Colombia no sabe envejecer

Colombia no sabe envejecer

Muchos adultos mayores no cuentan con los recursos económicos para solventar sus necesidades básicas, y tampoco reciben apoyo del gobierno

Por: Lina Vannesa Saavedra y Jorge Andrés Varela* Uniminuto
junio 05, 2017
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Colombia no sabe envejecer

Nos encontramos en un mundo cambiante, convulso y complejo, flanqueado por guerras, violencia, corrupción, desigualdad… aunque la lista de calificativos negativos no concluye allí, nos atreveríamos a decir que  son una inmensidad; porque nuestra realidad se desenvuelve en medio de problemáticas, carencias y dificultades. Se les intenta dar solución con inmediatez pero a fin de cuentas todo se resume en construir sobre ruinas o mejor aún no construir. Las enfermedades del país se tratan con cuidados paliativos, cuando realmente lo más efectivo sería una cura definitiva.

Así sucede con las difíciles condiciones de vida que tienen muchos adultos mayores del país, ellos deben vivir diariamente con el caos en sus vidas, la violencia, el maltrato, el abandono, el hambre y la desprotección; además la incertidumbre y zozobra de no saber con qué se enfrentarán al día siguiente. Ante la grave situación de los adultos mayores, el Gobierno Nacional ha buscado solucionar dicha situación por medio de programas que subsidian económicamente a los adultos mayores, así como legislación dedicada a penalizar cualquier acto que atente contra la integridad de estas personas. Lo anterior son algunas de las disposiciones gubernamentales respecto a la gran problemática en la que se encuentran las personas de la tercera edad.

Colombia Mayor es uno de los principales programas del Estado, cuenta con cobertura a nivel nacional y tiene alrededor de un millón y medio de beneficiarios. Brinda subsidios económicos a esta población, otorgando a cada persona un dinero que va desde $40000 a $120.000 bimensuales. Estos tienen como finalidad apoyar a los ancianos cuyos ingresos económicos son inferiores o iguales a medio salario mínimo mensual legal vigente, no cuentan con una pensión, se encuentran en extrema pobreza, indigencia o en condición de discapacidad.

Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP) los logros que se han obtenido gracias a Colombia Mayor son: reducción de la pobreza en  20.8% entre beneficiarios de zonas rurales, aumento del 6.5% del índice de condición de vida, además disminución en un 6% de los beneficiarios que no consumían alimentos por carencias económicas.

Suena excelente saber que nuestro gobierno se interesa por sus ancianos, que hacen todo lo posible por proteger a las personas desamparadas, pero… ¿realmente la lucha del gobierno es suficiente?, ¿estas personas son completamente amparadas?, ¿la vejez en Colombia se salvaguarda dignamente?, ¿cuáles son las garantías para envejecer en Colombia?

Son interrogantes que acechan nuestros pensamientos, nos hacen reflexionar cuál será nuestro futuro, porque hoy estamos aquí y quien sabe mañana cuál sea nuestro destino, la juventud no es eterna y el tiempo se lleva todo a su paso, cuál será nuestra vejez, bajo qué condiciones viviremos dentro de unas cuantas décadas. Son muchas incertidumbres que genera el hecho de saber y conocer las grandes problemáticas que hay en el país, todo lo que se ha visto no solo en la actualidad sino en el pasado.

Lo cierto es que la situación de la gran mayoría de los adultos mayores en Colombia es crítica, el 22% vive en condición de pobreza, muchos de ellos viven con menos de $206.091 mensuales.

El estudio “Misión Colombia Envejece” realizado por la Fundación Saldarriaga Concha y Fedesarrollo reveló que  los ancianos de Colombia son los más pobres de América Latina, ya que el total de la tasa de pobreza nacional y la de personas mayores de 65 años representa más del doble de diferencia (19.51% tasa nacional y 44% personas mayores de 65 años), es la más alta de todos los países de América Latina investigados. Aquí no termina el problema, además de la pobreza, se suma el abandono, el maltrato, el hambre y como si fuera poco el trabajo informal. Es inconcebible ver cómo la sociedad que va envejeciendo es echada al olvido, abandonada a su suerte, completamente sola. Da vergüenza decir que la moral que muchos presumen y dicen tener va en contravía de sus acciones. No hay que hacer gran esfuerzo en encontrar una razón, la realidad de los abuelitos que viven en condiciones paupérrimas es plausible y muchas veces, puede ser evitada, pero cuando estas personas se vuelven  estorbos en el camino de alguien más… el abandono o el maltrato son quizás las alternativas más razonables para infligir dolor y deshacerse definitivamente de ellos.

Para resaltar lo ya dicho, al menos 3 ancianos son maltratados cada día en su propio hogar, casi siempre los victimarios son sus hijos (45,56% de los casos), hermanos (12,76%)  o nietos (5,57%), y siete de cada diez casos de maltrato son por intolerancia; también se han presentado aberrantes casos de abuso sexual y homicidios contra esta población. En consecuencia del maltrato muchos terminaron con su vida por la vía de ahorcamiento. Según los proyectos de ley es obligación de la familia proporcionar acompañamiento y buenas condiciones de vida a las personas mayores, no obstante los casos de abandono en los hospitales y en las calles son constantes.

