El reto de dar un rol activo y útil a los mayores

El reto de dar un rol activo y útil a los mayores

Con los avances científicos, la expectativa de vida ha aumentado, al igual que la calidad de vida. En ese sentido, no hay que relegar a los viejos, sino ponerlos a participar

Por: ismael suárez_córdoba -
noviembre 20, 2020
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El reto de dar un rol activo y útil a los mayores
Foto: Pixabay

El mundo se está volviendo cada vez más viejo, y gracias a la longevidad, sin darnos cuenta, está surgiendo un nuevo grupo social a medio camino entre la edad adulta y la avanzada edad (personas de 60 a 74 años* según la OMS). Vejez que por sí misma es veteranía y que no supone nada más que la experiencia de haber vivido muchos años, lo que ya es bastante, pues todas las vidas —las más notables, las más modestas, las más holgadas y las aparentemente injustas— son una experiencia única de la cual mucho se puede aprender.

Nuevo grupo social de mayores, volcado en la innovación, en el voluntariado y en labores de consultoría especializada en ayudar de forma individual a personas o a empresas. Personas activas de amplia experiencia relacionada, muchas de ellas septuagenarias, respetadas, ampliamente reconocidas en su profesión u oficio. Que gozan de un proceso de envejecimiento activo y saludable, que las Naciones Unidas define como "proceso de desarrollo y mantenimiento que permite el bienestar físico y la plena capacidad funcional de un individuo, durante todo el curso de su vida".

Tiempo en el cual las personas más ricas del planeta registran más de 60 años, que es igualmente la edad promedio de los asistentes en los últimos años al Foro Económico Mundial (líderes mundiales y directivos de grandes empresas). Edad en la que Park Geun-hye, a los 62 años, fue la primera mujer en liderar Corea del Sur (país hoy con el mayor nivel de igualdad de género en el mundo). Joseph Robinette Biden Jr., será el mandatario 46º de los Estados Unidos a los 77 años. Amancio Ortega, fundador de Zara (y del imperio textil Inditex), es uno de los hombres más ricos del mundo a los 83 años. El Papa Francisco, a los 84 años, está al frente de 1.313 millones de católicos. Isabel de Inglaterra, rige los destinos del Reino Unido a los 93 años.

Hoy, una persona de 60 años o más**, que logre beneficiarse de este "tiempo extra", tendrá unos 15 a 20 años de media a su disposición, sobresaliendo los casos de países como Japón, Suiza y España, con 85, 8 años de esperanza de vida. Mejoras que también conllevan retos, al reducir la capacidad productiva y la sostenibilidad de las economías y, por extensión, la de los propios sistemas de bienestar. En un modelo económico que se vuelve caduco, no porque haya aumentado la esperanza de vida gracias a los avances científicos (que hacen posible superar enfermedades y deficiencias que en el reciente pasado eran mortales), sino porque se resiste a prescindir de viejos dogmas que impiden ver las nuevas oportunidades. Tales como las décadas que en el mundo se lleva acortando la franja de edad útil en el mercado laboral, de aquellos que han alcanzado los cuarenta y tantos años, siendo particularmente frustrante como las grandes empresas prejubilan a sus trabajadores en plena madurez.

Prejubilación que no es más que un despido indemnizado, muchas veces con la prohibición de realizar actividades similares. En suma, la muerte laboral de muchas personas, que pasan a engrosar el cada vez más numeroso grupo de los inactivos. Que sumadas a un conjunto de individuos de edades situadas entre los 55 y 70 años (edad de retiro forzoso), supone la nada despreciable cifra de 897 millones en el mundo.  Etiquetas impuestas como calificación identificadora, que conducen a la formación de prejuicios en contra de determinados grupos, incluyendo dentro del mismo a personas que, aún estando en plenitud de facultades, ni siquiera son tenidas en cuenta a la hora de participar en procesos selectivos de personal.

Despreciando hasta el prejubilado temprano, por considerarlo improductivo, pese a que el aforismo "ganarás el pan con el sudor de tu frente" ha sido una frase grabada a fuego en la conciencia colectiva de las sociedades occidentales (luteranas y calvinistas). No obstante, que el modelo económico imperante en esas sociedades, sigue desdeñando a las personas cuando llegan a la supuesta "edad del desuso laboral".

