¿Gustavo Petro y el comunismo?

¿Gustavo Petro y el comunismo?

"En temas de populismo no puede existir en el país mejor representante que el mencionado político"

Por: Rafael Jesús Calles Moreno
enero 17, 2018
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¿Gustavo Petro y el comunismo?
Foto: EFE/LEONARDO MUÑOZ

Muchos son los fenómenos que han distorsionado las condiciones económicas, políticas y sociales de diversos países en todo el mundo. Algunos de ellos son de carácter inevitable por factores exógenos que escapan de las manos de cualquier ciudadano. Sin embargo, los más lamentables errores en la historia contemporánea han estado bajo la complicidad de una sociedad desentendida en cuanto a drásticas decisiones se refiere, esas que terminan por desviar el rumbo de una nación hacia el más oscuro abismo. ¿Abismo? Sinónimo perfecto de comunismo. Disfrazado como un modelo político igualitario que, en la retórica, ocupa el primer plano de lo perfectamente realizable en el mundo terrenal. Pero, ¿qué hay del comunismo en la praxis? Nada más que un cáncer que carcome cada centímetro de aquel país que equivocadamente le abra la puerta ante un llamado al cambio y la equidad.

Por 16 años tuve la desgracia de vivir bajo el régimen dictatorial del presidente Chávez, aunque agradezco ese tiempo como un espacio suficiente para conocer los más profundos detalles y acciones de una ideología comunista que destruye todo a su paso. Con un discurso populista que le decía a la gente lo que querían escuchar más no lo que se debía decir, el ahora difunto Chávez alcanzó la presidencia; ante la complicidad de una sociedad sin memoria que olvidó cómo en 1992 traicionó sus principios como militar alzando las armas en contra de su comandante en jefe, de las instituciones y de todo un país en un golpe de estado inconstitucional. Populismo, falta de memoria e indiferencia son tres elementos que aseguran una mezcla homogénea con un simple y único resultado: destrucción. Eso sucedió cuando Hugo Chávez alcanzó la presidencia de Venezuela y podría ocurrir con Petro.

Dicho esto, hagamos una correlación entre los tres factores mencionados y la representación de Gustavo Petro como implementador de los mismos.

En temas de populismo no puede existir en el país mejor representante que el mencionado político. Un hombre que, al ser cuestionado sobre cuál será su propuesta económica de alcanzar la presidencia, respondió que el uso de la energías limpias será la punta de lanza de su programa. Excelente discurso para decirle a la gente que pagará menos por la energía, error para revertir un desempleo del 8.4%, un dólar a 3.000 pesos y una inflación rondando el 4.1% simplemente con paneles solares. Populismo.

En entrevista con Noticias Caracol del día 17 de noviembre de 2017 fueron reiteradas las ocasiones en las cuales el candidato del movimiento progresistas asoma la eliminación de la propiedad privada como un elemento de su política gubernamental. Al ser consultado sobre el tema afirmó que “los empresarios que se llaman a sí grandes poseedores de tierra, ¿serán amigos nuestros? No, quizás buscaran mantener esa posesión improductiva de la tierra. Pero millones de campesinos que quisieran volverse empresarios estarían con nosotros”. Mucho cuidado señor Petro, no se le olvide que expropiar es robar y que una sociedad equitativa no se construye despojando al rico de lo que tiene para entregárselo al pobre; tal como sucedió en Venezuela y como hoy, el mundo entero, puede observar las nefastas consecuencias de dicha práctica usurpadora. “¿No habrá estatización en su gobierno?” Preguntó Juan Roberto Vargas, “No, pero sí habrá empoderamiento público” respondió Petro. Curiosa frase que utiliza Nicolás Maduro para justificar los saqueos de comercios, invasiones de tierra y expropiaciones; eso es lo que la izquierda llama “empoderamiento público”. Otra vez el populismo deja ver su lado manipulador.

La falta de memoria política no puede pasar desapercibida en el caso de Gustavo Petro. Es inconcebible que pueda llegar a la presidencia de la república un hombre que hizo parte de una guerrilla asesina y delincuente como la del M-19; esos que violaron la institucionalidad del país al tomarse el palacio de justicia en 1985 y pretenden devolverle a la sociedad la confianza en las instituciones. ¿Incoherente, verdad? Como también son incoherentes sus declaraciones al comentar que el modelo de Venezuela fracasó cuando en repetidas ocasiones ha respaldado al régimen asesino y opresor de Nicolás Maduro. Tal fue el día de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente de dicho país, cuando tuiteó textualmente lo siguiente “Se puede estar en contra de Maduro, del modelo petrolero y minero extractivo, ¿pero contra este pueblo porque vota y decide soberanamente?” Petro es un cómplice más del engaño y el robo al que han sido sometidos los venezolanos, cosa que no extraña pues pertenece a la misma camada.

