¿La Medellín de antes, la Medellín de ahora? (a propósito del Foro Urbano Mundial)

¿La Medellín de antes, la Medellín de ahora? (a propósito del Foro Urbano Mundial)

Por: Daniel Valencia Yepes
abril 14, 2014
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¿La Medellín de antes, la Medellín de ahora? (a propósito del Foro Urbano Mundial)
Imagen Nota Ciudadana

http://eltelondefondo.tumblr.com/

Durante estos días del Foro Urbano Mundial (World Urban Forum Medellín), son muchas las expresiones que he leído o escuchado acerca de la transformación social y urbana de la ciudad: cómo tenemos edificios impresionantes, cómo dejamos la violencia atrás y nos apropiamos cada vez más de “nuestra ciudad”; etc. Si bien las últimas tres administraciones han hecho esfuerzos para que esto sea así, la realidad es que aún estamos muy pero muy lejos de que eso sea real. Una ciudad que tiene cientos de sitios por donde sus habitantes no pueden transitar a ciertas horas o ni siquiera pueden ir (por que están bajo el control de organizaciones criminales); una ciudad pensada para los carros, donde se habilita una cicloruta que une dos puntos importantes pero que sólo dura mientras el foro (para mostrarla), no es una ciudad nuestra, no es una ciudad de la que nos podamos empoderar, no es una ciudad sostenible ni amigable.

De todos los flagelos que afectan esta urbe, como los problemas de movilidad, contaminación, la segregación, la pobreza, indigencia, el transporte público, etc., la violencia sigue siendo uno de los más presentes y preocupantes.

Una, dos, tres… Cuento las ráfagas de tiros que escucho siendo las 12:54 a.m. del pasado 10 de abril. Seis, nueve, once… Van rápido, casi no puedo contar. Los disparos, como se diría normalmente y se dice en los noticieros, son “respondidos” inmediatamente, el fuego va y viene y las balas son “contestadas” de forma apresurada. ¡Ha! Balas contestadas y respondidas, qué expresión más extraña, cómo si se tratara de un diálogo cuando es exactamente lo opuesto. Catorce, quince… Al fin, silencio, sólo algunos carros pasando. Es imposible saber de dónde vendrán pues el rebote del sonido en los ladrillos engaña la percepción. Vienen de lejos, eso sí, aunque no mucho.

TATATATA otro más, TATATATA y otro, después de la corta pausa. Más o menos así es como los escucho. Y otros seis mientras escribo esto, ya es demasiado. Ahora suenan dos más pero esta vez el sonido es diferente, como si se leyeran muy rápidamente las letras TRRRRR, TRRRRR. ¿Qué pensarían los asistentes al foro si escucharan esto?

A menos de una hora de terminado el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas, retumban estas armas como un siniestro recordatorio (¿haciendo memoria?), de que la violencia, con los cientos de problemas que trae consigo, está ahí y el número de víctimas aumenta; de que la transformación social está aún en pañales y la “Medellín modelo de ciudad” del Foro existe sólo en los planes y folletos.

Se habla de manera ligera de “la Medellín de antes y de la de ahora” y de hecho se ha tomado esto como una marca de ciudad. Pero aunque desde la administración haya habido algunos cambios en infraestructura y programas sociales, hay que diferenciar la ciudad soñada de la ciudad real. Hay sobre este aspecto un caso concreto muy importante que examinar en cuanto a las políticas sociales implementadas por la administración municipal: el urbanismo social de Sergio Fajardo y Alonso Salazar entre 2004 y 2011 y que de alguna manera ha continuado Aníbal Gaviria (con los Jardines Circunvalares o las Unidades de Vida Articuladas).

Al respecto, el libro Medellín, Tragedia y resurrección describe la idea del urbanismo social como la estricta focalización de los recursos municipales sobre los territorios y poblaciones más desfavorecidos de la ciudad, donde el objetivo era invertir a gran escala en esa “otra Medellín” para mejorar y dignificar su hábitat, ampliar la cobertura y calidad de servicios públicos y mejorar los índices de desarrollo humano, incluido el de la seguridad, para promover inclusión y equidad. (Martin, 2012: 471). El objetivo era “Recuperar en todos los espacios de la sociedad la presencia legítima del Estado” (Palabras de Fajardo citadas en: Martin, 2012: 471)

El reto era recomponer una ciudad rasgada por desarrollos urbanísticos sin ningún tipo de planeación, una deuda social acumulada y la lógica destructiva social y territorialmente de la violencia. (Martin, 2012: 471) Así, se construyeron los Parques biblioteca, el Metrocable de Santo Domingo Savio, el Proyecto Urbano Integral de la zona nororiental y las escaleras eléctricas de la Comuna 13, todas, obras resaltadas por la administración y los asistentes al Foro como grandes logros que hacen de Medellín una ciudad ejemplo de desarrollo urbanístico.

