Cuando ordenar es asesinar

Cuando ordenar es asesinar

"Ni las personas somos basura, ni asear es la actividad más sagrada, ni el orden militar es el que nos llevará a la gloria"

Por: Olga Rojas
septiembre 18, 2020
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Cuando ordenar es asesinar

Justo en septiembre 9, día nacional de los derechos humanos, nos desvelan jóvenes asesinados a mansalva, y policías torturando y asesinando a sangre fría. Esta no es la Bogotá que amamos, este no es el país para el que nos levantamos cada mañana, este no es el mundo para las nuevas y viejas generaciones.

Considerar a los seres humanos tableros de tiro al blanco, objetos de tortura o cuotas canjeables por bonos de vacaciones es equivalente a despojarlos del alma y ponerlos al nivel de la basura; pero nadie es basura. Esto es solo una táctica de asesinos, una táctica que les permite terminar su trabajo, sacudir las manos y volver al hogar guardando la ilusión de despertar amor verdadero en sus bebés, sus madres o sus amores platónicos.

Y respecto a la preocupación de tantos ciudadanos… pues claro, quién no quiere una ciudad limpia, las paredes limpias o las literas de las habitaciones militares sin una arruga, sin una mancha, sin ningún vestigio de abuso crudo y sistemático. Estamos entendiendo mal la idea del aseo, porque la desligamos del respeto a la vida. Lo más bello en un hombre no es que le brille el calzado, sino que nunca sus manos hayan extirpado la existencia de otro y por tanto no necesiten obsesionarse con sacar brillo a sus botas.

Ni las personas somos basura, ni asear es la actividad más sagrada, ni el orden militar es el que nos llevará a la gloria. Ordenar y asear son tareas que no se cumplen con rifles, ni con pistolas, ni con escopetas de gases lacrimógenos. Además, el orden más humano es al que llegamos entre todos, escuchándonos, empatizando, entrando en objetivos y dinámicas colectivas.

Los jóvenes asesinados eran hijos, hermanos y amigos; hombres y mujeres, unos saliendo de la infancia y otros llegando a la adultez. Ellos eran de ese tipo de colombianos que caminaban por las calles, como tú o como yo; interesados en lo que ocurre en el mundo, como tú o como yo; narradores de historias fantásticas para la audiencias familiares, y poseedores de múltiples y esenciales habilidades, como tú o como yo. Las acciones de la fuerza pública no limpiaron ni ordenaron el mundo, se equivocaron en sus objetivos y se equivocaron en sus tácticas. ¡¿Es que no han memorizado que “la vida es sagrada”?! ¡Acaso no han leído el libro en que resuena “no matarás”!

El Estado y sus instituciones tienen el deber constitucional de cuidarnos a todos, de modo que cuando les piden mantener el orden les están exigiendo preservar la vida de todos, asegurar que por las calles transiten las voces y que se dignifiquen los seres. Porque el derecho a la vida es el más alto y primero, por eso un Estado que lo preserve será enaltecido y magnificado.

De nuestra parte los ciudadanos estamos para aprender, soñar, crear, socializar y desarrollar nuestra conciencia.

¡No más muerte!

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