Colombia en “estado de chou”
Opinión

Colombia en “estado de chou”

Por:
febrero 13, 2014
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Juan, el portero de mi edificio, me dijo hace unos días que si se llegaba a ganar el Baloto quedaría en “estado de chou”. ¿Y eso? “Es que no sabría qué hacer con tanta plata, yo con un poquito me defiendo”. El acumulado cayó en Medellín, Juan no se lo ganó y, por fortuna, sigue respirando tranquilo y desempeñando con excelencia su puesto; activo y conversador; dando cátedra de usos callejeros del idioma a los acartonados académicos de la lengua. (Al igual que usted, yo también le eché cabeza al “chou”: ¿Querría decir estado de shock?, ¿de show?, ¿un poquito de cada cosa?).

El caso es que Juan, sin querer queriendo, hizo una descripción exacta del estado en que se encuentra Colombia —los colombianos—: en estado de chou, puro y duro. Porque con un poquito, nos defendemos. Pero tanto…

Pensábamos que las chuzadas ilegales eran página pasada, gracias al cierre del DAS, cuando de los fogones del restaurante Buggly en Bogotá saltó la liebre de la realidad, esta vez llamada “Andrómeda”, hija legítima —o ilegítima, hasta ahora no se ha podido saber— de la Sala Gris, una de las diez componentes del Sistema Esperanza, central de interceptaciones de la Fiscalía General. Y desde que Semana.com la avistó (a la liebre) en el segundo piso de ese local de almuerzos ejecutivos (de corrientazos, diría Juan) del barrio Galerías, la bendita no ha dejado de saltar de boca en boca. Y a los implicados en su cacería los está volviendo locos.

Al presidente Santos, por ejemplo, que en plena campaña reeleccionista creía manejar al país como a carro automático, se le trabó la caja de cambios. Quiso ponerle primera (“necesitamos saber qué fuerzas oscuras espían a nuestros negociadores en La Habana… hay ruedas sueltas en la inteligencia… se creará una comisión especial para investigar…”) y nada. Probó con la reversa (“los oficiales les han dicho a sus superiores que ellos estaban operando de acuerdo a las instrucciones y de acuerdo a la ley…”) y nada. Intentó, entonces, en una entrevista a todas luces pactada con El Tiempo, dejar el carro en neutro (“no queremos disparar y después apuntar, sino apuntar y después disparar…, hasta ahora —los oficiales relevados de sus cargos—, si en algo han podido incurrir es en falta de criterio, pero no es ilegal…, cuando hablamos de lo lícito estamos en un terreno difícil, de acuerdo con la interpretación de unos y otros…”) y nada. ¡La caja bota los cambios! Con un ingrediente adicional: entretanto no se solucione el problemita, los pasajeros se entretendrán especulando y el agobiado conductor se resbalará una y otra vez siguiendo el rastro de la escurridiza liebre de sus desgracias y las nuestras.

El estado de chou es general en Colombia por cuenta de tantas informaciones encontradas y tantas interrogantes planteadas. Si el asunto era legal: el negocio fachada, la contratación de los hackers, las interceptaciones, etcétera, ¿por qué era el mismo Estado –los delegados en La Habana– objeto de las pesquisas bajo cuerda?, ¿es tan vulnerable la inteligencia colombiana que frente a las narices de los responsables se cuelan mercenarios que recaban informaciones para el mejor postor?, ¿es leal al primer mandatario la inteligencia militar en pleno?, ¿algunos de sus componentes trabajan para terceros?, ¿qué bicho le picó al fiscal general para que ordenara allanar el establecimiento?, ¿por qué no consultó al ministro de Defensa antes de dar el golpe?, ¿por qué los responsables del chuzadero no informaron a los superiores sobre el suceso?, ¿sabía el presidente de la existencia de Buggly?, ¿hay rivalidad entre los dos grupos de inteligencia del Ejército, el Cimeque realiza las escuchas telefónicas y el Citec que hackea mensajes electrónicos?, ¿hasta dónde llega la seguridad nacional que justifica las labores de inteligencia?, ¿lo que creemos que pasó, sí pasó?

Preguntas y más preguntas sin respuesta, a la usanza nacional. Las investigaciones que se ordenan, y en efecto se abren, son tan exhaustivas y largas que cuando las cierran por falta de pruebas —deje así—, las energías las tenemos enfocadas en cualquier otro escándalo que, igualmente, nos mantiene en estado de chou. Por eso nuestra historia se repite con la paciencia con la que da vueltas una noria; sin novedad. La corrupción, la impunidad, la politiquería, las chuzadas…

COPETE DE CREMA: Hay algo que me está comiendo el coco: las revelaciones de un alto oficial de inteligencia —de cuyo nombre no tenemos ni idea— a El Colombiano, la semana pasada. Según él, un grupo de altos mandos del Ejército en retiro —la mayoría de ellos perteneciente a la llamada “generación del 70” — gestó, durante la comandancia del general Mantilla, el supuesto espionaje de Buggly para presionar cambios en el proceso de paz que adelanta el gobierno con las Farc. Y aseguró que oficinas de este tipo las hay en distintas ciudades. “Por ejemplo, allá —Medellín— hay una y es la más moderna de todas”. (Uy, Juan, con tal de que no nos apunten con un hacker, apuntémosle nosotros al Baloto).

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