Exorcista y youtuber, la doble vida del Padre Chucho

Exorcista y youtuber, la doble vida del Padre Chucho

Se hizo cura a los 24 años y en el Vaticano aprendió a expulsar demonios de personas y lugares, como lo hizo en la Casa de Nariño invitado por el presidente Duque

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febrero 25, 2022
Exorcista y youtuber, la doble vida del Padre Chucho
Foto: Cromos

Cuando el cura empezó a rezar, invocando la presencia de Dios con sus manos hacia lo alto, el hombre joven que había llegado con su pequeña hija y su esposa comenzó a golpear su cabeza contra la pared. El sacerdote rezó más fuerte y los golpes también se incrementaron. El exorcista, vestido con sus finos y blancos ornamentos religiosos, empezó a ver en el hombre ya ensangrentado la imagen de su sobrino que para esos días dormitaba en una cama de cuidados intensivos luchando contra el Guillain Barré, una difícil enfermedad que ataca el sistema nervioso y entumece el cuerpo de su víctima.

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El impotente y adolorido sacerdote olvidó la recomendación más importante para salvar su vida: nunca tocar a los poseídos; olvidó todas las reglas y los protocolos. También olvidó los conjuros que estaba haciendo. El padre Jesús Hernán Orjuela, a quien todos conocen como el padre Chucho, soltó el cristo que tenía en sus manos y en medio del llanto se abalanzó hacia el hombre que aun herido seguía golpeando su cabeza contra la pared. La calma regresó a aquel lugar. El demonio, si había un demonio adentro del muchacho, se marchó en silencio sin pelear contra el exorcista.

El padre Chucho no creía ni en brujas ni en magia negra ni mucho menos en hechicerías. Pero en 2015 sacerdotes experimentados lo encerraron, junto a otros cientos de curas bien escogidos, para formarlo como exorcista en el propio Vaticano y le mostraron que el demonio también estaba por ahí.

Siete años después y luego de haberle sacado el diablo a decenas de poseídos, el padre Chucho aún no sabe por qué terminó siendo uno de los pocos escogidos para ser exorcista oficial de la iglesia católica. En aquella oportunidad de Colombia solo fueron dos sacerdotes y en total fueron 140 clérigos del mundo. A él lo escogió el obispo Monseñor Juan Vicente Córdoba.

padre chucho

El obispo de Fontibón, Monseñor Juan Vicente Córdoba (Der.) fue quien le dio la bendición al padre Chucho para ser exorcista de la iglesia católica.

Pocos años después de ordenarse como sacerdote en 1993, con apenas 24 años, empezó presentando la misa dominical en el Canal 13, un espacio muy local de Bogotá de poco público, pero allí demostró su simpatía con las cámaras. El fallecido Jota Mario Valencia, que fue de un ojo sagaz para los buenos presentadores, se lo llevó para su programa Muy buenos Días, de RCN, donde se catapultó a nivel nacional como una estrella de la televisión. Luego tuvo su propio programa como conductor llamado Cura para el alma, que dio buenos números en rating, pero más se parecía a Laura en América que a un programa de ayuda espiritual.

En sus casi 30 años de sacerdocio el padre Chucho ha hecho bastantes detractores. Dice que no lo quieren algunos poderosos por su influencia en la sociedad que lo sigue. No lo quieren algunos ciudadanos porque sencillamente no le creen. No lo quieren varios miembros de la iglesia porque dicen que es payaso y ‘showsero’ y que le gusta estar metido entre pantallas y micrófonos. Y eso es verdad. Al padre le gustan los medios. Tal vez porque desde siempre ha estado en ellos. Los medios le entregaron reconocimiento y lo convirtieron en figura pública.

Las multitudinarias misas que el padre Chucho hacía a las afueras de la su iglesia en Marsella le llevaron a pelear con personas de la misma comunidad y con el alcalde local de Kennedy de la época.

