Duque y el Congreso, una relación tormentosa

Duque y el Congreso, una relación tormentosa

El presidente no ha podido alzar vuelo y el comportamiento del CD, su bancada, resulta muy atípico: no le responde del todo y está desconectado de su agenda legislativa

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
noviembre 19, 2018
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Duque y el Congreso, una relación tormentosa
Foto: Las2orillas / Twitter @IvanDuque

Hace algunos meses Alberto Carrasquilla afirmó: “(…) yo tengo un teorema y es el de los 6 meses. Un gobierno que llega con 9 millones de votos al poder tiene 6 meses para hacer las reformas que quiera”. Con el respaldo de toda la clase política tradicional, muchos pensamos que Duque tendría el Congreso en sus manos y con el liderazgo de Uribe, como jefe de bancada, su agenda legislativa no tendría que sortear aguas turbias. Las expectativas de Carrasquilla eran para muchos el temor a una “aplanadora” similar a las que respaldaron los dos gobiernos de Uribe. Sin embargo, la relación del presidente con el Congreso, inclusive con su propia bancada, ha resultado problemática y desordenada. Por los siguientes motivos considero que Duque no ha podido alzar vuelo en el Congreso:

La clase política tradicional no se siente en su salsa

El Congreso es el hogar de los políticos tradicionales que solo piensa o coordinan sus neuronas para dos cosas: puestos y contratos. Nada más les interesa. Con Santos y Vargas la clase política tradicional se sintió muy bien atendida; cuando los dirigentes de la Unidad Nacional hacían sus inolvidables “pataletas burocráticas”, Santos rápidamente las resolvía con un revolcón ministerial. Los ministros fungían en la práctica como correas de transmisión de los partidos a nivel nacional y regional volviendo refrán aquello de “aquel ministro es de tal partido”. Por el contrario, los ministros del gobierno Duque no tienen un alto perfil político o forman parte orgánica de algún partido (por fuera del Centro Democrático). En campaña Duque prometió que no tendría “ministros chispita mariposa” ya que su apuesta sería más técnica que política. Eso ha desorientado a los congresistas tan acostumbrado a la clientela y a vender los voticos por unos cuantos “contraticos”.

Ministra sin liderazgo

El Ministerio del Interior tiene la compleja función de establecer relaciones fluidas y constantes entre el Ejecutivo y el Congreso. Por lo general, su cabeza tiende a ser un político curtido en las mañas parlamentaria y conocedor del volatín temperamento de los “Padres de la Patria”. Con Nancy Patricia Gutiérrez, dada su trayectoria política y experiencia parlamentaria, se proyectaba una relación sólida y casi de “aplanadora”. Sin embargo, la ministra ha demostrado poco liderazgo y una precaria capacidad de cohesión (inclusive en la bancada uribista) en torno a la agenda legislativa del gobierno. Su papel ha resultado cuando más regular y ni suena o truena en medios buscando presionar a los congresistas ante la opinión pública. Parece que antes es el Congreso el que le marca línea lo que se evidencia en el hundimiento de los proyectos de la consulta anticorrupción y el adefesio en el que poco a poco se va convirtiendo la reforma política. Ni hablar del alto consejero presidencial para la política, Jaime Amín, al parecer, no se ha recuperado de la quemada.

Ausencia de una narrativa que genere concertación

Duque no ha podido presentar una narrativa propia, una visión de país que cohesione sectores sociales o políticos, construir un imaginario de hacia dónde vamos. Eso de “El futuro es de todos” resulta hasta cómico en un gobierno que no ha presentado una perspectiva concreta de país a mediano y largo plazo. Algo que desorienta al colombiano de a pie que en los últimos 16 años asistió a un país político alienado con dos discursos: la seguridad democrática y el proceso de paz. Inclusive, el capital político que permitió el retorno del uribismo al poder fue la permanente y agresiva oposición a la narrativa santista. ¿Qué es Duque?, ¿qué le propone al país?, ¿hacia dónde vamos? Son preguntas válidas por fuera de los tiempos de una campaña electoral donde tiene más peso un eslogan vacío. Ha tenido dos oportunidades y no las ha aprovechado: luchar contra la corrupción y un pacto por la educación. Sin embargo, han pesado más la postura de lo sectores radicales de su partido y su falta de perspectiva frente a las problemáticas del país. Circunstancia que la oposición ha sabido capitalizar muy bien.

El Centro Democrático se está atomizando como bancada de gobierno

El comportamiento del Centro Democrático como bancada de gobierno en el Congreso resulta muy atípico. Se ha presentado la imagen de un partido que no le responde del todo al presidente, desconectado de su agenda legislativa (presentando proyectos que van por la línea de los radicados por el gobierno y que se terminan acumulando antes del primer debate) y poco cohesionado. Algo extraño en una bancada que en los últimos años demostró ser un “relojito” y una oposición en bloque. Sobre ese tema hay muchas especulaciones que van desde un juego de “policía bueno y policía malo” o como una estrategia para demostrar la autonomía (siempre cuestionada) de Duque. Sea cual sea la estrategia (si la hay), esa actitud de algunos congresistas del Centro Democrático resulta muy extraña y confirma que en ese partido el presidente no tiene liderazgo o tira línea. El comportamiento de los uribistas en el Congreso también evidencia que se ha generado cierto grado de desconfiguración con su llegada al gobierno.

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