La crisis del gobierno Trump con Petro es la primera manifestación del replanteamiento de la política de la potencia hacia América Latina. Nunca un gobierno de Estados Unidos había nombrado antes de su estreno a todos los funcionarios responsables de la región. Marco Rubio, un halcón experto en América Latina, hijo de emigrantes cubanos y de visión radical frente a los conflictos regionales, es una señal clara de lo que viene. Muchos creen que Trump 2.0 es solo palabras, pero lo que muestra la crisis es que la intención republicana es transformar la relación en la región. La sensato era buscar entendimientos como lo hacen México y Brasil, porque en la confrontación todos saben dónde está el poder y de antemano se sabe quién va a perder. En esta crisis no es Petro, son los colombianos los grandes perdedores, así se llegue a un acuerdo tardío.
Frenar la migración no era una declaración demagógica trumpiana para obtener votos. Era la respuesta al reclamo de un amplio sector de la población norteamericana que cree que los migrantes latinos son un problema. Son las nuevas realidades virtuales. Los dirigentes no van a decirle a su población empobrecida que fue la política de globalización, la hiperconcentración de la riqueza de la era digital y la disminución de los impuestos, la que dejó sin empleo a millones de trabajadores y sin casas a otros millones que las perdieron en la crisis financiera de la década anterior. Les hicieron creer que son los trabajadores latinos los responsables de parte de la debacle, lo que por supuesto es falso. Así está en marcha el plan deportador que aspira a expulsar a sus países de origen a 11 millones de ciudadanos.
Lo sensato, como intentan las cancillerías profesionales de la región -México y Brasil- es prepararse para la avalancha de deportados, y buscar mediante negociaciones una moderación de la política. Claro, son dos potencias medias que tienen poder para negociar, a diferencia de Colombia y Centroamérica. Como Estados Unidos tiene capacidad para deportar a los ilegales, los países de origen tienen la obligación de acoger a sus ciudadanos. Es una ecuación perdida. Los gobiernos no pueden rechazarlos, porque los convertiría en apátridas, y los condenarían a permanecer en centros de reclusión inspirados en los gallineros industriales. Claro, enviarlos esposados y maltratarlos es inaudito, pero es propio de quienes los consideran especies inferiores, por eso la política debe ser más cuidadosa si se trata de proteger a los nacionales deportados.
También hay que considerar que la reacción de Petro al devolver los dos aviones que su mismo equipo autorizó, le permite al Secretario de Estado exhibir la potencia del músculo yanqui. A ver quien más se atreve a rechazar a los deportados, después de imponer 25% de tarifas, cerrar los servicios consulares, dificultar las remesas, cancelación masiva de visas... Petro le facilitó a Rubio el plan de las deportaciones y puso en desventaja a otros países para negociar un plan aceptable, pues Estados Unidos pudo exhibir su poderío unilateral, con un castigo ejemplarizante para los colombianos.
La reacción de Petro al devolver los dos aviones que su mismo equipo autorizó, le permite al Secretario de Estado exhibir la potencia del músculo yanqui
Se acabó el “vacío estratégico” que dejó la política de USA hacia América Latina por su falta de interés en la región y al mismo tiempo se hizo evidente el fracaso de las élites económicas y políticas de la región para satisfacer las necesidades y sueños de sus ciudadanos. Gracias a este fracaso surgieron los problemas que hoy Trump quiere eliminar. Las migraciones masivas son parte de la desesperación de los latinoamericanos por el fracaso económico de sus países.
Ese mismo fracaso es el que le permitió crecer a las potentes organizaciones criminales que hoy desestabiliza a tantos países. A Estados Unidos esas bandas los inunda de fentanilo cocaína y migrantes ilegales. La región, de vuelta, recibe armas que les permite a las mismas bandas desestabilizar los poderes locales. Los gobiernos desde México hasta Chile pasan trabajos para delimitar el accionar de las bandas, y les toca llegar a acuerdos pragmáticos para una convivencia que poco a poco carcome las instituciones debilitadas. Imponen ganadores en las elecciones, intimidan a los opositores y corrompen a las autoridades para lograr un entorno favorable para sus operaciones ilegales. Hay mafias cogobernando en varios países de América Latina. De manera que hay problemas graves por resolver en la región, que por supuesto, no se resuelven a la manera del tío Trump.
De otra parte, el vacío estratégico que dejó Washington durante décadas también facilitó que otras potencias ocuparan los espacios abandonados en la región, sin oposición alguna. La presencia de Rusia, Irán, China, es creciente en muchos países. Se hizo sin que los ideólogos norteamericanos desplegaran políticas para contrarrestarlos. Frente al olvido de Washington, aparecieron otro tipo de oportunidades. Ninguna potencia invadió en secreto la región, todas llegaron a plena luz del día a ofrecer servicios que el dueño del patio delantero dejó de prestar. Ahora Trump quiere echar para atrás la rueda del tiempo y volver a un continente donde solo dominen los norteamericanos.
Recuperar la administración del Canal de Panamá es parte de esa lógica. El canal no le sirve a Trump operando bajo la neutralidad acordada que por supuesto Panamá cumple. Los republicanos trumpistas quieren un canal a su servicio, en el que puedan decidir quién pasa y quien no, e imponer controles para frenar el contrabando por esa vía, en especial del petróleo de los países sancionados. Y, hasta privilegiar el tránsito de las embarcaciones de bandera de Estados Unidos. El sistema de subasta para pasar el canal primero quien más pague, no le sirve. América first y punto. Que dos empresas de Hong Kong operen los puertos de entrada y salida del canal, Washington lo ve como un riesgo y por esta razón Rubio va a dejar claras sus intenciones en su visita. Y como los nacionalismos están en plena decadencia, es probable que una buena porción de panameños esté de acuerdo en renegociar el manejo del canal si obtienen mejores utilidades.
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