Si hay un sector político mayoritario en cualquier país son los trabajadores; perfectamente unidos y cohesionados podrían elegir presidente y unas mayorías parlamentarias sin dificultad.
En Colombia el sector de los trabajadores fue influyente políticamente hasta los años noventa, con la participación , incluso, de estos en los directorios de los partidos políticos tradicionales y, por supuesto, de los de la izquierda. Llegaron a tener hasta representación en la Constituyente de 1991.
Es innegable que la implementación del modelo neoliberal y la violencia ejercida sobre líderes sindicales debilitara ese movimiento, pero también es innegable la pérdida de liderazgos, la burocratización del existente, sus prácticas clientelistas y la carencia de formación política y sindical de las nuevas generaciones.
Esta crisis afectó la presencia de representantes del movimiento sindical en los espacios de participación política como el Congreso, las asambleas, y concejos, a tal punto que hoy en día los trabajadores no tienen representación en esos espacios democráticos con las consecuencias lógicas en su contra.
Recientemente, las ya históricas marchas ciudadanas, dicen los medios, fueron lideradas por el movimiento sindical, aunque en las calles vimos un movimiento amorfo y sin liderazgos, con millones de personas desfogadas en ira contra el sistema político y económico del país, que bien canalizadas hubieran sido una opción de poder , como ocurrió en Chile, que ganaron la presidencia y conquistaron varios escaños en el parlamento.
Vistas así las cosas, los trabajadores del país, tanto del sector privado como público, adolecen de representatividad en el Congreso, concejos y asambleas. Los pocos representantes que hay son unas representaciones mínimas en los partidos de izquierda. Estas colectividades han capturado algunos sectores de los trabajadores, especialmente del sector estatal, con propósitos electorales y con agendas políticas distintas.
Para que los trabajadores sean oídos en estos espacios de representación deben de apelar al deshonroso lobby (con el que los gremios económicos influyen en la creación de leyes a su favor) con los congresistas de otros partidos, que representan agendas e intereses totalmente opuestos.
La inmensa mayoría de trabajadores del país adolecen de una verdadera organización y representación, independiente y autónoma. En los países de la región, en Brasil, el movimiento de los trabajadores organizados políticamente han logrado la presidencia de la república y, con una fuerte representación parlamentaria en Argentina, Uruguay, Chile, y Bolivia, son determinantes a la hora de las elecciones de parlamentos nacionales, y regionales.
Así las cosas, en este escenario y, la proximidad de las elecciones, como en las anteriores, es evidente la crisis de representatividad política de los trabajadores del país y del movimiento sindical, que adolece de candidatos propios al Congreso, y mucho menos de candidatos a la presidencia de la república que conozcan, expongan, y defiendan los intereses de la mayoría de la población trabajadora del país y reivindiquen todas las pérdidas de derechos y conquistas sindicales de los últimos decenios.
Hacer realidad la reglamentación del artículo 53 del C. P., el estatuto del trabajo, la reforma laboral y la implementación de la meritocracia constitucional en el Estado para cualquier vinculación laboral, los nuevos retos de la robotización del trabajo, etcétera, son los grandes temas que no tienen dolientes ni representatividad de la clase trabajadora.
Las históricas protestas ciudadanas y de los trabajadores de los años 2019 y 2021 harían pensar que se constituiría un gran movimiento alternativo de ciudadanos y trabajadores sin partido, como alternativa para las elecciones por venir, pero la realidad es distinta y patética. Se perdió una gran oportunidad histórica para darle un vuelco a la representatividad popular y de los trabajadores, y son los partidos tradicionales de derecha y de izquierda los que se abrogan esta representatividad.
