De difunto a abono: el nuevo modo de relacionarse con la Tierra

De difunto a abono: el nuevo modo de relacionarse con la Tierra

Con la creación de nuevas formas de seguir conectados con el planeta se abre la oportunidad para que los rituales funerarios se transformen

Por: Esteban Rubiano
junio 05, 2019
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De difunto a abono: el nuevo modo de relacionarse con la Tierra
Foto: PxHere

La nueva relación que estamos estableciendo con el ambiente y la actual situación mundial están marcando la forma en que comprendemos la vida y la muerte. Así mismo también está influenciando nuevas formas de relacionarnos entre los humanos. A pesar de que siempre han existido ciertos procesos biológicos y nunca hemos estado separados de la naturaleza, hoy somos más conscientes de esta situación. El reciente anuncio sobre la posibilidad de convertirse en abono desde el 2020 en el Estado de Washington es una forma de ejemplificar esta realidad.

Al igual que otras formas de vida existentes en el planeta Tierra, los humanos somos terrícolas por naturaleza. Evolucionamos gracias a condiciones especiales y en momentos especiales que ocurrieron en este planeta. Toda nuestra composición como seres biológicos está hecha por componentes que, por lo que hasta ahora sabemos, solo pueden conservarse con facilidad en la Tierra. Nacimos de la Tierra, vivimos en ella, con ella y por ella, pero además, moriremos y seguiremos siendo parte de esta. Al morir —exceptuando algunos rituales especiales de culturas ancestrales o minoritarias de la actualidad, los cuales finalmente también terminan por generar una conexión espiritual con el planeta— la mayoría de las personas suele tener dos finales: el entierro o la cremación. Hoy parece existir una tercera opción, pues se conoció que en el Estado de Washington, EE.UU., desde el 2020 será posible convertir a los difuntos en abono. Una alternativa que seguramente se replicará en diferentes partes del planeta y que lleva al máximo nuestra expresión y concepción como seres de la Tierra.

Aunque siempre hemos estado profundamente conectados con el planeta, durante siglos se había marcado una diferenciación entre naturaleza y cultura ocasionando diferentes efectos en la forma de concebirnos como seres vivos y concebir el mundo que habitamos. El mundo "natural" siempre fue otro: el lejano, el temeroso, el domable, el diferente. El "nuestro", era el habitable, el accesible, el triunfante. Esta división que marcó la historia y, paradójicamente aún se conserva de alguna manera, ocasionó la pérdida de nuestra "parte biológica" como seres vivos en algunas personas. Entonces, el hombre no pertenecía a lo "natural", sino al mundo construido por él mismo. Esta ruptura con lo natural acabó toda relación de los humanos con la naturaleza, no se compartía un origen natural con el planeta, tampoco un hábitat con este y ni siquiera en la muerte los humanos se relacionarían con la naturaleza, pues irían a alguna dimensión lejana a esta.

Sin embargo, todas las prácticas funerarias, independientemente su proceso ritual y creencia espiritual, terminaban en el mismo punto: dejando el cuerpo humano descomponerse y relacionándose con la naturaleza. El que fue enterrado se descomponía y alimentaba un sin fin de microorganismo e insectos. El que fue cremado generalmente terminaba siendo parte de un jardín o vertido en alguno de los mares o ríos existentes. Así el propósito de dicho ritual funerario fuera otro y nunca estuviera pensado para crear una conexión más con el planeta, las dos prácticas terminaban por hacer lo contrario, pues es inevitable: ¡somos terrícolas hasta los tuétanos! Aunque antes lo ignoráramos, las cosas seguían ocurriendo: nosotros seguíamos relacionándonos, como nunca lo hemos dejado de hacer, ni siquiera muertos, con la Tierra y los otros seres que viven en este planeta.

Hoy, en un mundo donde ya muchos somos conscientes de esto, se abre la oportunidad para que no solo sigan existiendo los mismos rituales funerarios, sino que también se den nuevas formas de seguir conectados como nunca con el planeta. La conversión a abono se suma a otras opciones que en los últimos años se han venido desarrollando y que fomentan directa o indirectamente la continuación de una relación consciente de seres terrícolas con su hogar: las Cápsulas Mundi que son una alternativa para que el difunto se convierta en un árbol; la labor de la empresa Green Endings que cambia el material clásico de las urnas funerarias por otros más sostenibles o el traje de entierro infinito, el cual consiste en surtir el cadáver con una serie de hongos que descomponen el cuerpo y nutren la tierra posteriormente. Estos son otros métodos ya existentes que buscan crear una conexión más entre el difunto, los vivos y el planeta.

Todas estas nuevas formas de relación con los demás y con el ambiente, más los cambios que a nivel global se han dado sobre la donación de órganos, ejemplifican cómo están cambiando nuestras ideas sobre la vida y la muerte. Cada vez nos desprendemos más de lo nuestro como una nueva forma de relación con los otros y con el mundo. Seguiremos vivos hasta el día que nos olviden y sí otros se quedan con "parte de nosotros" o nosotros servimos para engendrar otras formas de vida más duraderas, será muy difícil que algún día nos olviden. Hoy, más que nunca, estamos llevando nuestra relación con los demás más allá de la muerte y, además, estamos sintonizándonos con una realidad que durante siglos negamos, nuestra naturaleza.

Ya sabemos que no hay 'cielo' ni 'infierno', pero sí vida después de la muerte. Siempre la ha habido. Sea cual sea la manera de conservar los muertos estos siempre terminarán por descomponerse y ser útiles para otros organismos. Así a usted le aterre pensar que se convertirá en abono o vea la situación de una forma despectiva o humillante, sea consciente que, de una u otra forma, independientemente el ritual funerario que su familia haga con sus restos, usted terminará por convertirse en parte de algo más, como un jardín, un árbol o la comida de otros seres vivientes. No hay escapatoria. No vamos a ningún otro lugar. Aquí nos creamos, evolucionamos, crecimos, moriremos y nuestros restos seguirán formando parte de este planeta.

Es claro que estas nuevas tendencias están marcadas por un contexto global específico y por tanto su apogeo no deja que se conciban como algo más que una moda o una forma millennial de morir. Aun así, son una herramienta más para comprender de una vez por todas nuestra profunda relación con el lugar al que pertenecemos y los nuevos tipos de relación que estamos estableciendo con los otros. Siempre hemos sido seres biológicos y nuestra relación con la naturaleza, que es el mismo planeta Tierra, es tan fuerte que nos atraviesa desde la concepción hasta la muerte y más allá. Sea o no la intención de la manera en que se da el ritual funerario por el cual nuestra familia opte, no hay forma en que nos separemos y dejemos de estar en constante relación con el planeta.

La muerte ya no parece el fin de la vida, sino el comienzo de otra. Morir actualmente es una nueva forma de relacionarse "eternamente" con otros humanos y con otros seres vivos. Aunque siempre han existido relaciones que emergen de la muerte con otros seres humanos, tal vez nunca habían sido tan explícitas y tan materiales. Contar con el órgano de una persona fallecida es materializar una nueva relación infinita entre más de dos personas. Servir como abono o semilla para un jardín o un árbol, es otra manera mantener una relación mucho más duradera con otras formas de vida más allá de la humana. Morir hoy es una posibilidad mucho más explícita y consciente de mantener el ciclo de la vida y el entrelazamiento con humanos y no humanos. Por tanto, en la actualidad morir es más que fundamental y necesario, es algo útil.

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