El error, según el análisis que hace el libro Medellín. Tragedia y resurrección, y que se puede constatar, consiste en que una interpretación reduccionista tomó fuerza en la ciudad y la administración, “que sostenía que la reducción de los homicidios era producto del urbanismo social y, en su versión más simplista, que Medellín lograba combatir el crimen con arquitectura” (Martin; 2012: 533). De manera que las políticas de urbanismo social, por acertadas que fueran para superar la deuda social, no coincidían con los requerimientos para neutralizar a los actores del crimen organizado y del tráfico de cocaína que provocan el recrudecimiento de la violencia.

Salazar, llega a la conclusión durante su administración, que por más que se invierta plata en esos sectores tan afectados, la violencia no disminuiría, pues el momento de haberlo hecho era hacer diez años atrás y ahora las condiciones habían cambiado y requerían de judicializar y endurecer las penas para los individuos causantes del terror. (Martin, 2012: 434). Es decir, las políticas sociales han debido implementarse tiempo atrás para atacar las causas del problema y no las consecuencias.

El incremento de la violencia en el Valle de Aburrá y especialmente en los sectores periféricos y marginales es escandaloso, basta con mirar las cifras: entre 2003 y 2007 la tasa de homicidios se redujo y estabilizó después de la violenta Operación Orión –que demostró ser una solución cortoplacista- , pero a partir de 2008 aumenta de nuevo y para 2009 el número de homicidios es de 2187, el doble que el año anterior y el triple que en 2007 (Martin, 2012: 529) y, aunque ha disminuido entre 2009 y 2012 según los índices de Seguridad y convivencia presentado por la organización Medellín cómo vamos en agosto de 2013, hasta el año pasado la tasa de homicidios seguía ubicándose en 52,3 por cada 100 mil habitantes, lo que es aún un número altísimo. Y, es más, Medellín, según este mismo informe, pese a este descenso de los tres últimos años, se encuentra aún dentro del listado de ciudades más violentas del mundo. [1]

Por supuesto que hay que seguir apostándole a la inclusión y a saldar la deuda social, pues estos esfuerzos han dado buenos resultados y generado cambios positivos. Incluso puede hablarse de una Medellín de antes y una Medellín de ahora pero sin retórica, sin generalizar, sino mirando aspectos específicos y concretos en vez de tratar de vender una marca. Es decir, la Medellín de ahora es más incluyente y trata de apostarle a las soluciones innovadoras desde la administración; en la Medellín de ahora muchos colectivos conformados por ciudadanos asumen el liderazgo y proponen desde la innovación social soluciones a problemas concretos de la ciudad, en fin.

Sin embargo, no es este el caso si hablamos de temas como violencia y sostenibilidad a diferencia de lo que algunos afirman y, es ahí donde es chocante la generalización y la retórica del mercadeo. Hablar de una ciudad modelo de desarrollo y de una ciudad sostenible cuando algunos investigadores y estudios de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia revelan que es la ciudad con mayor contaminación atmosférica de toda América; cuando no se toman en serio la seguridad y necesidades de los ciclistas (solo cuando hay que mostrar al mundo que sí); cuando falta regulación en el transporte público y privado y los problemas de movilidad están fuera de control; o decir que hemos superado la violencia que nos llevó a ser la ciudad más violenta del mundo y que ahora somos una guía y un ejemplo como metrópolis para las demás, eso sí, escondiendo y disimulando “la Medellín de antes” que es en muchos aspectos la misma de ahora, simplemente no corresponde con la realidad.

[1] Datos tomados de: Medellín cómo vamos: Seguridad y convivencia http://medellincomovamos.org/seguridad-y-convivencia (consultado el 10 de abril de 2014)

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