¿”El santo cachón” yo? ¡Sí señor!
Opinión

¿”El santo cachón” yo? ¡Sí señor!

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agosto 28, 2013
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A siete de cada diez hombres que sufren “muerte súbita coital”, o infarto durante el acto sexual, les sucede mientras están en plena acción con su amante, no con su esposa. Eso dice un estudio publicado en enero de 2012 por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Inglaterra, y acaba de ser advertido nuevamente por la Universidad de Florencia, en Italia.

Pero mis queridos señores, hoy mi tema no es la infidelidad de ustedes los hombres, sino la de sus esposas. Y es que a propósito del párrafo anterior, me pregunté ¿y de qué sufrirán entonces las mujeres cuando son infieles? Déjenme decirles que de no mucho. Consulté al doctor José Manuel González, un prestigioso sicólogo-sexólogo de Barranquilla, quien con su chispa Caribe me dio las siguientes cifras de acuerdo con su experiencia. Hace 40 años, la proporción de infidelidad femenina era que por cada 20 hombres infieles, una mujer lo era. Hoy, atérrense, por cada cinco hombres infieles, 4,5 mujeres lo son. Mejor dicho, empate técnico y el 0,5 por ciento no lo descuenten porque con seguridad va de la cintura para abajo.

La infidelidad es una conducta inherente a la humanidad, y la de las mujeres — aunque más escasa— ha tenido sus dignas representantes a través de la historia, o si no preguntémosle a Napoleón Bonaparte que llegó hasta Waterloo con el peso de la guerra y de un par de cachos de alce que superaban su estatura por cuenta de su alegre Josefina.

“Me dijeron que te vieron / te pillaron / el otro día sabroseando con un señor /que no era yo”… (El Santo Cachón, vallenato)

Dice el doctor González que descubrir la infidelidad de las mujeres es más difícil porque son más sutiles, más inteligentes, más vivas… En cambio, la infidelidad masculina es más fácil de detectar porque los hombres son menos cuidadosos y como las mujeres son más observadoras, a diez metros ya están viendo sobre el saco el pelo que trae su esposo en la solapa, que es rubio y por lo tanto no es de ellas. En conclusión, las mujeres pueden ser infieles, no se les nota y menos les va a dar un infarto.

Ay, mientras yo / muy solitario / como el llanero / porque tú a mí / me dijiste que ibas de viaje donde tus viejos del alma

Cachos son cachos. Aunque el hombre sigue siendo infiel por machismo y la mujer es más polifacética, son igual de dolorosos. Aquí van las clases de mujeres infieles según nuestro experto:

La intrépida: Es la mujer moderna a la que le encantan los deportes extremos, la adrenalina, lo peligroso, las emociones extremas. Sí, la hiperactiva, la que brinca y grita de emoción, la que abraza por que sí, a la que todo le parece ¡súper! Es infiel por divertirse, no tanto por acostarse con el hombre, sino por la emoción de hacerlo.

La resentida: Lo hace por venganza. Está harta de que su esposo le ponga los cachos, entonces quiere desquitarse enredándose con su mejor amigo (el del esposo), el jefe de él, el primo que más quiere… Entre más cercano, más vale.

La que tiene predisposición familiar: Esta pobre es la hija del papá sinvergüenza o sobrina de la tía Rosita, esa de cero en conducta a la que no se le podía presentar ningún amigo y que escandalizó a la familia con su comportamiento “descomplicado”. Para hablar claro, tiene ejemplo en la propia casa. La familia terminó acostumbrándose y perdonando a estos personajes, y asumen como normal esa actitud por lo que esta infiel dice: ¿Y yo por qué no lo puedo hacer también?

La normalita: ¡Ojo, mucho ojo! Esta es la común y corriente que adora a su marido, es desprevenida pero a quien de pronto un día le surgió la situación porque la vida pone esos escenarios. Es profesional, tiene más espacio, más libertad y de pronto conoce a alguien que le mueve el piso sin estarlo buscando. Esto quiere decir que a cualquiera le puede pasar. ¡Uy!

Y ahora dices tú / que no es así / que ése era un primo / que estaba allá / que te invitó a salir / y te dio pena decir que no

La tecnología es hoy la gran herramienta de la infidelidad. No hay intermediarios y tampoco hay que estar frente a frente. Antes a las señoras les quedaba muy difícil ser infieles porque no había celular. Estaban generalmente en sus casas, atendiendo los quehaceres del hogar y a su familia. No había cómo cuadrar una cita clandestina o volarse para un motel; no había opción de nada. Imagínense ustedes que el tinieblo llamara y contestara el hijo, la hija o el mismo esposo; inclusive la infiel, ¡qué encarte!

Ahora existen los mensajes de texto, el FaceTime, los messengers (de los cuales hoy el WhatsApp es el rey) y una aplicación nueva que es toda una revolución: Bang with friends. Vale 20 dólares y le permite poner al frente del nombre del contacto que está en el directorio si usted se quiere acostar con esa persona. Hasta ahí es privado y ese contacto no se va a enterar, salvo que él o ella tenga la misma aplicación y haya marcado que también quiere acostarse con usted. En ese punto la aplicación ya se encarga de contarles a los dos que pueden tener su aventura. ¿Más fácil?

Que te perdone yo, que te perdone / como si yo fuera el santo cachón/ mira mi cara vé yo soy un hombre / y no hay que andar repartiendo perdón

Aunque las cifras estén casi iguales, la infidelidad de un hombre es todavía en nuestra sociedad más aceptada que la femenina; a esta última todavía se le ve como lo peor, porque así es aún nuestra cultura.

Ser infiel se volvió como el CVY (cómo voy yo) para contratar con el Estado; todo el mundo se acostumbró, ya es tan común que se ve normal, pero es tan dañino el uno como el otro. Alguna vez le escuché a un amigo decir: “Eso nunca sale bien”.

Pero, ¿qué facilita la infidelidad de las mujeres? Tres cosas fundamentalmente: “Los medios que en todo programa meten una historia con cachos donde una canita de vez en cuando no hace daño, la mujer en la calle (trabajando, más libre, más independiente) y la cultura que se ha ido creando alrededor de los derechos que todos tienen”, dice el Dr. José Manuel González. Él asegura que las cuatro clases de mujeres infieles pueden dejar de serlo si tienen en su pareja la adrenalina que necesitan, o la educación sobre la importancia de preservar una familia con la construcción sobre los errores, con el control sobre esos momentos inesperados de tentación y, lo más importante, con el perdón. Sí señores, hay que perdonar porque, dice nuestro experto, que de cada diez parejas que sufren infidelidad femenina ocho salen fortalecidas y dos quedan tambaleando. “La infidelidad de una mujer es un lío tan mayúsculo que bien manejado se convierte en una oportunidad para lograr un vínculo más unido, más fuerte que antes de la infidelidad”, agregó.

¿Usted quiere saber si a su hogar lo está rondando la infidelidad? Entre al blog http://drjosegonzalez.blogspot.com Busque “Cómo prevenir la infidelidad”. Aplica para hombres y mujeres. Se los recomiendo.

 

En lo particular pienso que la fidelidad es un estilo de vida, como lo son muchos otros; así no más. Que los líos ahora no son solo de faldas sino también de pantalones, porque la infidelidad va desde la rumbera tía Rosita hasta la engalanada Diana de Gales, a quien el planeta entero no solo le perdonó su conducta, sino que se la justificó. ¿Recuerdan?

 

¡Feliz resto de semana!

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