A Petro le disgusta la corrupción, pero se siente cómodo con dicha práctica cuando le beneficia. Bien dicen que no existe mejor herramienta para la izquierda que el dinero contante y sonante. Pretende que olvidemos cómo favoreció a sus cuñados con la construcción de 94 apartamentos en el Humedal la Conejera, afirmando que la construcción estaba fuera de los límites del área restringida cuando la Personería demostraba lo contrario. Pero claro, no perdió ni un minuto para gritar a los cuatro vientos en contra de las propuestas del alcalde Peñalosa frente a la Reserva Van der Hammen.

El candidato también pretende que pasemos por alto cómo la “Bogotá Humana” desangró las arcas de la ciudad. Petro demostró su incompetencia como gerente y administrador. Según cifras oficiales del Departamento Nacional de Planeación la deuda pública de la capital colombiana alcanzó 1.8 trillones de pesos en el año 2014, incluso por encima de los niveles de endeudamiento del departamento de Antioquia con Fajardo a la cabeza. Lástima que no pudo escudarse en sus antecesores para justificar sus malas prácticas, sería poner de manifiesto que la izquierda en el país ha sido la responsable de los mayores escándalos de corrupción en la historia; sino que lo diga su colega y compañero de ideología Samuel Moreno.

La indiferencia y la falta de compromiso de la sociedad con respecto a su futuro es una pieza fundamental en el engranaje del comunismo dentro de la política nacional. Apoyar el descontento popular frente a la clase política tradicional es una práctica arraigada del comunismo, en la cual manifiestan que siempre gobiernan los mismos para hacer ver que las elecciones ya no son un instrumento democrático. Al contrario, dicho discurso está encaminado a la abstención; característica que les ha dado réditos de sobra en sus aspiraciones por alcanzar el poder. Colombia, siendo un país claramente abstencionista debe procurar enfrentar con votos a quienes pretenden acceder al poder para destruir todo aquello que se oponga a su proceder.

No es coincidencia que luego del golpe de estado causado por Hugo Chávez en el año 1992 la participación ciudadana en las elecciones presidenciales de Venezuela en los años siguientes cayera en picada; los estragos del comunismo comenzaban a filtrarse dentro del día a día para generar un resentimiento del cual obtendrían excelentes resultados. En la elección del año 1988 participó el 81.92% de la población inscrita, rondando el nivel promedio de participación en la cuarta república Venezolana. Luego del alzamiento armado mencionado la participación bajo al 60.16% en las presidenciales de 1993, pasando por niveles cercanos al 62% en 1998 y culminando con la perpetuación de Chávez en el poder en el año 2000, donde solo el 56% de la población habilitada ejerció su derecho al voto. Es sencillo, entre menos personas se manifiesten en las urnas mucho más cerca estará el comunismo de tomar el sitial de mando que tanto anhelan.

Dicha conducta quedó demostrada en Colombia en el plebiscito del 2 de octubre, donde las Farc como principal protagonista repitió la estrategia. Así pues, solo el 37.43% de los colombianos habilitados para votar manifestaron su posición en la decisión más trascendental de la historia contemporánea del país, cuando por compromiso moral cada ciudadano estaba en la obligación patria de hacer valer su voz y su voto. ¿Vaya estrategia no? Por solo 53.909 votos fallaron en su objetivo. Las tendencias políticas van y vienen, pero las prácticas criminales en contra de la democracia estarán siempre de manifiesto cuando el comunismo se viste de protagonista.

Gustavo Petro representa el conductor de ese vehículo llamado comunismo, tocando la puerta de la casa de Nariño. El destino es claro: llevar a Colombia rumbo directo a la miseria, la desidia y el odio; tres baluartes fundamentales de los gobiernos comunistas. Es cierto que los sucesos no ocurren de la misma manera dos veces, pero es inconcebible ignorar las razones que han causado toda clase de macro problemas a sociedades que jamás imaginaron hacer frente a crisis de tal tipo.

Colombianos, en sus manos está defender a capa y espada la república, la democracia y sus instituciones ante la amenaza comunista que pretende destruir cada espacio de un país que es sinónimo de independencia, coraje y libertad.

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