La batalla del semen: bienvenidos al futuro
Opinión

La batalla del semen: bienvenidos al futuro

Por:
agosto 20, 2013
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Imagine que un día la reproducción humana “convencional” quede prohibida. El semen de nuestros hombres se declara ilegal. Eyacularlo ocasiona multas escandalosas y también cárcel a sus emanadores. ¿La razón? Una transnacional lo ha patentado y solo es legal comprar el semen “mejorado y certificado” que la empresa vende.

Cuando las parejas deciden aceptar la compra, para evitarse problemas, les venden el paquete completo: el semen, la implantación, una sustancia sin la cual el nuevo ser no tendría huesos, una sustancia sin la cual  no crecería, otra sustancia sin la cual no dejaría de crecer. Y el nuevo ser tendría a su vez que comprar nuevo semen si se quisiera reproducir.

Como en toda dictadura y acto de infamia contra la vida, de inmediato se organiza la resistencia: grupos de eyaculadores y parejas copuladoras se dan a la tarea de reproducirse ilícitamente y son perseguidos por agentes y robots que tiene permiso para aniquilarlos con sus armas. Luego son presentados en público para escarmiento de los posibles copuladores del futuro.

Pero atención a los discursos: tanto el imperio como la resistencia dirán defender la vida, la libertad y la soberanía. Ambos criticarán la violencia del contendor. Por supuesto, cada cual está hablando de cosas distintas: la resistencia habla de la vida de la naturaleza, incluida la especie humana. El imperio habla de la vida manipulada genéticamente en los laboratorios. La resistencia habla de la libertad de la vida, del planeta y de los seres humanos. El imperio habla de la libertad de los mercados… y así, sucesivamente, cada frase tendrá subtítulos que vayan aclarando qué quiere decir el término para cada hablante.

Aunque parezca  un argumento para una floja película futurista, esto ya está pasando con nuestras semillas: para cumplir con el TLC con Estados Unidos, el gobierno nacional, a través de la resolución 970 de 2010, del Instituto Colombiano Agropecuario, ha prohibido el uso de semillas propias.(Documento completo en http://www.ica.gov.co/) Quienes no compren las semillas “certificadas”, 92% de las cuales son distribuidas por tres transnacionales (Monsanto, DuPont y Syngenta), incurrirán en multas exorbitantes (hasta 6.000 millones de pesos) y/o prisión de cuatro a ocho años.

foto norma bermudez

El Documental 9.70, de Victoria Solano, (disponible en youtube, tal vez no por mucho tiempo), presenta la aplicación de esta resolución en un caso: el arroz de Campoalegre, en el Huila. Miles de familias han vivido de su cosecha y procesamiento durante siglos.  Por tradición nuestro campesinado, de cada cosecha reserva los mejores granos para que sirvan de semilla en la próxima siembra, y así, se va mejorando naturalmente la especie. De ahora en adelante, quienes así actúen son Delincuentes.

El documental parte de unas escenas que han circulado en canales comunitarios y locales y hace poco circularon en la redes sociales (no en los noticieros del sistema), que muestran cómo el Esmad llega al pueblo, decomisa 80 toneladas del mejor arroz huilense, destroza los bultos con maquinaria pesada y los vierte en el relleno sanitario, sepultando las semillas, el esfuerzo y el dinero de miles de familias que viven del arroz.  Hace además un paralelo entre los discursos grandilocuentes y dulzones de los presidentes Obama, Uribe y Santos y su amarga traducción en la realidad de la gente colombiana.

Es por eso que esta semana, ante el anuncio del paro agrario, el gobierno no ha anunciado que se preparan políticas y programas sociales, o al menos  estudios sobre el efecto de los TLC en la realidad rural, tampoco se están buscando recursos económicos para subsanar los estragos, o ideas para sacar al campo de la asfixia en que la han sumido estos tratados. Lo único que ha preparado el gobierno es al Esmad. En las carreteras, en los lugares de concentración, ya vemos aposentados a estos hombres, que parecen manipulados genéticamente para odiar y golpear a quienes reclaman legítimamente sus derechos, el derecho a la comida, al futuro.

Circulan comerciales en los que se presenta a los movimientos sociales como violentos, agresores de la Policía y del Estado. Se omiten acercamientos en los que se vean las manos callosas, las caras tostadas o se oigan los acentos maravillosos de la gente del campo.

Aquí lo que hay es una batalla por la vida, por la libertad y sobre todo, por el significado simbólico de ambas. Por eso, cuando vea el cubrimiento que hagan los medios comerciales de los paros y el tratamiento que el gobierno y  la policía les dé, piense lo que usted estaría haciendo por recuperar la soberanía del semen, si fuera parte de la batalla. Vale la pena ver desde otro ángulo.

 

 

 

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