Votaré por el Sí...
Opinión

Votaré por el Sí...

Con esa convicción, seleccionaré a cien personas cercanas. Hablaré con los desinformados sobre el proceso, me acercaré a los que creen en mitos, a quienes me han llamado “vendido”, “enmermelado” y “traidor”

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agosto 08, 2016
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En términos olímpicos, ha comenzado una frenética carrera con abundantes rivalidades, cuya meta es refrendar si, o no refrendar, los acuerdos de nuestro gobierno con las guerrillas de las Farc.

Entre nubes cargadas de polarización y activismo, existe la oportunidad de procurar una gestión más humanitaria para las víctimas de la guerra; se acabará la excusa que pone al conflicto como factor que impide desarrollar las zonas rojas, se termina la securitización de las políticas públicas y nos convertiremos en un país decidido a pensar en su crecimiento y educación.

Convencido de votar por el Sí, debo hacer una tarea: seleccionar a cien personas cercanas. Necesito hablar con quienes les falta información sobre el proceso con las Farc, me acercaré a los que creen en mitos, a quienes me han llamado “vendido”, “enmermelado” y “traidor”.

Sobre los dubitativos, los faltos de información y escépticos haré pedagogía; les enseñaré los elementos sustantivos del proceso; sobre los parientes y amigos que poco les importa lo que pasa en el país, hay que invitarlos a tomar más tinto o chocolate; les recordaré que el país es de todos, que Colombia debe ocupar un espacio vital en nuestras vidas, que nuestra joven democracia se edifica entre todos; debemos darnos permiso de escuchar, leer, respetar, reflexionar para tomar decisiones.

Al centenar de personas les diré que es válido votar por el No. Si gana el No, no es la hecatombe; la democracia siempre tiene soluciones; no somos una dictadura y podemos abrigar al optimismo. Si gana el Sí, confirmaremos que es la mejor apuesta al futuro del país y sobre todo, para aquellas regiones profundas y desconocidas, donde ha habido poco Estado y pocas libertades.

Quienes piensan votar por el Sí, que ni se les ocurra ofender a quienes piensan distinto.

 

Al centenar de personas les diré que es válido votar por el No.
Si gana el No, no es la hecatombe; la democracia siempre tiene soluciones.
Si gana el Sí, confirmaremos que es la mejor apuesta al futuro del país

 

Los miembros de mi familia cercana no pasan de treinta; los amigos próximos unos diez, y unos sesenta conocidos en felices circunstancias de la vida.

Sobre la mesa de mi comedor no es tan fácil como pensaba; todos opinan distinto. Los más cercanos me han visto pelear contra las Farc, el Eln y los paramilitares; si las Farc participan en política, argumentan, ven en serios riesgos el futuro de mi pensión de retiro y derechos de salud; a mis compañeros de armas, los ven desprotegidos, desempleados y solos; piensan que el modelo de Venezuela será implantado en corto tiempo, y eso nos obliga a vivir sometidos a una tiranía, por lo que debemos estudiar la forma de abandonar el país.

Mi familia de pueblo, la que escuchó los gritos de la violencia partidista, la que escuchó sobre Sangrenegra, Desquite y los primeros días de Tirofijo, la que no falta a misa, pero también la que no entra a la iglesia por estigmatización hacia los curas y conservadores, estoy seguro, votará sin reparos por el Sí; muchos ya sanaron sus heridas y ninguno de ellos quiere más regueros de sangre, no quieren escuchar noticias de barbarie, no quieren saber de héroes ni villanos.

Tengo familiares que como cientos de mis compañeros de la reserva activa, admiran al expresidente y senador  Álvaro Uribe; por válidos motivos, lo consideran el redentor de una Colombia que estuvo arrodillada al terrorismo.

A ese último grupo le diré, que no de mala voluntad, en el afán de quebrarle el pescuezo a las Farc, llegamos a inventarnos guerrilleros donde veíamos fantasmas y apostamos carreras para ver quién daba más bajas. Estigmatizamos comunidades acusándolas de farianas y pensábamos que cualquier remesa de los campesinos, contenía insumos para hacer minas antipersona; en medio del delirio, llevamos a la ruralidad y a los hogares más humildes del país, cientos de soldados de regreso a casa, envueltos en la bandera de Colombia; con lágrimas y nudos en la garganta, abrazamos a sus esposas viudas, a sus madres mordiendo el dolor, y a sus hijos desconsolados.

También enterramos a cientos de jóvenes guerrilleros, que algún día pensaron que empuñar las armas en contra del Estado, era la salida a sus reclamos no escuchados, que pese a su decisión de asumir la lucha armada para actuar en defensa de sus causas históricas, son colombianos que murieron convencidos de su credo.

Si en cien personas hay un mundo de justas percepciones, en el universo de los colombianos hay mil constelaciones.  Luego de conciliar los antagonismos de la mesa, donde las partes se trenzaron en una difícil conversación, creo que las Farc respetarán los acuerdos y que este y el próximo gobierno harán todo lo posible por implementar lo pactado.

Hemos visto la guerra con varios periscopios; detrás de cada lente hay un espejo de profundas heridas, pero también existe una ventana que abre paso al don de la reconciliación, para romper el ciclo de la venganza.

 

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