Invercolsa
Opinión

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La infamia de Arizmendi me obliga, por consideración a sus oyentes, a los míos y a los colombianos que ignoran el asunto, a resumir, otra vez, el tema de esa compañía

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junio 05, 2017
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A propósito de pedir disculpas por noticia falsa que dio en mi contra, el señor Arizmendi, director de Caracol, aprovechó la ocasión para mandarme puñalada por la espalda sosteniendo que lo de Invercolsa fue una estafa contra Ecopetrol.

La infamia de Arizmendi me obliga, por consideración a sus oyentes, a los míos y a los muchos colombianos que ignoran el asunto, a resumir, otra vez, en qué consiste el tema de esa compañía, dicho al paso la que más dividendos y riqueza le ha producido a Ecopetrol, gracias a lo que pude hacer por ella en asocio de los otros accionistas privados.

Ecopetrol creó ella sola a Colgás y a sus filiales en muchos lugares del país. Los empleados de Ecopetrol encontraron un filón de oro en la emisión de acciones de las filiales, que suscribían los compinches de aquellos funcionarios por el valor nominal del capital, mientras decían, a nombre de Ecopetrol, que no les interesaba suscribir lo que le correspondía. Así desmantelaron a Colgás y ese fue el estado en que se encontraba cuando don José Urbina, gran señor y gran empresario, recorrió el país comprando todas las acciones que desencantados y legítimos tenedores le ofrecieron. Huelga decir que en todos esos años Colgás no repartió ni obtuvo un peso de dividendos.

Acepté el encargo profesional de defender esas adquisiciones y luego fui por años miembro de la Junta Directiva de esa compañía tenedora de acciones, minoritaria en todas partes, cuando ya no pudo ser condenada al despojo.

Pero  las tensiones entre Ecopetrol y el sector privado, que yo representaba en la Junta con don José Urbina, eran graves y continuas. Intentamos mil maneras de liquidar la compañía y se acordó crear una nueva empresa, que asumiera todos los activos de Colgás, Invercolsa, que facilitara la división. Invercolsa nació para liquidarse y las dos partes acogieron mi nombre como el único que les garantizaba la liquidación profesional y limpia de sus intereses comunes.

Asumí el cargo de Presidente de la Empresa, sujeto a lo que dispusiera la Junta, con una remuneración simbólica y una carga de trabajo importante. Lo hice para que se encontrara salida a un viejo conflicto y para pagar la gentileza que recibí de los accionistas.

Pero la controversia continuó y cada fórmula de división encontraba su correspondiente obstáculo. Y yo no tenía tiempo ni ganas para seguir en ese debate inútil. Así que renuncié y fui reemplazado por personajes de tan alta significación como Carlos Lleras de la Fuente, Martha Lucía Ramírez y Enrique Vargas Ramírez. Todos fueron como yo trabajadores de la sociedad, solo que su salario era 15 veces el mío.

 

Mi separación de Invercolsa fue total.
No fui enseguida ni miembro de la Junta, ni asesor, ni cosa alguna.

 

Mi separación de Invercolsa fue total. No fui enseguida ni miembro de la Junta, ni asesor, ni cosa alguna.

Hasta que me sorprendió un 29 de diciembre la noticia de que Ecopetrol quería vender sus acciones en la compañía. Las condiciones me parecieron atractivas, como le parecieron a don Marcel Laniado, Presidente del Banco del Pacífico del Ecuador, quien me financió la compra del 20 % de la compañía en una primera vuelta a la que podía concurrir como trabajador que había sido de la empresa.

Presenté la oferta, los certificados de mis servicios y las garantías exigidas. Y Ecopetrol me vendió las acciones. Ecopetrol dio la orden de registrarlas a mi nombre. Ecopetrol recibió el precio pagado, que fue exactamente el que propuso en la oferta y que nunca ha devuelto. Y después de todo ello se arrepintió del negocio e intentó imaginativas acciones administrativas para inclumplirlo. En vano. Todas las superintendencias fallaron a mi favor.

Conformada la mayoría, los privados hicimos lo que Ecopetrol nunca quiso, consolidarla en una empresa filial, que fue Alcanos del Huila. Ha sido el motor de Invercolsa y a la que se debe que las acciones hayan multiplicado quince veces su valor, cuando menos, y arrojado grandes dividendos que Ecopetrol, y no yo, ha recibido puntualmente.

Las acciones judiciales continuaron en mi contra  y contar sus peripecias sería asunto demasiado largo para estas líneas. El resultado de sentencias injustas le dio a Ecopetrol las acciones y no ha devuelto el precio. En suma, se enriqueció contra su voluntad y se quedó con el dinero ajeno. Eso lo llamo robar.

No contento con lo dicho, Ecopetrol inició en mi contra proceso penal por simulación de calidades, falsedad y otros delitos. Todos los fallos, ejecutoriados hace años, llegaron a mi favor. Los jueces penales han dicho que nunca obré de mala fe, que mi actuación fue impecable y archivaron los procesos en mi contra. Y ahora Arizmendi me llama estafador. Con sentencias en la mano le exijo respeto, para que no tenga que hacerlo ante los jueces penales por el delito de calumnia. Esperaré con paciencia, que no será ilimitada.

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