"Cuando estallan las paredes": el teatro como radiografía de una sociedad machista

"Cuando estallan las paredes": el teatro como radiografía de una sociedad machista

Fabio Rubiano, director de esta extraordinaria obra de teatro, habla desde una esquina de este conflicto que ha pintado la historia de cada colombiano

Por: John Jairo León Muñoz
agosto 04, 2023
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"Para la guerra no lo necesito a usted, la puedo hacer yo solo. La guerra soy yo." Con esta frase termina la obra Cuando estallan las paredes del Teatro Petra. Su contenido sigue siendo vigente y seguirá siéndolo si como sociedad no se mira la paz con verdad, sino se mira la paz que se debe construir con justicia y reparación.

La obra es una radiografía de una sociedad machista. Se evidencia una sociedad que privilegia la mentira y le rinde culto y respeto a los discursos dictatoriales. Hace venías al poderoso y trata como basura al pobre. Una sociedad que hace atentados a quien piense y diga lo contrario sobre un régimen, que bien puede estar al interior de una familia o en el propio estado.

Maravillosa la escenografía, puertas desde donde salen, en sus costados derechos, la arbitrariedad y el poder. Y en sus lados izquierdos la revolución, la utopía, la esperanza. Una narrativa que explora y experimenta ese -cómo contar- y que no vuelve el teatro ese ir a ver lo mismo que ya han contado los medios de comunicación en sus informativos.

Fabio Rubiano, su director, habla desde una esquina de este conflicto que ha pintado la historia de cada colombiano. Aparece como temática "el innombrable" que se caracteriza en un personaje. “El innombrable” lo conocen, saben de lo que él es capaz: de violar, de saltarse la ley, de desaparecer 6400 jóvenes y hacerlos pasar como guerrilleros.

Ya se ha sabido de su forma de operar, de las maneras cómo rinde frutos su ejército de la verdad (en diferentes medios de comunicación) que lanza mentiras a todo momento. Ya se han evidenciado sus métodos para desaparecer líderes, testigos. Ya aterrorizan sus torturas, pero sentimos, gracias al teatro, que estamos viendo algo que no sabíamos.

Tenedores, cuchillos, cucharas están acomodados al azar sobre la mesa del comedor, sin un orden estético, quizás como metáfora teatral para representar que Colombia no es esa rigidez que se quiere imponer con las políticas derechista y ultraconservadoras.

Quizás para decir que en Colombia hay otras formas de habitarlo, con otros dioses, otras lógicas de consumo, otras creencias en las plantas, sus ríos que son sus venas abiertas. Colombia es otra cosa, no es una mirada, son muchas, tan valiosas y a veces tan invisibilizadas por el poder terrorista.

Al final de la obra, las paredes literalmente explotan. La explosión es el caos, es la ira, es la desesperación de quienes habitan el territorio. La explosión es la literalidad de todo lo que se lleva la violencia y, a su vez es el símil de la extinción de la esperanza.

Es la familia que no soporta vivir en medio de un conflicto. Son los terroristas condenados a la confrontación y al miedo. Es la impotencia del jefe del hogar que no vislumbra posibilidades distintas, a las que ofrece la guerra, para su esposa, sus hijos.

Es la explosión de la imposibilidad del querer ser y no poder. De los empleados que piden mejores condiciones laborales y no las obtienen. De la estupidez que habita como cotidianidad en el ser humano. Del público que ve la obra y se ríe de su tragedia. Del perro que es el único que no mereciera que sobre él caigan las esquirlas.

La sociedad colombiana pareciera que estuviera explotando cada uno desde su propio lado, sin una idea sería de lo que queremos hacer con la existencia, dejándonos oprimir por la barbarie contra los campos de flores. Sin una idea clara de lo que pretendemos hacer con la política, la religión, la economía, la educación, el arte, el amor, el progreso.

Sin tiempo para pensarse en redefinir familia y en la reconstrucción de un estado donde alguien -un innombrable- no pueda gobernar por décadas diciendo: "La guerra soy yo"

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