El precio de la indolencia

El precio de la indolencia

Más de cuatro millones de sirios han salido de su país

Por: Catalina Chaux
septiembre 17, 2015
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El precio de la indolencia
Foto: EFE

Se necesitó que se publicara la fotografía sobrecogedora del pequeño Aylan Kurdi, en la playa de Bodrum, Turquía, para que el mundo comenzara a tener algún tipo de reacción en relación con la trágica y violenta realidad que tantos seres humanos están viviendo, tratando de huir de la violencia, principalmente en Siria, Iraq, Libia y Afganistán.

En enero del 2011 el fenómeno de la primavera árabe se extendía por toda la región. En ese entonces fueron muchos los que pensaron que el régimen de Bashar al-Assad también caería, especialmente cuando las protestas comenzaron en Siria. Inicialmente, estas demostraciones fueron de alguna forma apoyadas por el gobierno americano, argumentando que era importante el derecho a expresarse.

Sin embargo, ni el régimen de Bashar al-Assad cayó, ni hubo una transición a la deseada democracia, ni los Estados Unidos tuvieron una intervención más activa ni el resto de los países que generalmente toman este tipo de iniciativas quisieron involucrarse directamente con la realidad siria.

Por el contrario, Asad no cayó, los Shiitas comenzaron a recibir un apoyo directo de Irán y Rusia, lo cual hace más difícil una intervención de las otras potencias del mundo que no tienen unas relaciones muy amistosas con estas potencias y los Sunis, miembros de las fuerzas rebeldes, se fortalecieron transformándose en una fuerza brutal.

Después de las intervenciones armadas en Iraq, Afganistán y Libia, teniendo en cuenta la experiencia y los resultados de las mismas y considerando que no hay recursos energéticos ni económicos en la zona, Siria no ha sido considerada como un objetivo atractivo para las potencias de occidente. Llegar a reemplazar a quienes gobiernan no ha sido la solución, ha empeorado aun mas las circunstancias de sus pueblos.

A finales del 2011, los grupos Sunís locales unidos a los que llegaron de Iraq, Qatar, Kuwait, y Arabia Saudita que eran aliados de Al-Qaeda, se convirtieron en la fuerza extremista, radical y violenta que hoy conocemos como ISIS, que controla no solo el norte de Siria, sino la segunda ciudad en importancia de Iraq, Mosul entre otras poblaciones.

Recordemos que los vecinos de Siria son Líbano, Jordania, Turquía, Israel e Irak. Los campos de refugiados en los tres primeros están súper poblados desde hace meses y si bien inicialmente fueron una alternativa temporal, ya han dejado de serlo.

Los refugiados, por definición, son aquellas personas que han sido forzadas a dejar su país escapando de la guerra, persecuciones o desastres naturales. En el caso de Siria la población viene siendo objeto bien de los ataques con armas químicas, como el gas de cloro, presuntamente por fuerzas del régimen, o bien de ataques igual de salvajes o de peor magnitud por parte de ISIS, sin que al resto del mundo le haya importado, hasta que, finalmente, han sido tocadas las fibras de la sensibilidad al ver las imágenes del pequeño tendido en la playa.

La situación se ha dejado llegar a un punto prácticamente inmanejable, no solo desde el punto de vista político y bélico, sino también desde el punto de vista humanitario. Más de cuatro millones de refugiados han salido de Siria. Las carreteras del este europeo se encuentran atestadas de seres humanos desesperados en busca de refugio que ahora han encontrado un muro con alambre de púas que recuerda los campos de la segunda guerra mundial, el cual irónicamente ha sido erguido por Hungría, país del que salieron miles de refugiados en los años cincuenta y ahora trata de contener el paso de cientos de miles que buscan llegar a otros países europeos donde puedan encontrar algo de estabilidad.

Indudablemente esta realidad se ve desde una perspectiva totalmente diferente en países del continente americano, el cual para bien o para mal, se encuentra separado por dos océanos de esta realidad, pero esto no les debe impedir extender con firmeza una mano al viejo continente.

¿Dónde queda la responsabilidad de la comunidad internacional? ¿Quién y cómo debe exigirse? ¿Dónde está la efectividad y el accionar de los organismos multilaterales?

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