El festival de poesía de Medellín cumple 25 años: una fiesta por la paz, la vida y la palabra para celebrar juntos

El festival de poesía de Medellín cumple 25 años: una fiesta por la paz, la vida y la palabra para celebrar juntos

Por: Adelaida Nikolayeva
junio 29, 2015
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El festival de poesía de Medellín cumple 25 años: una fiesta por la paz, la vida y la palabra para celebrar juntos

Este julio Medellín se colma de poesía y de qué manera. Porque este año el Festival de poesía cumple un cuarto de siglo en colmar de sentido, fiesta literaria, esperanza y voces librepensadoras una ciudad asediada por la violencia y la muerte, como lo está Colombia, desde hace décadas. Festival que convoca decenas de poetas venidos de todos los rincones del mundo cada año, para oxigenar su alma, para enaltecer la vida, para dar rienda suelta a la palabra, para aliviar un poco con la magia de la poesía, el dolor y la tragedia que aún anidan en la ciudad y no la quieren dejar en Paz.

Pero este año, como un espacio especial del Festival, disfrutaremos de la II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz y la Reconciliación de Colombia donde contaremos con la participación de poetas de Palestina, Irlanda del Norte, El Salvador, Cuba, Grecia, Turquía, Estados Unidos, Nación Hazara -Afaganistán, Nación Náhualt - México, Nación Wayuu-Colombia, Bolivia, Alemania y Colombia.

Y es que el Festival nació en medio de una trágica noticia. Un día antes de su inauguración en el año 1991, asesinaron en Segovia, Antioquia, a Daniel Chaparro, uno de los poetas invitados. Con 2 millones de pesos, 500 carteles y llamadas desde cabinas públicas aquel grupo de tejedores fue construyendo un proyacto cultural que hoy es un acontecimiento histórico y un bello legado no solo para Medellín y Colombia, sino para los pueblos del mundo.

A pesar de las adversidades y obstáculos, el innovador espíritu desafiante de aquel puñado de cultores de la poesía y el arte no se detuvo un solo día, impidiendo que fuerzas conservadoras, tan vigorosas en esta ciudad camandulera, lo acabaran. Estaban convencidos que una ciudad muerta de miedo y hambre lo que más necesitaba, era precisamente poesía como el pan de cada día para aliviar oprimidos y dolores, para darle descanso a la muerte y ahuyentar el miedo.

La escritura de los poetas colombianos resonaba en el aire desgarrado de la tarde, en una ciudad que olía a pólvora, como un coro quimérico de voces. Croniamantal encaraba a sus verdugos. La poesía se enfrentaba abiertamente a la matanza, sostiene Fernando Rendón, director y uno de los fundadores del Festival.

Ese brebaje mágico en que se fue convirtiendo el Festival de poesía a lo largo de dos décadas y media, fue acrisolando la materia espiritual que ha servido para aliviar parte de los males que han estado apoderados de la ciudad y sus gentes más humildes; poción que no era otra que la voz libertaria de un centenar de poetas procedentes de diferentes rincones Lugares del mundo, quienes durante calurosas e iluminadas tardes de verano devolvían la esperanza y la alegría a una ciudad acorralada por guerras y montañas de muertos, en escenarios simbólicos como el teatro al aire libre Carlos Viecco, en los salones, teatros, escuelas, barrios populares, calles y bares: así se fue cocinando el festival Internacional de poesía de Medellín.

Con el Festival de poesía se iniciaba cada año, una nueva forma de resistencia civil en la ciudad. La vida cultural en Medellín inició un salto cualitativo hacia una manera vigorosa de inmiscuir el lenguaje en el crecimiento integral de los ciudadanos, como afirma Jairo Guzmán en una de sus anotaciones sobre este histórico acontecimiento.

Para una ciudad donde la muerte sigue rondando sus calles y amenazando la vida de sus mejores hijos e hijas, como sucedió con el asesinato de los últimos tres luchadores sociales, Luis Fernando Wolff, Viviana Agudelo y Juan David Quintana; donde la inseguridad, el desempleo masivo, el rebusque, y la pobreza crecen al ritmo que lo hacen las ganancias de una élite que solo ve y proyecta una urbe moderna e innovadora para los negocios y las ganancias; el Festival de poesía de Medellín es, sin duda, uno de los mejores antídotos contra esa monstruosa realidad que vivimos quienes nos congregamos en esta bella pero contradictoria urbe.

La contribución que con seguridad hará la II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz y la Reconciliación de Colombia, será un aporte invaluable para una ciudad donde las autoridades se han hecho los de la vista gorda, manteniendo un silencio cómplice, o aceptando la connivencia entre la policía y las bandas de asesinos que imponen su ley, controlan la prostitución, las ventas ambulantes, imponen vacunas al comercio y a media ciudad, ejercen control territorial, de plazas de vicio y del micro y narcotráfico. Pero la Cumbre Mundial, también será, sin duda, una contribución de gran trascendencia por la calidad y la cantidad de voces que se unirán en el Festival de poesía en favor de la paz con justicia social para Colombia, para el campo, para las ciudades. Una paz que no será alcanzable sino se llega a un cese bilateral de fuegos. Qué mejor contribución al fin del largo conflicto armado en Colombia que este tipo de acontecimientos.

Por todo esto y mucho más, es fundamental que mantengamos con vida el Festival Internacional de poesía de Medellín.

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