¡De rodillas ante Uribe!
Opinión

¡De rodillas ante Uribe!

El domingo Álvaro Uribe demostró que, armado tan solo de un computador es el gran líder de Colombia, que no era el cadáver político de que hablaban los columnistas de opinión

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octubre 06, 2016
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Cadáver político, le decían los columnistas de opinión. Van todos presos, parecía escupirle Santos cuando detuvo a su hermano Santiago y Andrés Felipe, su hombre de confianza. El día que los Kfir asustaron a Timochenko y que el mundo aplaudió de pie al Gobierno y a las Farc por el acuerdo de hierro que habían firmado, Álvaro Uribe recorría, acompañado por sus escoltas de confianza, las calles de Getsemaní buscando acaso a algún viejito balanceándose en su mecedora acaso para gritar las mismas palabras de siempre: ¡Impunidad! ¡Farr!  ¡Bandidos!, y así desahogar su amargura de cacique vencido. Hasta él sabía que estaba muerto y los viejos mamertoides de siempre salimos a las calles para celebrarlo.

El domingo en la tarde Álvaro Uribe demostró que, armado tan solo de un computador, lejos de cualquier maquinaria política, es el gran líder de Colombia. La campaña del No, que se extendió por las redes sociales como la roya en un cafetal, fue más efectiva que los llamados del Papa, de Kerry, de Nairo, de U2, de Ringo Starr, de cuatro premios nobel y de casi todos los intelectuales de este país. Nadie sabe interpretar mejor al colombiano que Uribe. Les bastó a sus escuderos armar memes en donde se les advertía a los incautos que un rayo homosexualizador arrasaría esta tierra, que el cóndor del escudo le daría paso a la hoz y el martillo, que las vírgenes en las iglesias se achicharrarían para darle paso a estatuas con forma de Chávez. El principio de Goebbles de que una mentira dicha mil veces se convertía en una verdad se cumplió a cabalidad en la campaña facebookiana de los No.

No se pudo jubilar a Uribe. Perdimos. Ahora, con la paz encerrada en sus recovecos dialécticos, en sus sofismas, en su enredo paisa, nos toca esperar y tragarnos los sapos que traen sus designios. La paz uribista tiene en foco a sus financiadores, a los grandes hacendados de Córdoba, a los ricos terratenientes. Recuerden que hasta hace muy poco Alejandro Ordóñez, su aliado incondicional, salía de gira con José Félix Lafourie por toda la Costa a advertirles a los latifundistas que al gobierno le quedaría de para arriba implementar la restitución de tierras. Los ricos estarán a salvo. No habrá ninguna reforma agraria y es más, si tienen suerte, hasta ni habrá guerrilla con que negociar.

La inmunidad que propone Uribe no es otra cosa que el deseo de sacarle al secretariado a sus guerreros más feroces. Es una incitación a desertar, a dejar solos a los jefes que están en La Habana. El domingo en la tarde, con los resultados del plebiscito, en los campamentos guerrilleros los muchachos lloraban con desconsuelo. Tenían las armas empacadas, los peinados de Maluma, el maquillaje y el deseo de volver a ver a mamá. Ya no quieren volver a poner a las Punto Cincuenta apuntando al cielo. Quieren irse a casa, ser uno de esos pelados normales que bailan reguetón los sábados en la tarde. Eso lo sabe Uribe y por eso sabe que ahora el tiempo es su gran aliado. Tiene la paciencia suficiente para reventar a Santos, a Timochenko. Ahora que volvió es más poderoso que nunca.

 

Los ricos son demasiado pocos como para que pongan presidentes.
El uribismo renace en Ciudad Bolívar, en Bosa, en Usme,
en los sectores más deprimidos de las ciudades colombianas

 

 

Los ricos son demasiado pocos como para que pongan presidentes. El uribismo renace en Ciudad Bolívar, en Bosa, en Usme, en los sectores más deprimidos de las ciudades colombianas, en donde la única enseñanza que aprenden los niños son los consejos de sus padres: “El vivo vive del bobo”, “Mija, cásese un hombre que le dé estabilidad, “Haga dos viajes a Estados Unidos y después retírese”. El deseo de volverse millonarios, bien instalado por las telenovelas, por el discurso de prosperidad de Uribe, aplasta cualquier intención de prometer educación y salud gratuitas y de calidad. Por eso fue tan fácil imponer desde el No argumentos como el de que los guerrilleros iban a recibir un sueldo, dádivas. La envidia entre los pobres es un cáncer irreprimible. Fue en esos barrios donde el No ganó aplastando.

Y la izquierda se equivocó usando su vieja y pedante jerga. Y la izquierda no sabe cómo llegarle a la gente. Están demasiado arriba como para mirar de cerca a los colombianos de a pie. Y mientras sigamos así Uribe seguirá mandando y nosotros perdiendo. Otra vez Uribe nos ha puesto de rodillas y nosotros solo podemos escupir sus zapatos y lustrarlos hasta dejarlos brillantes.

 

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