Realidad global que pudiera también ser el tiempo de una nueva valoración de las tendencias al incremento de la población adulta mayor, dada la incapacidad que ha tenido hasta el presente la sociedad, para ofrecer un rol digno, activo y útil a los jubilados. En el que la promoción y adopción de políticas que fomenten el envejecimiento productivo y el valor económico del saber-hacer (know-how), debe ser un elemento esencial si queremos garantizar que todas las personas tengan desde la concepción hasta la muerte, vidas dignas, plenas, seguras y sanas. Con libertad, igualdad y protección, en un doble significado: como posición efectiva ante la ley, y como derecho de no discriminación por la razón que sea. Donde lo más importante es prolongar la autonomía durante el mayor tiempo posible, convirtiendo el envejecimiento en una fuente de oportunidades. "No tengo nada que reprochar a la vejez, puesto que la vejez no es sinónimo de invalidez cuando se ha llevado una vida activa, en trabajos que no se realizan con la fuerza, o con la agilidad del cuerpo, sino con el conocimiento, la competencia y autoridad. En los que de ningún modo la vejez carece de estas cualidades, por el contrario estas aumentan con los años" (Marco Tulio Cicerón 106 a 43 a. C.).

En una sociedad en la que los adultos mayores serán el grupo más numeroso de electores (de 962 millones actuales a 1.400 millones en 2030 - OMS, ONU y Cepal), y en consecuencia, el colectivo que tendrá la capacidad de determinar los gobiernos del futuro. Donde necesariamente se tendrá que contar con ellos, no solo para ofrecerles servicios específicos en materia de salud (derecho inalienable), ocio o bienestar, sino además, para brindarles la oportunidad de sentirse útiles a la sociedad, haciéndolos partícipes de decisiones en diversos aspectos. A través de fórmulas imaginativas que busquen  la dignificación de la persona mayor, articulando su encaje en la sociedad y facilitando como valor agregado esa "sociedad para todas las edades". Expertos en la vida que ya han vivido casi todo, puesto que "el ser humano no se envejece cuando se les arruga la piel, sino cuando se les arrugan los sueños y las esperanzas" (Joan Babot, destacado ciclista español desde los 50 años hasta los 70 años, finalista 6 veces de la Titan Desert by Gaes).

Alcanzando como sujeto de derecho, el respeto como persona. Lejos de la soledad, del abandono, del cumplimiento negligente de protocolos diagnósticos o terapéuticos, y de cada uno de los factores de riesgo o políticas discriminatorias en función de la edad. Que ante el incremento progresivo de su vulnerabilidad, de las pérdidas de su poder adquisitivo (mermado desde el momento en el que un sueldo insuficiente se convierte en pensión), o en situaciones de terminalidad, son sometidos la gran mayoría de ancianos a nivel institucional***.

Notas al texto.  

(*) Generalmente se califica como adulto mayor a aquellas personas que superan los 70 años de edad, etapa de la vida que sigue tras la adultez y que antecede al fallecimiento de la persona. Que según la OMS (Organización Mundial de Salud), las personas de 60 a 74 años son consideradas de edad avanzada, de 75 a 90 viejas o ancianas, y las que sobrepasan los 90 se les denomina grandes viejos o grandes longevos. Y a todo individuo mayor de 60 años, se le deberá llamar de forma indistinta, persona de la tercera edad. Censo Nacional de Población y Vivienda 2018 del Dane, que proyectó para el 2019 un total de 6'509.512 personas de 60 años o más, lo que representa el 13,2% de la población total colombiana.

(**) Quienes concibieron los principios básicos de la medicina geriátrica en el Reino Unido (años 40 y 50 del siglo pasado), lo hicieron como una forma de rebelión contra el fatalismo, abandono y resignación de unos pacientes crónicos ("pluripatológicos" los llaman ahora) de los que nadie se ocupaba. Población mayor marginada, víctima de la "indignidad" social, desahuciada desde una perspectiva médica, abandonada por la familia y la sociedad en asilos y hospitales.

(***) El "catálogo de indignidades" con las que el conjunto de la sociedad castiga a la persona de edad avanzada, es extraordinariamente amplio, y tiene como elemento común la sorprendente evidencia de pasar inadvertido. Abarcando desde la falta de respeto al principio bioético de autonomía, en cualquiera de sus manifestaciones, hasta el apartado de los malos tratos al mayor, en forma de agresión física directa o aplicando un lenguaje sectario cargado de connotaciones negativas. O en su vertiente más frecuente, de comportamientos negligentes y de abusos psicológicos o económicos. Gerontofobia social que afecta, sobre todo, a los protocolos terapéuticos científicamente consensuados, ante los cuales es muy recurrente el excluir de manera discrecional o basados en criterios no médicos, opciones que no se habría ni siquiera discutido para los más jóvenes.

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