El Padre Chucho, de 53 años, siempre está ocupado. Atiende citas, llamadas, entrevistas. Atiende también diligencias de la muy próspera empresa de plásticos desechables que creó su papá. Y aunque pasa la mayoría del tiempo fuera de Bogotá, no hay domingo que falte a la celebración de las tres misas del día en su iglesia Santuario Diocesano de la Divina Misericordia, en el barrio Marsella, en Kennedy, en donde está desde hace más de 15 años. Tampoco falta ningún 14 de cada mes porque es el día en que hace su muy conocida misa de sanación a la que asisten cientos de fieles creyentes que ven al padre Chucho como a un santo.

Aunque poco habla de las sesiones de exorcismo, porque hay íntima reserva, el padre Chucho cuenta que ha visto de frente como salen huyendo los demonios cuando él hace sus conjuros y ritos antidiabólicos. Usa un libro de pasta dura de carátula color rojo que se llama Ritual de exorcismos, su guía y manual técnico de consulta para conjurar las diferentes caras del demonio que ha llevado a la muerte a muchos.

No solo exorciza personas. También ha sacado corriendo al diablo de varios lugares. Ha rezado la mismísima Casa de Nariño. María Clemencia de Santos, la esposa del expresidente Juan Manuel Santos, una vez lo invitó a limpiar de energías el palacio cuando su esposo era el presidente. Parece costumbre de presidentes, pues Iván Duque y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez también le pidieron sus servicios como exorcista para limpiar la nueva casa del presidente que días atrás había desocupado la familia Santos. Tuvo que desmentir esa información porque causó revuelo nacional. Quedó como un cura mentiroso. Dos años después volvió a revolver la polémica y confirmó que la invitación del gobierno Duque para exorcizar la casa de Nariño sí fue cierta. Dijo haber mentido en su momento para evitar enfrentamientos políticos y conflictos internos en el país. Prefirió ser fusilado en el paredón de la vergüenza.

El padre Chucho es tal vez uno de los curas más polémicos de la iglesia colombiana. Es un hombre de odios y amores. Aunque sus fieles seguidores lo idolatran también hay otros tantos que lo detestan con verdadero odio. En la calle y en las redes sociales, de las que se alejó, le gritan gay, mujeriego y hasta abusador de niños. Aun cuando vive tranquilo con esa pesada carga encima, sabe que se tiene que cuidar. Es tanta la aversión que genera en sus contradictores que es uno de los pocos curas que anda en camioneta blindada y con escoltas.

Ya intentaron matarlo. Fue a comienzos del año 2000, en Bosa, en el sur de Bogotá. Al parecer su trabajo con la comunidad, sacando a los jóvenes de las drogas y el pandillismo, lo hizo aparecer en la lista de enemigos de los jíbaros que mandaban en la zona. Le pusieron cianuro en la copa para consagrar el vino. En plena misa alcanzó a tomar un par de gotas antes de darse cuenta que había algo extraño en la bebida. Horas después fue su médico el que le dio la noticia del mortal veneno.

Como buen famoso, este teólogo de la Javeriana ha sido protagonista de polémicas. Peleó contra el alcalde local de Kennedy porque sin pedir permiso y durante casi un año celebraba sus misas los domingos y los 14 de cada mes en el parque principal del barrio Marsella, a las afueras de la Iglesia, generando caos vehicular en la zona y apropiándose del espacio público. Esa pelea la perdió y sus misas tuvieron que volver al templo, donde no cabían todos.

La imagen del Padre Chucho es conocida en casi todo el país. Sus seguidores no lo buscan solo para que les dé bendiciones y consejos sino autógrafos y fotografías a su lado. Mueren por tocarlo y por verlo. El padre Chucho parece una estrella de rock: muy bien vestido, con carros costosos y choferes y escoltas que le alejaban los fans.

Aunque ya no sale en televisión todos los días, es muy solicitado para hacer entrevistas o dictar seminarios y charlas sobre religión o exorcismo. En la actualidad tiene un canal de YouTube con casi 200 mil seguidores donde sube videos profesionales como intérprete de sus propias canciones religiosas y allí también sube la misa de todos los días. Ahora la plataforma multimedia es la manera de acercarse a su público y de seguir siendo una estrella en la pantalla, mientras llega el momento de retirarse como le gustaría, encerrado en un monasterio como monje beneedictino en soledad y en silencio, dos estados que al controversial padre Chucho le han sido muy esquivas en su muy sonada carrera sacerdotal.

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