Grecia pasó la página: Kyriakos Mitsotakis sucederá a Alexis Tsipras como primer ministro

Grecia pasó la página: Kyriakos Mitsotakis sucederá a Alexis Tsipras como primer ministro

El conservador arrolló y logró una contundente mayoría en los comicios. Soplan aires nuevos sobre los problemas de siempre

Por: Francisco Henao
julio 08, 2019
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Grecia pasó la página: Kyriakos Mitsotakis sucederá a Alexis Tsipras como primer ministro
Foto: Twitter @kmitsotakis - @tsipras_eu

¿Cuál es la imagen de Grecia hoy?

“La de los griegos mirando las vitrinas de los almacenes y se van, porque no tienen dinero para comprar lo que hay en ellos”, responde el novelista Petros Márkaris a El Mundo (4 julio).

Grecia es la metáfora viva de lo que ocurre hoy en el mundo del capitalismo que no ha sabido hacer las cosas bien. Es el monopolio de decenas contra la depauperización de miles. Hace 10 años Grecia le anunció a la Unión Europea que sus déficits eran mayores a los declarados. Fue una bomba nuclear, los bancos —directamente concernidos— estallaron de angustia. Más cuando se dijo que la deuda pública era impagable; 300.000 millones de euros. ¿Cómo es esto posible? ¿Dónde queda su historia fabulosa? Grecia el gran país que ha nutrido a Europa y a la cultura occidental con sus ideas. Todos los días, en todas las universidades, se cita a Aristóteles, a Zenón de Elea dedicado a hablar de cómo era o qué se requería para tener la virtud. Todavía no hay hoy quien supere las historias de Plutarco que han leído Boecio, Rousseau, Kierkegaard, Borges. Esto demuestra que la historia es cambiante, vive en estado de evolución. Márkaris pone las cosas en su esfera vital: hoy el único valor que cuenta es el dinero, todo se reduce a eso. Sepulta veinte siglos con la visión ontológica del siglo veintiuno.

Pero Grecia se quedó sin dinero. Al menos eso es lo que parece. Y es la madre de todos los dramas, así haya sido tan grandiosa en la antigüedad, pero este ánimo se extinguió, como los dinosaurios; la ‘sabia palabra’ pasó a los bancos y evolucionó en un concepto expresado en ‘balances, cifras y bonos de capital’. Tienen temblando al país, miles de ciudadanos se sienten en la cuerda floja, que han perdido algo valioso.

¿Qué hay de mi futuro?, se cuestionan los jóvenes. Al ver apenas brumas espesas, cuando terminan sus estudios, optan por buscar otros horizontes, lejos del país amado. De 10,7 millones de población, en los últimos 10 años han salido casi medio millón de jóvenes, según el Banco Central Griego. Esta fuga de cerebros le ha costado al país $ 15.300 millones de euros. Es una desbandada desesperada, un arquitecto puede ganar 500 euros al mes, y como ahora funcionan las becas erasmus, más pronto lo hacen. Este fenómeno de desertización amenaza las tasas de natalidad. El parlamento griego ha dado unas cifras, habla de caída, en veinte años la población va a descender a 9,5 millones. ¿Dónde están los jóvenes porque esto es idéntico en Hungría, España? En Alemania los inmigrantes frenan su envejecimiento y les permiten mantener sus altos niveles de vida. La disminución de la población rusa es calificada de “catastrófica”, según dijo la viceprimera ministra rusa, Tatiana Golikova, en San Petersburgo, el pasado martes 2 de julio.

