¿Y ahora que se fue Patricia Ariza, quién podrá defendernos?

¿Y ahora que se fue Patricia Ariza, quién podrá defendernos?

En esta carta a la ex ministra de cultura se plantean tres preguntas: ¿Por qué se va? ¿Qué hizo mientras estuvo? ¿Quién vendrá a reemplazarla?

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febrero 28, 2023
¿Y ahora que se fue Patricia Ariza, quién podrá defendernos?

El cambio de la ex ministra de Cultura me genera tres preguntas: ¿por qué se va? ¿Qué hizo mientras estuvo? Y ¿Quién vendrá a reemplazarla?

A la primera pregunta no le tengo respuesta, pero la segunda, siento, creo y reclamo que debe ser respondida por Patricia misma, pues –aunque a mí no–, parece que, por primera vez, algún protagonista de nuestra cultura, que conociera al monstruo interinstitucional y hubiera estado dentro de sus entrañas, ocupaba el cargo. 

Pero lo más importante aquí es: ¿quién vendrá a reemplazarla? Esta pregunta es capital, porque el nombramiento de la poeta Nadaista sorprendió a propios y extraños en la política del Doctor Gustavo Petro; unos sintieron alivio, otros, sorpresa, yo me sitúo entre quienes nunca esperamos nada, ni de un político, ni de un poeta. 

De lo que Patricia hizo, sé que envió a la trigésima primera feria de la Habana –dedicada en esta edición a Colombia–, una nómina distinta en parte, a la del establishment de otros gobiernos; sé que dejó plantadas varias veces a las diferentes mesas culturales que componen el grueso de los creadores de la capital; y que en esta semana participó en Santa Elena, de la Internacional Nadaista, junto al poeta Jotamario Arbeláez; cuyas actividades reencontraron a un político y a un poeta en la cumbre de sus carreras; sé que junto a ellos pululó el séquito de chatarreros del mingitorio lírico de Antioquia, quienes debieron quedarse con sus crespos hechos de detentación. 

A estas alturas de la noche, uno que votó por Petro, quien hoy mismo dijo, antes de despedir a Ariza: “que cualquier trabajadora tenga estabilidad laboral”, debe ponerse a pensar ¿y ahora quién podrá defendernos? Defendernos por ejemplo del alza en los precios de los libros y de todo insumo que utilice el creador para construir lo que se conoce como identidad, amén de la imaginación que todavía parece gratuita, (a menos que la inteligencia artificial, diga lo contrario). 

Ya, por ejemplo, Nicolás Montero, demostró que las cámaras son lo suyo, pero no las de representantes, dejando un rastro de arena –por no decir barro– durante su administración en un cargo público. 

¿William Ospina? quien cuando hace frío puede escribir los versos más tristes cualquier noche, escribir por ejemplo… sobre el temible Rodolfo Hernández: “y ya demostró en Santander que se puede derrotar la corrupción solo con honestidad y con valentía.” O “respetemos a la gente, acabemos con los privilegios, paremos el derroche del ejército, el despilfarro del Estado, creemos riqueza y protejamos la producción nacional”, cuando por otro lado su candidato, declaraba a voz en cuello: “no me calmo, […] coma mierda malparido. […] nos vamos a ver es como hombres, […] alístese que voy allá […]” y, “usted es un hijueputa que no agradece nada…” Así son nuestros políticos y así son nuestros poéticos: patéticos. ¿Entonces quién podría ser un ministro a la altura de esta bajeza? Pues cualquiera, incluso yo con mi metro sesenta, de manera que aquí me proclamo: Ministro de Cultura de la Inmarcesible Res-Pública de Colombia del Cambio, y desde esta línea, para no perder tiempo, propongo a mis sucesores, quienes por lo menos supieron hacer empresa de una cultura enclenque y cómoda en su marasmo: Andrés Hoyos o Mario Jursich. Aclaro que a mí el señor Hoyos me cae muy pero muy mal, ¿pero acaso él junto a Mario no hicieron en los años 90 algo increíble? Y esto fue: convertir en rentable una iniciativa cultural colombiana. 

Por más que lo pienso y que barajo los pocos nombres que pueden venir al caso, entre ellos Sergio de Subiría, más lejos me encuentro de una respuesta satisfactoria para un medio que se ahoga, pero que representa en esencia el baluarte de una identidad en duda como la colombiana. 

Qué triste que ya no exista en el país un Jorge Gaitán Durán, o un Jorge Zalamea, es decir seres confiables y cuyas decisiones no terminen por convertirse en la conveniencia de pocos, el degüello de aves y la liquidación de una cultura agónica. 

Lo cierto es que estamos en el gobierno del cambio y es plausible que el director de la película cambie los personajes a su gusto y acomodo. Lo incierto es ¿quién tiene la nariz de payaso más grande para enfrentar el circo de nuestra cultura?

Vea también: 

“Acabo de enterarme que ya no soy ministra de cultura”: Patricia Ariza

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