La arcaica y obsoleta rosca artística bogotana, ¿no hay más?

La arcaica y obsoleta rosca artística bogotana, ¿en serio no hay más?

La rosca ronda entre los 60 y 80 años, se declaran artistas “transmedia” como para estar a tono con esta época, pero ni ellos mismos saben muy bien qué significa

Por: Mateo Duarte del Castillo
febrero 23, 2024
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La arcaica y obsoleta rosca artística bogotana, ¿en serio no hay más?
Fotografía: Canva

Rondan entre los 60 a 80 años, viven a duras penas, pero orgullosamente en Chapinero, la Candelaria y la Macarena, y digo a duras penas porque pasan las duras y las maduras por la gentrificación de estos barrios, o pagan servicios o comen, sus talleres o espacios de trabajo están repletos de cuadros o esculturas que obviamente nunca vendieron en su época dorada porque no les pagaban lo que ellos(as) pensaban que costaban…

Ahora en su ocaso no les ofrecen ni para pagar la cuenta de la tienda, pero ahí siguen, en el estudio que también hace de cocina hay una estufita eléctrica de una hornilla con una olla con arroz y una cafetera igual de vieja a su dueño, es un misterio como sobreviven.

Se declaran artistas “transmedia” como para estar a tono con esta época, pero ni ellos mismos saben muy bien qué significa, vieron el término en una revista de arte alemán y les quedó sonando.

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A duras penas también logran hacer exposiciones o retrospectivas que se trata más bien de lograr vender todo ese stock arrumado en el estudio, le hacen una pequeña autocuraduría, una línea de tiempo, se echan la bendición y le ponen de nombre a la muestra “visiones, 1989-2024”.

En la exposición (colectiva) se reúnen todos estos(as) dinosaurios a alabarse unos a otros, suenan palmaditas en la espalda por doquier y están muy atentos a cualquier cliente potencial.

Le explican a jóvenes asistentes que con ellos morirá el arte porque la basura posmodernista, los happenings y las instalaciones son el último clavo del féretro donde será enterrado el arte “de verdad”.

Ah, me faltaba contar que todo el catálogo de fotografías, cuadros, esculturas y tapices está en promoción pague 1 y lleve 2, maldita gentrificación.

Pero bueno no todo es café rancio y cuentas impagables, se logró vender algo en la galería así que se puede celebrar, entonces al único que le va medianamente bien del parche porque alguna vez conoció a Andrés Caicedo y se ha lucrado exprimiendo el recuerdo con el escritor, don Sandro Romero abre las puertas de su casa para invitarlos a una paella y un vinito.

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Por fin el arroz sabe a algo diferente, entonces ya con el estómago lleno y después de rotarse par porros empiezan a declararse decepcionados con el gobierno Petro y su ministerio de la Cultura porque no les subvencionaron sus proyecticos que tenían engavetados hace años, ese de visibilizar comunidades por medio de la neurosensibilización artística en la Colombia profunda “a ver si los campesinos del Vichada pueden saber apreciar algún día quien fue Lorenzo Ghiberti, el maestro escultor del Renacimiento y dejen por un rato los corridos mexicanos” ajá.

Pero Petro y su ministro tienen otros planes y agendas, por eso en la rosca artística bogotana no cae muy bien el presidente y les encanta recordarlo como “el alcalde sátrapa ese”. Calma chicos, en otro momento será, así que al cabo de dos semanas de vuelta a la cruda realidad, a saltar matones para pagar recibos, a pedir prestado y a buscar alguna facultad de arte donde dar clases, la dura vida del artista en Bogotá.

Como toda regla tiene su excepción hubo y hay artistas que sí lograron reconocimiento y no son Fernando Botero, por ejemplo Doris Salcedo, Antonio Caro o Rubén Afanador, por mencionar algunos que a punta de trabajo duro y talento se hicieron a un nombre, pues no todo es rosca en la ciudad de la furia.

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