Extraña noticia esa acerca de que el dinero escasea en Grecia, cuando lo que se ve es que corre en abundancia paralelo a los vientos que agitan el mediterráneo. Tantos años celebrando al armador Onassis como el hombre más rico del mundo, a su gran rival en los negocios Stavros Niarchos, sus barcos llevaban por los mares más de un millón de toneladas en carga. El armador George Vernicos se ufanaba diciendo, “los griegos somos los taxistas del mar, transportamos de todo, somos los número 1 del mar”. Así es, la flota mercante griega es la mayor del mundo. Con el dinero que mueven sus puertos, no habría necesidad de negociar con Bruselas, ni que nadie se fuera del país, ni Yanis Varoufakis viviría tan enojado con el sistema financiero. Son familias que abarcan varias generaciones haciendo negocios en el mar. Algunos de ellos ni ponen los pies en tierra firme, pero amasan fortunas. Muchos construyen buques, tienen empresas de remolque, de salvamento, de logística marítima. Vamos, aprendieron de los fenicios, esos marinos que navegaban a ojo y llamados ‘los carreteros del mar’, como nos enseñaron a todos, en segundo de primaria. Aunque los griegos se hicieron más hacendosos y perfeccionaron sus argucias. Por qué no, se les podría llamar ‘los arguciadores del mar’.

Pero la crisis nuclear del 2009 mostró que el país sería inviable sin dinero. Se empezó a hablar del Grexit. La Unión Europea hervía en iras y frustraciones. De 2010 a 2015, Europa rescató a Grecia con tres préstamos sucesivos por un valor total de $ 346, 8 billones de euros. Es una cifra apocalíptica, difícil de visualizar por el europeo que camina, atónito, por las calles de Colonia, Burdeos, Brujas, Sevilla, Oporto. Grecia se tambalea, en un poco más de tres años, de noviembre de 2011 a enero de 2015, se nombran cinco primeros ministros: Papandreu, Papademos, Pikrammenos (duró un mes), Samaras y Alexis Tsipras, que hizo posible que por primera vez la izquierda radical gobernara a la tierra de Sócrates (condenado a beber la cicuta). Tsipras quería revolucionar Grecia, un país que ofrece maltrato, engaño y pobreza a sus ciudadanos desde hace muchas décadas. Luego de su victoria introdujo los controles de capital, a priori una medida ‘sana’, para evitar la temida fuga de capitales. Los economistas no saben si la medida, en situaciones de crisis financiera, vale o no.  A Tsipras, 45 años, dice Georges Pagoulatos (Le Figaro, julio 5), profesor de economía de la universidad Atenas, la medida no le resultó, porque tuvo enormes costos económicos y financieros “resultante del control de capitales y el cierre de bancos y la pérdida de $ 25.000 millones en acciones por parte del Estado accionarial”.

Luego están las escabrosas “medidas de austeridad” que se han implantado en estos diez años y cuyo único resultado es que los griegos son un cuarto más pobres de lo que eran antes del estallido de la recesión en 2009. Salarios y pensiones han caído más de un 40%, la deuda se ha disparado —¡qué catástrofe!—, va en el 185% del PIB (al inicio de la crisis era de 126%). El destino de Tsipras era ineludible, como en las tragicomedias de Eurípides, entregar el gobierno, sin pena ni gloria, ante la desaprobación de quienes lo eligieron en enero de 2015, por abandono de principios y creencias en nombre del poder. El domingo 7 de julio perdió las elecciones frente a Kyriakos Mitsotakis, 51 años, como auguraban las encuestas desde hace mucho tiempo. Regresa la derecha de siempre, la que tiene a Grecia como está hoy, endeudada hasta las narices. ¿No funciona entonces la democracia? ¿la clase política se ríe delante de todo el mundo, con ese delicado cinismo secular del que son maestros? ¿Cómo explicar tal distopía, que parece un rasgo común de tantas democracias, donde los problemas se enquistan y todos son ajenos a ellos?

