'La Cartagena que amé': el registro de la Heróica por el ojo de Álvaro Delgado Vélez

'La Cartagena que amé': el registro de la Heróica por el ojo de Álvaro Delgado Vélez

El maestro de la fotografía murió en 2015. En esta entrevista su hijo lo recuerda y anuncia la presentación del libro que reúne el trabajo de su padre en los 70 y 80

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septiembre 10, 2022
'La Cartagena que amé': el registro de la Heróica por el ojo de Álvaro Delgado Vélez

La imagen de Álvaro Delgado Vélez que conservo es la de un hombre presuroso, acelerado, con un maletín negro en su hombro izquierdo y una o dos cámaras al cuello. Ese maletín y esas cámaras eran parte de su ser, extensión de sus fibras y esencia de su oficio.

Lo conocí a finales de 1996, bajando la Calle de la Mantilla, donde Álvaro Delgado tuvo estudio, oficina y cuarto de revelado. En ese espacio fui en busca de alguna fotografía, quizá una del histriónico y divertido Rodolfo Valencia, quizá del maestro Héctor Rojas Herazo, quizá de alguna escena de una obra del director de teatro Eparkio Vega, para ilustrar las páginas del suplemento literario del diario El Universal.

Álvaro Delgado era de hablar arrollador y de tono profético. Introducía reiteraciones que revelaban una vanidad bien disimulada. Entregaba las fotos con una historia, entre comentarios técnicos y frases cortas que eran pequeñas lecciones de reportería. Decía, por ejemplo, “Llévate, esta, esta, la de Rojas Herazo, tremendo, tremendo escritor, esta se la hice allí en la Galería libro Café, me quedo buena, me quedo buena, me hubiera quedado mejor si la hubiera tomado un poquito, un poquito más tarde, quizá con un punto más de diafragma, pero me tenía que ir a tomar otra foto en la gobernación y se me iba la luz”.

En aquel año, 1996, los comentarios sobre cámaras digitales, la nueva tecnología, la desaparición del cuarto de revelado, la ausencia de negativo ni lo trasnochaban ni lo confundían en su quehacer: “Ombe, uno se adapta, la fotografía no es el aparato, es la luz, el encuadre, el instante, la espera… eso no va a cambiar, sencillo”. Soltaba enseguida una risa nerviosa y de inmediato anunciaba que en unos minutos debía estar en otro lugar y que tenía que irse.

Álvaro Delgado Vélez murió el 5 de abril de 2015. Al día siguiente, en horas de la tarde, las nuevas generaciones de reporteros gráficos de la ciudad le hicieron calle de honor con sus flashes en alto, justo cuando su féretro salía de la sala de velación. Fueron destellos para un ser que aún nos sigue iluminado con su memoria y sus fotografías.

Álvaro Delgado, hijo, tuvo la idea de hacerle este año un homenaje. Mostrar parte del trabajo de su padre en el libro La Cartagena que amé. Recoge estampas de las décadas del 70 y el 80. Con Álvaro Delgado, hijo, también fotógrafo, conversamos sobre los recuerdos de su padre, y por supuesto, del oficio de recoger instantes irrepetibles para la posteridad.

¿Desde cuándo venías pensando en este homenaje a tu padre, y cómo fue el proceso del libro?  

Bueno el libro fue su sueño desde que yo era muy pequeño, pero hacer un libro no es fácil… a partir de su muerte esta idea se convirtió en una meta para mí.  Desde hace rato venía escaneando negativos hasta que por fin se dio la oportunidad y con la oportunidad también llego la inspiración para armar el libro por capítulos e invitar a algunos amigos y clientes de mi padre, a escribir sobre él y su visión sobre un tema específico. Así llegaron grandes personajes como Humberto Rodríguez, Adela Colorado, Eparkio Vega, Mildred Figueroa, Boris García, Sonia Gedeón y Raimundo Angulo, quien escribe el prólogo. Ese concepto incluía la parte arquitectónica de la ciudad en los años 70 y 80, también la parte humana que fue muy importante para él.

¿Recuerdo siempre a tu padre caminando por el Centro, qué decía él de la ciudad, y cuántos locales tuvo en la ciudad amurallada?

Él se declaraba enamorado de la ciudad… y los hechos hablan más que las palabras, hacía unas cosas que parecían exageradas por tenerla dentro de sus ojos y de su corazón.  Tuvimos 4 locales, empezamos en Foto Delgado, no era de él, sino que le arrendaban una ampliadora y el teléfono, luego el local de la calle de La Mantilla, donde nos convertimos en una familia unida en torno al trabajo. Allí llegué yo en muchas tardes, luego del colegio o en mis vacaciones.  Fue la etapa más feliz de mis días de juventud. Finalmente, terminamos en la calle de La Bomba.

Me encanta la noción que tenía tu padre sobre la fotografía y la presencia de la gente en ella, ¿Qué podrías decir sobre esa idea, muy presente en el libro La Cartagena que amé?

