 65 % de los semiconductores en el mundo, y casi el 90 % de los chips avanzados. Las piezas del tamaño de una uña contienen circuitos diminutos y miles de millones de transistores, que están incorporados en la mayoría de los componentes electrónicos, desde el armamento más sofisticado hasta los autos o los celulares. Sin ellos el mundo podría paralizarse.

No es solo que China lleve siete décadas reclamando a la isla como parte de su territorio, es también que el sueño del presidente chino sea liberarse de la dependencia de la tecnología extranjera hacia una economía basada en su propia innovación y ella pasa, inevitablemente, por la industria de los semiconductores. Esa no se hace de la noche a la mañana, ni solo con arrumes de dinero, hace falta mucho tiempo para alcanzar el liderazgo tecnológico que hoy tiene su rival. Por eso Xi ha puesto allí sus ojos, y los aviones en las maniobras militares

Nancy Pelosi, expresidenta del Congreso de EE.UU. con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, durante su visita
a la isla y a TSMC

No fue accidental la visita de la expresidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi a Taiwán en agosto del año pasado, por primera vez en 25 años, y su encuentro con el presidente de TSMC. Poco antes de la llegada de Pelosi a la isla, Liu aseguró a través de CNN que una invasión china dejaría ser operativa la empresa cuyas sofisticadas instalaciones dependen de la conectividad en tiempo real con el exterior, con Europa, Japón y Estados Unidos. La respuesta de China el 4 de agosto fue lo que llamó “las más grandes maniobras militares de su historia por una “violación a su soberanía”.

Soberanía se ha repetido sin pausa en esta región milenaria de uniones y separaciones, de imperios y dinastías. La más reciente es la guerra civil que tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, inició Mao Zedong con el partido comunista y del otro lado, el Kuomintang (Partido Nacionalista) de Chiang Hai-sek, un controvertido líder político-militar, que tras la derrota escapó a Taiwán con 1,5 millones de seguidores, principalmente militares amenazados de muerte por el gobierno comunista vencedor.

En 1971, la ONU reconoció a China como el único gobierno legítimo y Taiwán hoy continúa sin voz. Doce países le reconocen internacionalmente -acaba de perder el reconocimiento de Honduras- y se ubica en el puesto número uno – según el Índice de Democracia 2022 de The Economist – como la nación más democrática de Asia, y en el puesto número diez global. Las cosas están así: para la República Popular China, Taiwán es parte de su nación, fue usurpada por Chiang Kai-sek, y necesita ser liberada. Para Taiwán, ellos son los legítimos representantes del legado de China, y mediante la democracia deben lograr la unificación.

La visita de la presidenta Tsai Ing-wen a Estados Unidos provocó otra airada reacción de Pekín y ejecutó otras grandes maniobras militares en esta Semana Santa, con artillería real. El mundo revivió los temores con un suceso que replique a Ucrania con la invasión rusa. En un escenario de guerra, ocupar las fábricas de TSMC sería una prioridad para Pekín. Pero muchos analistas aseguran que la República Popular de China sabe que ni lo taiwanesas ni Estados Unidos permitirían que esa joya quedara en sus manos. Los más medidos creen que Pekín necesita los semiconductores y le encantaría contar con la capacidad de Taiwán, “pero no mediante una invasión”.

En agosto del año pasado Jo Biden lanzó a China la guerra de los chips por el liderazgo económico mundial 

Entre estas dos hipótesis, la guerra por la supremacía tecnológica es una realidad. Los chips son ahora loa activos estratégicos vitales en la rivalidad geopolítica de Washington y Pekín. Estados Unidos, aunque tiene el diseño, depende de cadenas de suministro de Taiwán. Por eso ha presionado el megaproyecto de USD 12.000 millones de TSMC en Arizona, que le permitiría obtener los chips necesarios para sus ramas más sofisticadas. La empresa  iniciará operaciones en el 2024. Intel está construyendo dos nuevas fábricas en Ocotillo (Arizona), Samsung otra en Taylor (Texas), y GlobalFoundries, de Santa Clara, California, que es el quinto mayor fabricante de chips del planeta, trabaja en una nueva planta en el estado de Nueva York. Los cinco están haciendo una apuesta que tiene una baza perdedora: los costos de producción en Estados Unidos.

En este punto y hora, hay un hecho aterrador. Quienes conocen esa industria no dudan que si el conflicto de China y Taiwán pasa a mayores, el aumento de la producción de Estados Unidos no lograría compensar todo lo que TSMC y UMC dejarían de fabricar en Taiwán. Por lo menos en el corto y mediano plazo. Y el mundo en vilo.

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