En Grecia el clan familiar tiene un culto especial, ¿específico? y muy puntual, (clanes hay en todas partes, los Rothschild, los Kennedy). Por ejemplo, la familia Latsis es una de las más prominentes, la funda Yiannis que inicia su proceso de enriquecimiento en 1938, es un —ya se lo podrán imaginar— armador, compra barcos, todo lo marítimo le incumbe, controla los envíos, se extiende al petróleo —Grecia importa 70% de su energía—, entra al mundo de los bancos, se rodea de amigos influyentes, adquiere fama de caritativo. Muere en 2003 en Atenas, Forbes lo catalogó como uno de los hombres más ricos del mundo; su virtud, no era ostentoso. Tenía casas en Londres, en Ginebra le compró un banco a Aristóteles Onassis —este era servido en sus islas griegas por el restaurante Maxim’s de París—. Entre su caridad se cuenta que ‘donó $ 5 millones de libras esterlinas’ (dice Wikipedia) al partido conservador británico de Churchill y Thatcher. Su holding lo heredó su hijo Spiros, 73 años, quien vive en Ginebra, su fortuna en 2018 se estimaba en $ 3.200 millones de dólares —Márkaris tiene razón, solo se mide el dinero, lo demás es morralla—. Las familias de armadores griegos son célebres, tienen todo el dinero del mundo. Tan famoso como Onassis —fue de los pocos hombres en el mundo que hizo lo que le dio la gana, mientras vivió. Tuvo a las dos mujeres más grandiosas del momento, la diva de divas María Callas y Jacqueline Kennedy—, fue Niarchos —ya dije que fue armador—, quien falleció en una clínica de Suiza, cuya fortuna era de $ 4.000 millones de dólares de los de 1996 y su industria, en el Pireo, empleaba unos 10.000 trabajadores.

Perdóneme lector que sea tan prolijo en lo de los armadores y en sus fortunas babilónicas, de bancos en Londres, Ginebra, Nueva York, equipos de fútbol y baloncesto, como el Panathinaikos, petroleras, negocios con los saudíes. Tanto dinero no encaja con la malhadada deuda griega. “Antes de meterle la mano en el bolsillo a los alemanes, los griegos debían pensar en sus propios millonarios”, dijo el diputado alemán del CDU Kurt-Georg Wellmann, un poco antes del tercer rescate por $ 86.000 millones de euros en julio de 2015. Qué frase tan dura ¿no? El semanario Der Spiegel (El espejo), en un reportaje denunciaba (en 2015) que gracias a 58 regulaciones especiales, unas 800 familias relacionadas con el negocio naviero se encuentran exentas de pagar ningún tipo de impuesto. Desde 1974 —fin de la dictadura de los coroneles y de la monarquía— está escrito en la Constitución, no pagan impuestos sobre los beneficios generados en el extranjero. Entre 2000 y 2010 son 140.000 millones, limpios de impuestos. El no pagar impuestos es una práctica que viene de la época Otomana, no pagar tributos era visto como una forma de resistencia a la ocupación extranjera. El ministro alemán de economía, Sigmar Gabriel, le pedía a Tsipras luchar contra la evasión fiscal, bloqueando cuentas bancarias de ciudadanos griegos en otros países europeos. Pero los armadores responden: si cambia la fiscalidad no damos trabajo a los griegos, o cambiamos de bandera. Total el nudo gordiano no lo destraba nadie.

Pero también hay familias políticas. Semejan dinastías monárquicas, como los Valois, los Borgia, la Windsor. Desde 1974 reinan tres en Grecia, los Karamanlis, los Mitsotakis y los Papandreu. Kyriakos Mitsotakis, ganando las elecciones generales del 7 de julio de 2019, con un 39,8% de apoyos y obtener mayoría absoluta: 158 escaños en un Parlamento unicameral de 300, perpetúa la dinastía presidencial. Constantinos, su padre, gobernó Grecia (1990-1993), se caracterizó por el formidable clientelismo implantado, tanto que muchos griegos le llamaban padre adoptivo. Dora, su hermana, ha sido la primera mujer en ser alcaldesa de Atenas, también ha sido ministra de gobierno. No creo que pierda sus ganas de ser presidenta. Kostas, hijo de Dora, fue electo como nuevo alcalde de Atenas a partir del próximo 1 de septiembre.

Antes de la crisis, la universidad de Salónica hizo un estudio entre jóvenes griegos y preguntó cuáles eran las instituciones en las que más confiaban: no confiaban en los partidos políticos ni en las instituciones públicas. La única institución en la que confiaban era la familia. En mayo pasado volvieron a hacer el estudio, este fue el resultado: los griegos piensan que la familia es la institución más importante, 81%; seguida de las Fuerzas Armadas, 75,8%; en tercer lugar la Iglesia 64%. No cabe duda que esto es kafkiano. A no ser que sea algo apócrifo, dado que fue realizado antes de las elecciones al PE del 26 de mayo. En cualquier caso, es un hecho el triunfo de Kyriakos, conservador del partido Nueva Democracia —¿nueva democracia?—.