El trabajo informal en los ancianos es también una situación compleja que complementa el compendio de miserias que muchos viven día a día, personas mayores de 60 años están llegando a su vejez sin ningún recurso económico para vivir, en una investigación hecha por la Universidad Externado de Colombia unos 90.000 abuelos buscaron trabajo en 2015 especialmente en oficios informales. El 25% del territorio nacional tiene cobertura en pensión (1,2 millones de jubilados). Y ni qué decir de las grandes dificultades para acceder a una pensión, por cuestiones de la edad y las semanas de trabajo cotizadas.

La desigualdad existente en el país respecto a los salarios pensionales y los subsidios del estado son un factor que determina por qué las personas de la tercera edad deciden continuar  laborando; algunos pensionados aseguran que a pesar de contar con su mesada pensional, el monto equivalente a ella no es suficiente para cubrir todos sus gastos, haciendo énfasis en los altos costos de la vida y, algunos, son cabeza de familia y no hay otra entrada adicional de dinero al hogar.

Por otro lado, están las personas que no tienen ni pensión ni subsidio del estado, tampoco acompañamiento de algún familiar o alguien que se haga cargo de sus gastos, estas personas obligatoriamente deben salir todos los días a buscar su sustento; a pesar del agotamiento, los quebrantos de salud y su avanzada edad. En comparación con los pensionados que aún laboran, las personas que están en condición de desprotección, económicamente hablando, no cuentan con el soporte de devengar un dinero permanente; por lo que viven en condiciones de pobreza y precarias condiciones de salud, sin nombrar también las demás vicisitudes con las que luchan a diario.

Otra odisea viven las personas mayores discapacitadas cuyo único sustento es el subsidio económico, ya que la movilidad para desplazarse de un lugar a otro, las diligencias médicas, y sus demás gastos personales tienen un costo superior a lo que bimensualmente obtienen. Es por eso que el dinero faltante lo obtienen bien sea por medio de la caridad de los vecinos, o el apoyo que  sus familias estén dispuestos a brindarles. Para las personas mayores en situación de discapacidad las cuestiones de vivienda y cuidado personal se dificultan, debido a la incapacidad de valerse por sus propios medios. Casos como estos y de otros ancianos son una gran dificultad que casi siempre  deriva en situaciones de maltrato y violencia.

Otra lúgubre sombra que se cierne sobre la vida de estos ancianos, es el hambre y la desnutrición, que según estadísticas del DANE ha cobrado la vida de 3.899 adultos mayores entre 2012 y 2015, las causas de esta penosa y trise situación son, las ya citadas anteriormente, abandono, falta de seguridad social, los malos hábitos nutricionales, quebrantos de salud y el abandono manifiesto del estado; un problema de grandes proporciones que se ha encargado de ser uno de los que sentencia el  destino final de esta vulnerada población.

En una entrevista con el fundador del Albergue el Buen Samaritano el padre José Hernando Palacios Marín, de la ciudad de Tuluá, Valle del Cauca, nos relata con tristeza lo difícil que es sostener un lugar con 90 ancianos, muchos de ellos discapacitados, enfermos o que fueron dejados en la puerta del lugar por sus mismos familiares, el padre Palacios hacía referencia a los pocos recursos con los que cuenta mensualmente para solventar todas las necesidades de los ancianos que, a pesar de tener un aporte económico del gobierno la caridad de muchos ciudadanos sostienen en gran medida el lugar y los que allí residen.

Habiendo expuesto lo amarga que es la vida de muchos Colombianos, las deducciones sobre los vacíos y debilidades constitucionales y el poco interés que se le da a este sector de la población son demasiadas, suscita muchos pensamientos reprochables sobre el mal trato que se le da a seres humanos que están en desventaja por su vulnerabilidad y dependencia de otros. Estamos en un país egoísta que irónicamente envejece rápidamente y desecha a los más viejos, estamos yendo por una vía de autodestrucción.

Debemos comprender que frente a nosotros una sociedad está envejeciendo, y en algún momento seremos los próximos; aunque realmente es atemorizante conocer el destino por anticipado. No se puede detener el tiempo pero quizás sea posible mejorar el tiempo de muchos,

protegiéndoles, asegurándoles unas condiciones de vida que realmente sean dignas de un ser humano. Así lo afirma Soraya Montoya, directora de la fundación Saldarriaga Concha

“Nos hemos dado cuenta que hay que ponernos en los zapatos de una sociedad que se está envejeciendo y ello no puede ser considerado como una tragedia ni como un castigo. El envejecimiento de una sociedad es un premio a algunas cosas que se han hecho bien

Según nuestras leyes, el Estado se debe hacer responsable de las personas que pertenezcan a algún grupo de vulnerabilidad, les debe proporcionar una vida digna, salud, alimentación y demás; pero la realidad en estos momentos está en completa oposición a los postulados legales. Continúa la violencia, el abuso y cualquier tipo de improperios posibles para aquellos que no pueden defenderse, simplemente se han resignado a su desdicha y día a día sus ojos ven la desesperanza.

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