Cuando salieron a marchar con Popeye nadie militarizó la ciudad
Opinión

Cuando salieron a marchar con Popeye nadie militarizó la ciudad

Nadie le prohibió al gatillero de Escobar salir a gritar sus arengas uribistas, ni se movilizaron las tropas, pero para los “colombianos de bien” es más peligroso un grafitero que un asesino

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noviembre 21, 2019
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Faltan horas para el paro y los uribistas más acérrimos parecen tener una bola de cristal. Saben lo que sucederá mañana, saben perfectamente el momento en el que la horda de estudiantes sedienta de sangre se tomará las ciudades. Hablan de vandalismo y por eso alcaldes abiertamente uribistas como Enrique Peñalosa permiten 27 allanamientos en la tarde del martes 19 de noviembre. El saldo no puede ser más paupérrimo: decomisaron unos cuantos pinceles a los colectivos de artistas que conforman Cartel Urbano y Puro Veneno. El raqueteo en la calle a los mechudos, a las muchachas tatuadas, a todo lo que suene a subversión se extiende como una plaga. El único vandalismo es el que está desplegando el Estado en las principales ciudades del país. Tienen miedo, claro que tienen miedo.

La respuesta del violento cuando tiene miedo es sacar el arma, bajarse la cremallera para ver quien es más macho. Las provocaciones a la marcha pacífica arrancaron la semana pasada cuando el Patriota anunció que sacaría a la calle un comando antidisturbios algo que por su trayectoria en redes era fácil asociar a la conformación de un grupo de autodefensa. Entre los integrantes estaba el energúmeno que bajó e hizo trizas la bandera gay en Medellín, uno de esos paisas irritantes de collar de arepas y carriel que están convencidos que La Piedra del Peñol es más imponente que la Torre Eiffel y que Álvaro Uribe tiene los poderes divinos del Niño Jesús de Atocha. Luego vino la militarización de algunas calles del centro bogotano, el exceso de fuerza con medios como Cartel Urbano y, por supuesto, las bodegas uribistas haciendo su Kristallnacht en redes sociales. A todo aquel influenciador que dijera algo a favor de la marcha le caían en grupo con la voracidad de las pirañas. Le pedían a la Fuerza Pública actuar desde ya, detener a los cabecillas e impedir que los capuchos mancharan de infamia las calles colombianas. La policía, hasta ahora, ha cumplido a cabalidad.

El 1 de abril del 2017 el uribismo organizó una marcha contra el entonces presidente Juan Manuel Santos. En los días previos John Jairo Velásquez Vásquez, convertido en sus breves meses de libertad en un influyente tuitero, trinó sobre esa movilización “Es clave salir el 1 de abril a gritarle corrupto al corrupto, ladrón al ladrón y traidor al traidor. Está cosa con ojos de JMS [Juan Manuel Santos] es lo peor”.  Nadie le prohibió a este hombre que ha matado a más de doscientas personas, que ha hecho un negocio con el cuento ese de que es el gatillero de confianza de Pablo Escobar, saliera libremente a gritar sus arengas uribistas. Nadie le pidió al ejército que movilizara sus tropas porque uno de los sicarios más sanguinarios del Cartel de Medellín ejerciera su derecho a la protesta.

 

Las medidas que se están tomando,
la represión que se siente por los lados de la Universidad Nacional,
de la de Antioquia, de la UIS es tremenda

 

Pero para los autodenominados colombianos de bien es más peligroso un grafitero que un asesino. Las medidas que se están tomando, la represión que se siente por los lados de la Universidad Nacional, de la de Antioquia, de la UIS es tremenda. El ambiente se puede cortar con un cuchillo. Las motos de la policía dan vueltas en círculos y desde lejos se les ve las babas saliendo de su boca del regusto que les da saber que dentro de unas horas estarán apaleando estudiantes. Y seguro tendrán adentro sus infiltrados con la capucha puesta, listos para generar el desorden y lograr lo que 10 millones de masoquistas sueñan: deslegitimar y prohibir para siempre la protesta social.  Ojalá la marcha esté tan bien organizada que nada se salga de madre. Ojalá se identifiquen y se denuncien a los infiltrados. Ojalá esta vez los malos no ganen.

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