Cercar y rellenar, vocación muy cartagenera
Opinión

Cercar y rellenar, vocación muy cartagenera

La manera como se ha rellenado, encerrado, apropiado y construido en terrenos de la nación en las zonas de la Boquilla y Ciénaga de la Virgen requiere hacer un alto

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septiembre 06, 2017
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En el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres de Juan Jacobo Rousseau, publicado en 1754, se lee al comenzar el capítulo segundo: “El primer hombre a quien, cercando un terreno, se lo ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.

He aquí tres nociones esenciales: cercar, decir esto es mío, y encontrar gente (simple, en palabras de Rousseau) que lo crea. Determinar si fue o no fue el fundador de la sociedad civil resulta complejo. Podría ser también el creador de la sociedad incivil, dado que la civilidad implica respeto a las normas, abono para una vida en armonía con la naturaleza y la comunidad.

El postulado de Rousseau se aplica siglos después a la ciudad de Cartagena. Solo que a la frase “cercando un terreno” habría que agregarle: “o rellenando una ciénaga, un manglar o cualquier otro cuerpo de agua”. Rousseau no es asunto de otras latitudes, sino cercano a este patio de manglares y uvita playa.

Si uno revisa mapas antiguos de Cartagena, se da cuenta que los cuerpos de aguas bordeaban eso que antes era solo “la ciudad” amurallada. Las aguas de ciénagas, manglares y húmedos meandros hacían ver la urbe como un complejo de aguas encadenadas que se confundían con el mar, en contraste con la porción continental. Eso que llamaban “la ciudad” estaba rodeada de bahías, lagunas y ciénagas que la hacían ver como un islote amurallado bordeado de baluartes, cuarteles y baterías. Y pasaron los años.

Ante el paisaje de aguas poco profundas y cuerpo cenagoso, surgió la vocación citadina de cercar y rellenar; de rellenar y desecar; de desecar y apropiar; y al final decir “esto es mío”, sin distinción de estrato, religión, etnia, clase o apellido.

 

Ante el paisaje de aguas poco profundas y cuerpo cenagoso, surgió
la vocación citadina de cercar y rellenar; rellenar y desecar; desecar y apropiar;
y al final decir “esto es mío”

 

Abundan los ejemplos de relleno en la más reciente historia de la urbe. Recurrimos a dos recientes y latentes. El primero es Chambacú. Un barrio ubicado en la llamada isla de Alba, que comenzó a extenderse a los lados, lenta y rellenadamente. En un relato de El Universal de 1971 se establece: “Poco a poco aquella pequeña isla se fue ampliando gracias a la labor de relleno con la cáscara de arroz trillado en la arrocera y a toda clase de basura y desperdicios, el poblado fue emergiendo de la nada y allí comenzaron a apiñarse todas aquellas familias desposeídas que laboraban haciendo cualquier cosa en el centro comercial de la ciudad. Hasta llegar a lo que es hoy: un vasto sector tugurial con más de dos mil familias que en su mayoría viven en condiciones verdaderamente infrahumanas”.

Ese “vasto sector tugurial” se convirtió con los años en un lote apetecido, lleno de escándalos en el que sonaron apellidos como García, Romero, Zucardi, Moreno, Merlano, Araujo y otros. Algo que se llamó, durante el gobierno de Pastrana “Escándalo de Chambacú”. En realidad se trataba de un terreno rellenado por pobres y afros que transitaban por caminos “que tenían la blandura del afrecho y el movedizo desequilibrio de las piedras sueltas”, según relata Juan Gutiérrez Magallanes en su libro Chambacú, a la tiña puño y patá.

El segundo ejemplo, está relacionado con rellenos y encerramientos en sectores de la Ciénaga de la Virgen. Un extenso complejo de aguas que atraviesa y bordea la ciudad amurallada y lleva sus aguas hasta los bordes de La Boquilla y más allá. Eran terrenos de costas y manglares, de crecimiento de peces y ahora de construcción de edificios algunos, construidos en zonas de bajamar o en orillas rellenadas, que al final es lo mismo.

Esos rellenos y construcciones alertaron a la Dimar, entidad del Estado, encargada, entre otros asuntos, de vigilar que particulares no se apropien de terrenos que pertenecen a la nación. En 1995, la Dimar ordenó, en la resolución número 046 del 12 de febrero, “la demolición de un muro y se impone una sanción a la Sociedad Araujo y Perdomo Ltda”. Esa resolución fue demandada por la Sociedad Araujo y Perdona Ltda, cuyo fallo definitivo dio el Consejo de Estado y que estableció que la Dimar había actuado con certeza.

La manera como se ha rellenado, encerrado, apropiado y construido en terrenos de la nación en las zonas de la Boquilla y Ciénaga de la Virgen hacen pensar que allí se gestan movimientos de un Chambacú del siglo XXI, se requiere hacer un alto y que la Dimar se apropie y haga respetar los fallos que le han dado la razón.

Remata Juan Jocobo Rousseau su postulado sobre el origen de la desigualdad haciendo un llamado a todos aquellos que vieron aquel primer hombre cercar un terreno, rellenar una ciénaga o una playa, y no hicieron nada: “Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo un foso: «¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie»!”.

Hay voces que están comenzando a derribar la cerca.

CODA: “El alcalde pop” y “J.J. The Airplane” en la cárcel. Sus nombrados siguen en sus puestos. El código omertà funciona. Lealtad que deben a sus líderes. “El Nenuquito Surek” designando funcionarios de dudosa procedencia. “Casa tomada”, diría Cortázar. Las familias políticas cambian de piel. Francisco bendecirá a los unos y a los otros.

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