Genios sin título de universidad: de Chaplin a Steve Jobs

De Chaplin a Steve Jobs o García Márquez: los ilustres que no quisieron título de universidad

Hay personajes en el mundo que triunfaron en distintos escenarios, son seguidos por millones y viven sin problema sin haber obtenido un título en universidad

Por: Lizandro Penagos Cortés
marzo 13, 2024
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De Chaplin a Steve Jobs o García Márquez: los ilustres que no quisieron título de universidad
Fotografía: Canva

Una caricatura reciente del gran MHEO (Mario Hernando Orozco) para El Espectador titulada, Protagonista de novela, se pregunta sobre una representación de Gustavo Bolívar ¿Pero qué es lo que tienen sobre la bachilleratocracia? Al fondo del dibujo pende lo que sería un afiche, con una vaca de culo (ángulo de cuadriles) y con la cola hacia el lado derecho, en cuyas ubres rosadas se lee: Estado; y en la parte de abajo: Sin tetas no hay paraíso.

La ironía de la frase es contundente, pero la crítica del afiche es sin duda de mala leche. El exitoso libretista metido en las lides de la política es un tipo frentero y perspicaz al que le han buscado el quiebre por todos lados y no han podido ni comprobarle ni tumbarle nada. Ha salido airoso de todos los combates y, como en la vida, lo ha hecho sin tener un título profesional y sin vivir del Estado.

A este “petrista pura sangre”, como él mismo se calificó cuando buena parte del periodismo se le fue encima por su designación como director del Departamento para la Prosperidad Social, no le preocupa tener un cartón que acredite su saber, pues una y otra vez ha repetido su guion y su libreto desde que se metió a la cosa política, es decir, desde que se sometió al escarnio público: que no hay vivido nunca del Estado.

Y dijo –con una honestidad a la que Colombia ya no está acostumbrada– que lo único que le promete al país es que vigilará cada peso para que no se lo roben y se utilice en beneficio de los más necesitados. Y eso en esta nación en la que un plebiscito por la paz lo ganó el NO, a la que debió consultársele sobre la Ley Anticorrupción, que también se cayó, y que estuvo a punto de elegir presidente a Rodolfo Hernández, es inaudito y temerario.

Añadió que se rodeará de los mejores, que conformará un equipo de gente versada en la materia y expertos. Mejor dicho, les dio de su propio cocinado. Porque eso palabras más, palabras menos, es expresar que contratará tecnócratas. Ni ellos son malos per se, ni quien no sea profesional es una bestia que no sabe nada.

Colombia es un país que no solo no escarmienta, sino que se ruboriza cuando le dicen alguna verdad simple, una cuestión que debería ser la norma y no la excepción. Por eso los noticieros le hacen informes a un taxista que devuelve un maletín que le dejaron con una gruesa suma de dinero en su carro. Lo heroiza, como si eso no fuera lo normal y lo lógico, que nadie tome lo que no le pertenece. A Bolívar lo han tildado de todo y aunque hayan querido enlodar su trabajo diciendo que se enriqueció gracias a escribir sobre las desgracias del país, ha sido exitoso sin ser profesional.

El estudio, todos sabemos, es otro de los tantos privilegios de quienes pueden pagarlo, así sea en la universidad pública, que cada vez está más privada, pero de recursos, realidad que el gobierno de Gustavo Petro quiere revertir con inyección de capital y políticas de gratuidad, mejoramiento de infraestructura y construcción de nuevas sedes para la educación superior.

Aunque escasos (son pocos los triunfadores) hay buenos ejemplos de seres para los que la universidad no fue necesaria porque sus intereses y expectativas de conocimiento superaban la enseñanza limitada e igualada que entrega la educación como negocio. Una cosa es la educación formal y otra la inteligencia, el conocimiento y la superación.

Así lo entendieron Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis y William Ospina, para citar sólo tres casos de letras. El Premio Nobel de Literatura hizo sólo cuatro semestres de Derecho en la Universidad Nacional; el Premio Príncipe de Asturias no terminó el bachillerato; y el Premio Rómulo Gallegos cursó dos años de Derecho en la USC (Universidad Santiago de Cali) cuando le decían USACA. Son los tres escritores más importantes, exitosos y leídos de Colombia.

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Del primero se dijo que era el escritor vivo más importante del mundo (10 años después de muerto se nos aparece con el libro En agosto nos vemos) y el segundo más importante del castellano, después de Cervantes; del segundo se asegura que es la más universal de nuestras plumas y dejamos caer la casa en la que vivió su juventud en Coello-Tolima; y del último, a quien García Márquez dijo que le entregaría la antorcha de las letras nacionales, casi se quema cuando apoyó la candidatura de Rodolfo Hernández.

Para los escépticos –y sin contar a los deportistas–, hay otros personajes en el mundo que triunfaron en escenarios distintos a las letras y fueron y son seguidos por millones y se ganan millones sin haber obtenido un título profesional: Charles Chaplin, Cantinflas, Bill Gates, Steve Jobs y Luiz Inacio Lula da Silva, para citar solo algunos.

Este último que llevó a Brasil a la categoría de potencia, asumió la presidencia en 2003 tras ganar las elecciones en segunda vuelta con el mayor número de votos de la historia democrática brasileña (52,4 millones) alcanzando el 61% de los sufragios. En su discurso de posesión, Lula dijo entre sollozos: “Y yo, que durante tantas veces fui acusado de no tener un título universitario, consigo mi primer diploma, el título de presidente de la República de mí país.” Repitió la hazaña democrática 20 años después, en 2023.

Luis Eduardo Garzón, Angelino Garzón, Carlos Mayolo, Jorge Barón, Germán Castro Caycedo, Antonio Caballero, Shakira, Juanes, y muchos otros, no tienen la foto con toga, birrete y diploma. Ni el saber, ni el profesionalismo, ni el prestigio, lo otorga un título universitario.

Alberto Lleras Camargo, presidente de la República entre 1945 y 1946 y de 1958 a 1962, y a juicio de algunos entendidos el gran estadista del siglo XX en Colombia, tampoco tenía título profesional. Ni otros expresidentes como Miguel Antonio Caro, ni Alfonso López Pumarejo, ni Julio Cesar Turbay Ayala (al que más se le notó). Ni el magnate Julio Mario Santodomingo, fue profesional.

A varios –de los aquí mencionados– universidades de Colombia y del mundo les otorgaron después doctorados honoris causa. Los Nule y casi todos los corruptos de la nación son profesionales graduados de las mejeros y más prestigiosas universidades de Bogotá.

Entonces, dejen la joda y pónganse serios a trabajar, que como están las cosas, ser profesional no es gran cosa. Vale más ser correcto, honesto y trabajador.

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