El señor Mitsotakis ganó debido a que los partidarios de Alexis Tsipras se decepcionaron porque —como dice el profesor Pagoulatos— “hizo promesas extravagantes, imposibles de cumplir”. A lo único que Tsipras permaneció fiel fue al no uso de la corbata, en todo lo demás se echó para atrás. Tsipras y Syriza provienen de la izquierda radical, como crítico del capitalismo no está preparado para mejorar de manera decisiva las condiciones marco para el sector privado. No fomentó las inversiones, frenó privatizaciones, aumentó carga fiscal sobre trabajadores independientes, lo que provocó que muchos se hubieran ido a la economía sumergida. Fernando Savater tiene una expresión digna de ser tenida en cuenta: “La protesta sin propuesta no sirve de nada”. ¿Cuál es la alternativa al cambio, si es que se propone un cambio? Hay un hecho evidente, la crisis griega y europea, deja ver que el sistema está enfermo, con respiración artificial. La democracia se ha revelado parapléjica. En vez de corregir persevera en sus errores. La historia se repite una y otra vez. Después de votar el domingo 7 de julio, Kyriakos dijo en la televisión pública que se presenta “como alguien que no repite la historia”. Esto no es creíble

Kyrios Mitsotakis no representa un cambio, a pesar de que ha tratado de identificarse como un reformador. Repite lo que todos repiten —como en Francia, en Polonia, en Italia, en España—, ofrece bajar los impuestos —eso lo ofreció Trump, y ahora lo dice Boris Johnson—, abolir los controles de capital y quiere atraer inversión extranjera. Mitsotakis le está prometiendo al pueblo griego, igual que Olafo a Helga, la luna. La gente le sigue la idea, quizás haya algunos que se sugestionen con la idea de un nuevo amanecer.

En una entrevista al filósofo griego, Christos Yannaras, 84 años, le preguntan: ¿qué espera usted del señor Mitsotakis? Responde: “Para ser honesto, nada. Es un mediocre simpático… Es imposible para él librarse de la prioridad de la impresión”

¿La nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, estará dispuesta a hacer más reembolsos para que Mitsotakis, como su padre Constantinos, lo invierta en ese mal crónico del clientelismo y el nepotismo, que destruye el sistema griego? ¿Christine Lagarde, nueva presidenta del BCE, entregará gruesas sumas de dinero, cuando las reformas estructurales siguen paralizadas desde hace 20 años? ¿los armadores seguirán de espaldas a su país, preocupados únicamente de sus negocios en Ginebra y Londres, de agasajar al príncipe Carlos y Camila, mientras el pueblo griego ha sido vilipendiado? El pago de la deuda se ha aplazado para 2033, que está a la vuelta de la esquina. El 20 agosto de 2018 la noticia amable fue que Grecia salía del rescate. Que ya la UE —a través de la troika— no vigilaría más su economía, sus instituciones y que se implementaran las reformas prometidas. Esto ha sido contestado por el polémico exministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, dijo (sábado 6 julio): “Es la más tóxica de las mentiras”, Grecia seguirá bajo la “esclavitud” de la troika, aunque los acreedores se den otro nombre. Varoufakis fue elegido el domingo 7 de julio al Parlamento heleno.

Por tanto el drama griego sigue vivo y palpitante, que junto al otro drama vivo y palpitante del Brexit, al que se les puede unir la deuda infinita y galopante de Italia, plantean enormes interrogantes a todos los actores implicados en que la Unión Europea tenga voz y voto en la geopolítica internacional. Pero no hay que olvidar otra verdad palmaria que ha pronunciado el novelista Petros Márkaris —creador del célebre inspector Jaritos—: los griegos no son víctimas sino cómplices de esta crisis.

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