Una de las cosas que más recuerdo de las enseñanzas de mi papá era lo referente al elemento humano como lo llamaba.  Era tan importante que alguna vez me dijo que en las fotos sin gente casi todo era naturaleza muerta.  Puedo decir que él amó a la gente. Siempre esperó a que alguien embelleciera sus tomas, como en la foto de la bicicleta que baja por el túnel de la Tenaza.

¿El libro presenta dos décadas, 70 y 80, estamos pensando en otros libros, quizá para más adelante?

 Bueno, por ahora debo decir no. Lo que sucedió es que el archivo que más conservó fue el de esas épocas, un poco de los 90 también, casi todo en blanco y negro. Aún estamos empujando este proyecto y aún no hemos trazado nuevas metas, pero esperamos tener pronto la versión digital.

¿Hay temas claros en La Cartagena que amé, como el desarrollo de la urbe, los oficios de la gente, el mercado popular o los vendedores ambulantes, hablaste alguna vez con él sobre cómo abordar una variedad de temas y poner en cada toma el sello Delgado?

Sí claro, fue uno de los problemas que tuve para obtener un concepto del libro. No quería que el libro fuera simplemente una colección de fotos que pareciera un tutifruti. Por eso la idea de dividirlo en capítulos y tener un narrador externo a la familia, eso sí, cercano a él, ahí se resolvió todo.

El proceso de curaduría fue extenso, encontrar el alma Delgado fue fácil, pero tomó un buen tiempo. Sabíamos del ADN de documentalista artístico de mi padre, identificarlo en las fotos, mientras las seleccionábamos, fue un proceso muy satisfactorio.

 ¿Qué podemos decir de esa magnífica foto del Joe Arroyo en medio de la gente, sabes qué decía tu padre sobre la música, hay muchas fotos en el libro sobre el desaparecido Festival de Música del Caribe, el Circo Teatro?

Pues esa foto fue una sorpresa como las muchas sorpresas que trajeron las fotos del Festival de Música. Robert de Niro, Chocolate Armenteros y otros.  Hubo muchas cosas importantes en la vida de mi padre.  El Festival de Música fue uno de ellos.  Fue su fotógrafo desde el día 1 hasta el último y disfrutó del cariño del Mono Escobar, el Friky Thorrens y otros. De todos esos temas tengo recuerdos. La verdad, yo me sentí muy amado por mi papá y recuerdo mucho que íbamos todos al Festival de Música del Caribe, mi mamá y yo lo acompañábamos, pero el único que trabajaba era él, así que se iba, tomaba fotos, volvía, bailaba con mi mamá, se volvía a ir, regresaba, le echaba los cuentos a mi mamá y ella se los disfrutaba.

 ¿En el libro hay referencias permanentes a Sonia, esposa, compañera, madre, cómo podríamos definir esa relación en términos de amor, de entrega?

La verdad entre nosotros se formó un lazo casi inquebrantable.  Atravesamos momentos muy difíciles, hubo muchas ocasiones en las que nos quisimos separar, pero al final del día mi familia decidió estar junta hasta el día que el destino, por razones obvias de la vida, nos separó.  Pero si algo debo decirte es que atravesamos momentos muyyy difíciles…  Muchas lágrimas acompañaron el proceso. Lo bueno es que nos secábamos las lágrimas con un whiskicito barato y un mote de queso, los 3, un domingo de lluvia…o de sol. Hasta que llegó Dios y nos calmó.

¿Hablamos de varias generaciones de fotógrafos y de un legado, pero hasta dónde has escudriñado tú en esas generaciones, en esas obras, hay obras que podamos reconocer de generaciones de antes de tu padre?

Legado es una palabra muy importante para mí.  Me siento feliz de afirmar que soy un hombre con legado. Tenemos una historia muy bonita que Adela Colorado nos ha ayudado mucho a construir. La historia comienza en 1870, aproximadamente, con Luis A. Delgado quien retrata al 5 veces presidente de Colombia Rafael Núñez. A partir de allí, han sido 5 generaciones de fotógrafos.  Si tenemos en cuenta que la fotografía más antigua que existe es del año 1826, podemos darnos cuenta que mi familia está fuertemente ligada a la historia de la fotografía.

Ha una particularidad, en los años 60 y 70, los hermanos Manuel y Henrique Delgado tienen negocios separados de fotografía.  Henrique Delgado (El pollo), mi tío abuelo, era el dueño de Foto Delgado; Manuel Delgado, mi abuelo, era dueño de Foto Hollywood, en el pasaje Dáger.  El legado se mantiene por el lado de Manuel (Manolo) quien es el papá de mi papá.

Así que la gran mayoría de fotos con la firma Delgado que he podido ver pertenecen a mi tío Henrique, las de mi abuelo se firmaban como Hollywood.

La Fototeca Histórica de Cartagena contiene varias fotografías de varios Delgado… espero que algún día estén las mías también.

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