La bonanza de la paz no se puede despilfarrar
Opinión

La bonanza de la paz no se puede despilfarrar

Buenas y malas, hemos dilapidado todas las bonanzas: cafetera, coquera, petrolera, democrática. ¿Pasará lo mismo con la de paz?

Por:
julio 04, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Colombia se ha dado el lujo de despilfarrar todas las bonanzas que se le han presentado. Las buenas y las malas, todas han terminado mal. Con la bonanza de la paz no nos puede volver a pasar semejante desgracia.

Con la bonanza cafetera de los años 70, el país esperanzado creyó que podría resolver todos sus males y carencias. Millones de dólares llegaron al país gracias al aumento inesperado de los precios del café. Una bonanza que todos pensábamos  podría sacarnos de la pobreza y convertirnos en una sociedad más equitativa y prospera. Pero No. El presidente de entonces, Alfonso López Michelsen, decretó que la bonanza no era de los colombianos, sino de los cafeteros, y todo se echó a perder. Los cafeteros se quedaron con todo, pero al final la despilfarraron y siguieron siendo “pobres cultivadores de café”, que hoy  mendicantemente claman por mejores precios.

En los años 80, para nuestra desgracia,  nos llegó la bonanza coquera. Pablo Escobar, Rodríguez Gacha y otros muchachos, pobres pero emprendedores, decidieron volverse respetables empresarios. Se dedicaron a exportar ya no kilos, sino toneladas de cocaína. Con su poder económico penetraron y corrompieron el Estado, a los políticos y a la justicia. No faltaron avispados empresarios que cayeron en la tentación de subirse al tren de la bonanza coquera. Mientras su criminal labor se desarrollaba  pujante, banquero y empresarios se lucraban y miraban para otro lado, no hacían preguntas. El propio presidente López Michelsen llegó a proponer la legalización de los dineros del narcotráfico a través de la llamada ventanilla siniestra del Banco de la Republica, en un cínico esfuerzo por acrecentar las finanzas públicas de su gobierno.

 

El poder corruptor del dinero de la bonanza coquera
se extendió a amplios sectores de la sociedad
que directa o indirectamente fueron arrastrados

 

El poder corruptor del dinero de la bonanza coquera se extendió a amplios sectores de la sociedad que directa o indirectamente fueron arrastrados. Muchos ricos, medios y pobres terminaron vinculados al negocio de mil maneras. Los carteles de la droga se volvieron parte de la sociedad colombiana. El sicario motorizado se convirtió en uno de nuestros personajes típicos. El presidente Turbay desesperado propuso pragmáticamente  “reducirla la corrupción a sus justas proporciones”.

Enriquecidos y enloquecidos decidieron incursionar en la política. Podía ser un negocio tan lucrativo como exportar coca. Pablo, el patrón, se hizo elegir representante a la Cámara. Los del cartel de Cali, más discretos, como lo recomendaba el Padrino III, compraron y eligieron decenas de parlamentarios. Como no pudieron corromper a toda la sociedad optaron por la violencia criminal. Mataron tres candidatos presidenciales que se les atravesaron en el camino. Crearon oficinas especializadas y ejércitos mercenarios dedicados al crimen y a la destrucción. Pablo Escobar y Rodríguez Gacha terminaron muertos y sus fortunas vueltas cisco. A los colombianos nos quedó su violencia criminal, el huevo de la serpiente del paramilitarismo, miles de muertos, la moral pública destruida, las instituciones de la justicia sometidas y corrompidas. Una bonanza para olvidar.

En los años 90 nos llegó la bonanza petrolera. Se nos dijo que con el descubrimiento y explotación de Cusiana y Caño Limón seríamos un país rico, próspero, potencia en Latinoamérica. Al presidente Gaviria le tocó la fortuna de administrarla y claro, la no difícil tarea de despilfarrarla. No se sembró la bonanza como aconsejaban algunos. Las regalías petroleras se convirtieron en festín y botín para los politiqueros y los corruptos.

Como en la hojarasca garciamarqueña, el dinero fluyó a granel en Arauca y Casanare, políticos, corruptos y hasta el propio ELN  hicieron su agosto. Pero pasada la euforia y saqueadas las arcas públicas, otra vez quedamos en la frustración y en la pobreza. Hoy, se nos dice, que la causa de todos nuestros males presentes es el fin del pujante y prometedor modelo minero exportador y la caída de los precios internacionales del petróleo.

En 1991 como fruto de las negociaciones y abandono de las armas por parte del M-19 se nos apareció la que bien podemos llamar bonanza democrática, con la Constitución de 1991. Una bonanza política que nos abría la posibilidad de ser una sociedad más democrática, más incluyente, menos segregada, más equitativa o sencillamente un Estado Social de derecho. Todos nos pusimos de acuerdo en su contenido y a tres manos liberales, conservadores y la izquierda representada por el M-19, la firmaron para beneficio de todos. Vana ilusión. También esta bonanza terminamos  despilfarrándola.

Al poco tiempo de aprobada, los poderes tradicionales y conservadores empezaron a desmontarla. La convirtieron  en un traje nuevo lleno de remiendos. Todo lo bueno, lo progresivo, lo democrático que tenía la Constitución del 91 empezaron a desmontarlo,  hasta convertirla en un Frankenstein. Lo único que se ha logrado salvar a duras penas es el título relacionado con los derechos fundamentales.  Lo demás lo embolataron, lo tergiversaron, lo amañaron a los intereses y privilegios de los de siempre.  Basta mirar  cómo fue pensada y diseñada la Justicia, la Procuraduría y la Fiscalía y como están hoy, ineficaces,  corruptas y manipuladas.

Pero Dios no desampara a Colombia. Ahora tenemos la gran fortuna de encontrarnos con una nueva: la Bonanza de la Paz. Fruto del esfuerzo de todos los colombianos, de la decisión de las Farc de abandonar la guerra y la utilización de la violencia como medio de acción política, del empeño de Santos de abandonar la política de tierra arrasada de la otrora seguridad democrática y tender una mano para buscar la reconciliación y la paz. En la paz, como una gran bonanza,  está la esperanza de los colombianos. Hemos hecho el gran esfuerzo de tragarnos muchos sapos, de perdonar el daño causado, de aceptar una justicia benévola frente a los delitos cometidos por la guerrilla, de apretarnos el cinturón frente a las  incoherencias económicas y sociales de Santos, todo en aras del gran sueño de  vivir civilizadamente en democracia sin el uso de la violencia.

 

La bonanza de la paz, a diferencias de las anteriores,
tiene que convertirse en una acción en favor de lo social,
de los excluidos, de los más pobres

 

La bonanza de la paz, a diferencias de las anteriores, tiene que convertirse en una acción en favor de lo social, de los excluidos, de los más pobres. Si Santos y las Farc coinciden en una paz con justicia social, pues que se vea. La inversión en educación sería la mejor manera de sembrar a largo plazo la semilla de la paz.

Sería un crimen perder esta gran oportunidad, por eso hay que estar vigilantes, las nuevas fuerzas políticas y la sociedad en su conjunto tienen el desafío  de impedir que aquellos que han despilfarrado todas las bonanzas que ha tenido Colombia, lo vuelvan a hacer, se vuelvan a salir con la suya. Sería el fin de toda esperanza de dejar de ser los condenados de la tierra que no conocieron la paz estable y duradera, ni la justicia social.

 

 

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
¿En el 2021, un año más sin ir al colegio?

¿En el 2021, un año más sin ir al colegio?

De la vieja pizarra a la pizarra digital

De la vieja pizarra a la pizarra digital

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--