Soy Óscar Cháves, trabajo en la calle hace 4 años con mi pareja y somos apenas un par de los miles de ciudadanos que día a día trabajamos la calle. Les vengo a contar un testimonio de primera mano sobre lo que pasa hoy día con los venezolanos particularmente en Transmilenio, pero les diré antes de seguir que nunca he recibido ayudas del estado o la empresa privada colombiana, a pesar de que he tenido reconocimientos a nivel internacional, no tenemos servicio de salud, ni subsidio de ningún tipo, no tenemos más que lo que la gente nos brinda día a día a cambio de nuestras canciones. Pero esta perorata de la adversidad solo la he dicho por medio de este escrito, nunca ha sido un discurso callejero para ganar dinero, no es un show para mostrar, porque todos tenemos nuestro drama, sacar lucro del propio drama no es otra cosa que despertar lástima.
Desde los medios y el mundo virtual dicen los opinadores de escritorio ¿qué piensa usted hoy en día sobre Venezuela? Esa es la pregunta de moda, por eso tiene que tener una respuesta de moda, una corrección política de gran benevolencia: "Venezuela está jodida, abramos nuestras puertas y seamos solidarios, pobrecita venezuela en manos de maduro, ayudémoslos!" ¿Y quién nos ayuda a nosotros mismos?, ¿no tenemos dramas de talla mayor?, ¿no tenemos en Buenaventura indígenas recibiendo 10 papas y un rollo de papel higiénico como ayuda estatal?, ¿no tenemos una Guajira miserable que a veces pareciera en los noticieros como una pequeña isla somalí en América?, ¿ya se nos olvidó la manera de alimentar a los niños en los colegios de la Costa?
Nadie nunca concebiría llegar a otro país a mostrar lástima para sobrevivir, pero en la práctica, al transeúnte Bogotano le parece fascinante esas historias en cuerpo ajeno, se embelesa con las historias tristes. TransMilenio es el emporio de la lástima , mas que el maní o los músicos populares lo que más dividendos ofrece es dar lástima, y la lástima de ahora tiene nombre: "Venezuela". Los venezolanos que han venido a empoderar las calles han aprendido con gran rapidez esta situación, su discurso ahora enriquecido con el lenguaje colombiano siempre es el mimos: "Chamo, en Venezuela yo era ingeniero pero la situación me tiene aquí pidiendo con vergüenza a ustedes... yo se que esto es molesto... saludar y ser saludados...etc". Todo un libreto.
El hecho es que la cosa encanta, y al habitante de Bogotá le encanta mostrarse benévolo, se siente benefactor de pobres hombres caídos en desgracia, pues se supone y creen que este es un país mejor. Los pasajeros se suben a uno o dos buses al día, pero los trabajadores informales somos los que vemos que la escena se repite miles de veces porque son miles los nuevos venecos en transmilenio. No sobra decir que no son todos traen ese discurso; en medio de ese tumulto unos pocos vienen con la frente en alto, con su tragedia en el corazón, con el talento en las manos, y todas las ganas de aportar, pero son los menos.
La inmigración desde Venenzuela ha tenido consecuencias sumamente negativas para los trabajadores informales y se augura que va a empeorar, la calle guarda cierto nivel de equilibrio entre todos los que la debemos compartir, es un sociosistema frágil que acoge a todo tipo de desterrados, ¡Pero en su justa medida! La llegada de venezolanos es tan, pero tan masiva que está rompiendo un equilibrio que ya está desatando enfrentamientos entre locales y foráneos. Bogotá no está preparada para recibir la entrada masiva y en constante aumento de extranjeros sean de donde sean , primero porque aun no tenemos condiciones dignas para el grueso de los habitantes locales, segundo porque no tenemos una experiencia moderna de inmigración masiva a Bogotá.
Lo que sí es mas de conocimiento mediático es el despliegue de oportunismos político: sale el alcalde a decir que va a dar ciudadanía a los venezolanos, linda manera de ganar votos!, mientras tanto nosotros a sus ojos seguimos siendo ciudadanos de segunda. Sale el presidente y la Holguín a mostrarse como los mejores anfitriones de los migrantes venezolanos; los ricos siempre tan benévolos con los pobres que no están en su vecindario! Y los televidentes, que digo, los ciudadanos de a pie, que como en un relato zombie se creen el cuento, les han brindado un respaldo que raya en lo ridículo: En el día a día cuando uno reclama a un velezolano por violar la norma mas simple o quizá la única norma para el trabajo informal en Trasmileinio, que es respetar el turno, la gente se pone del lado de ellos, parte porque eso los hace sentir mejores personas y sobretodo, y vuelvo y digo, porque no saben que es lo que está pasando de día a noche en la calle.
El consuelo que queda que en Venezuela la cosa mejore ¿Y si la situación de Venezuela no mejora? ¿Y si mejora, cuándo?, ¿cuándo nos ocuparemos de nuestros problemas?, ¿cuándo tendremos un país realmente digno para acoger extranjeros? Seguramente el día en que el pueblos y sus gobernantes dejen de evadir el espejo y ver la miseria que cargamos, (lo que en mi opinión está lejísimos). Lo que sí es seguro es que si la llegada de venezolanos sigue a este nivel los enfrentamientos y la miseria ya no será exclusiva de Caracas sino que Bogotá mostrará otra de sus facetas.
