Conozca la calle del Bronx de Cúcuta

Conozca la calle del Bronx de Cúcuta

Cerca de 100 millones de pesos mensuales produce esta reconocida olla en el centro de la capital nortesantandereana

Por: Juan Diego Aguirre Gómez
febrero 15, 2016
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Conozca la calle del Bronx de Cúcuta
Foto: Subida por autor

Peluche* llegaba en las mañanas a la pocilga, a una cuadra de la Terminal de Transportes, donde parchaban todas las noches las maricas, y se tumbaba en el camastro empolvado luego de haber terminado su jornada laboral.

Tras unas horas de sueño, se levanta, se viste –“un poco de perfume pa' las chamas” - y se dirige al Parque Lineal para recibir la dosis diaria que necesita su cuerpo.

“Yo llegué como consumidor y conocí a la gente del parque. Consumía allí y robaba en los alrededores”, señala Peluche con seriedad.

Foto: Juan Diego Aguirre

Foto: Juan Diego Aguirre

En aquel campo de cemento y suciedad, viven cerca de 200 habitantes en condición de calle. La mayoría se esparcen por las cuadras aledañas para conseguir dinero, pero al medio día regresan. Algunos no se han bañado durante varios días y tienen impregnado en lo que queda del jean y la rasgada camisa, la materia fecal áspera y tiesa. Otros presentan diversas llagas, raspaduras, causadas por peleas o caídas, que están sucias, de un color café mostaza, mezclada con sus desperdicios morfológicos y que no se han terminado de sanar.

Foto: Foto: Juan Diego Aguirre

Foto: Foto: Juan Diego Aguirre

Hay grupos de adolescentes que se juntan cuando van a consumir en el parque y luego se retiran hacia otras zonas de la ciudad a pedir limosna. Hugo Estiven, hincha del Cúcuta Deportivo, cuenta que llegó a la calle  “por las amistades y por el barrismo también. Si ve, soy hincha del Cúcuta”.

Las mujeres también consumen droga y son pareja sentimental de alguno que otro campanero o jíbaro del lugar. Hay varias venezolanas de menos de 20 años, que llegaron tras la deportación masiva. El resto son colombianas y les hacen favores sexuales a los hombres a cualquier hora del día, para conseguir una papeleta de basuco o 5 mil pesos-- el precio de la dosis-- con tal de consumir la droga.

Venden marihuana, basuco y ahora último heroína. Una bolsa de marihuana cuesta 6 mil pesos, el cigarrillo 2 mil y una papeleta de basuco, la más deseada, cuesta 5 mil.

Las ventas arrojan ganancias diarias de entre 3 a 5 millones. En el mes, más de 100 millones de pesos, señala el exintegrante de una banda que expendía drogas en Cúcuta.

La zona, desde afuera, la cuidan dos o tres 'vigilantes' que están armados. Dos apostados en los tejados y otro en una de las cuadras salpicada de productos venezolanos, pasan desapercibidos ya sea bebiendo tinto o mirando el periódico. En el interior de la olla hay dos campaneros, quienes cuidan también, pero solo tienen cuchillos y se les paga con droga. Por lo general son subalternos de los jibaros.

Foto: Juan Siego Aguirre

Foto: Juan Diego Aguirre

Según Peluche, el parque es de los ‘paracos’.

Ese parque tiene que ser de los paracos, están ganando dinero. Es la única forma que los paracos no los maten, los jibaros trabajan para ellos. Ellos matan a los viciosos en los alrededores, pero no pueden matar a nadie dentro de la olla, son sus vendedores. A veces, cuando los matan, es porque cogieron droga y los desaparecen”.

La droga se traslada en motos, carretas, tulas, gorras y en cajas de icopor. Uno de los transportadores es un joven que carga una supuesta venta de helados caseros. Peluche levanta la cubierta en un acto de confianza y en su interior resalta una 'bomba' de marihuana. El chico sonríe y tapa la caja y sigue su camino al  callejón del parque, lo espera ‘Chichón’.

Allí, dos sujetos son los encargados de vender a más de 800 personas que llegan al parque diariamente. Uno  de ellos, alias ‘Chichón’, quien camina arqueando las piernas con la mitad de una mano mocha y una visera de medio lado. Su compañero le dicen ‘Camilo’ y el otro día “le dio cuchillo a la ‘Oveja’: le metió cinco puñaladas en la espalda y en la pierna, porque al parecer la ‘Oveja’ se había robado una papeleta”.

Además, las decenas de carretas que “comercializan con hierbas aromáticas y tubérculos” también venden marihuana.

Según la Policía Metropolitana de Cúcuta, el año pasado desarticularon una red que delinquía en el lugar, sin embargo, los negocios de la droga se hacen frente a los uniformados sin que ellos hagan algo al respecto.

“La policía sabe que tiene que pagar la vacuna, los mismos paracos hablan con ellos para pagarle la vacuna. No pueden coger ningún jibaro, pero si gente normal de por ahí. Si llega a caer el jibaro, el paraco con el que trabaja tiene que ayudarlo a sacar, si caigo, le echo botes, él me tiene que ayudar a salir porque no se puede arriesgar a que lo sapee”, explica Peluche.

Foto: Juan Diego Aguirre

Foto: Juan Diego Aguirre

Peluche trabajaba turnos de ocho horas, permanecía dos semanas sin dormir y a veces no comía, pasaba la noche de largo, la droga lo mantenía activo. Se rotaba con otros jibaros cada 15 días y descansaba una semana.

Advierte que, en esta reconocida olla del centro de Cúcuta, está prohibido consumir “contrabando”, o sea, droga que fuese comprada en otro lugar.

Peluche se retira, mientras los habitantes de allí le mantienen una mirada desafiante y atiborrada de venas rojas a un desconocido, sobre todo ‘Camilo’ que le espeta con tono retador.

"¡Usted qué, yo nunca lo he visto por acá", exclama el sujeto de acento arrastrado a consecuencia de la droga, y sigue su camino a parchar junto a un grupo de sujetos de gorra que cuchichean algo ininteligible.

*Nombre modificado por cuestiones de seguridad.

 

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