El verano feliz de los sindicalistas
Opinión

El verano feliz de los sindicalistas

En un mundo desregularizado, deslaboralizado, flexibilizado y en el que las crisis la pagamos los trabajadores, los modelos de organización sindical deben transformarse

Por:
agosto 09, 2016
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Escribir durante un año sobre los trabajadores y sobre los sindicatos no es tarea fácil cuando la agenda informativa va a la velocidad de la luz, cuando el trabajo es tema de tercera en esa agenda y sobre el sindicalismo no se habla, pero bueno, el reto es hablar, insistir, las dificultades las conocíamos y aun así nos atrevimos.

Nos hemos acostumbrado a las noticias sobre la violencia cotidiana, la guerra, la corrupción y a los realities y no nos escandalizan 17 millones de trabajadores explotados y sin derechos laborales en nuestro país.

Hemos intentado iniciar debates y conversar con el público apelando a decenas de vivencias, conversaciones, lecturas y experiencias nacionales e internacionales para poder insuflarle alguna sensibilidad a nuestros queridos lectores sobre un tema como el trabajo que han convertido en cifras, curvas y tecnicismos. Y lo hago porque sigo creyendo que tantos Jeremies Rifkin se equivocan de cabo a rabo cuando apelan al slogan de “El fin del trabajo”.

Lo hago para luchar contra estos “nuevos” gobiernos neoliberales del continente que nos contaminan, como el de Mauricio Macri en Argentina, que pretenden borrar de un plumazo los derechos y la dignidad conquistada por los trabajadores y los sindicatos argentinos y utilizan todo su poder y el dinero de los empresarios para anunciar y repetir hasta el cansancio que irán a una guerra contra los trabajadores, para decir que en ese país (y en los demás del continente) se necesita “Un cambio indispensable en las relaciones laborales”. Macri y sus amigos han propuesto recientemente acabar la negociación colectiva por rama, flexibilizar la contratación laboral, abaratar el despido, destruir a los sindicatos y empobrecer de nuevo a la clase media argentina. La misma recetica de aquí que no genera sino frustración, pobreza y empobrecimiento. Pero los trabajadores argentinos tienen claro que “la estructura de la negociación colectiva determina la fuerza del sindicalismo en un país” y se jugarán la vida antes de permitir la destrucción, de su forma de negociar o de asociarse.

 

Mientras el mundo va a toda velocidad,
los dirigentes sindicales colombianos vamos felices en nuestro Renault 4,
sin saber hacia dónde

 

Mientras el mundo va a toda velocidad, los dirigentes sindicales colombianos vamos felices en nuestro Renault 4, sin saber hacia dónde.  Y aunque conocemos todos los diagnósticos y tenemos claro qué les sucede a los trabajadores, tenemos poco ánimo de cambiar de carro, salir de la comodidad y ganar el poder necesario para cambiar un modelo económico construido para mantener la exclusión social. Muchos se quedan en planes de acción que no se aplican, nos la pasamos de foro en foro, en encuentros, seminarios y asambleas que no están contribuyendo a la transformación interna imprescindible para que dejen de mirarnos como un grupo de dinosaurios, echados, felices mientras vemos pasar el meteoro que nos volverá petróleo.

Me duele reconocer que muchos sindicatos invierten permisos y recursos en pagarnos cursos y viajes sin que intentemos siquiera aplicar lo aprendido en nuestras organizaciones. ¿Estamos tranquilos con este panorama de 4000 sindicatos, pequeños y aislados?

A veces alcanzamos a dar algunos pasos adelante, como reformas estatutarias o protestas conjuntas, pasos pequeños ante el retroceso enorme en representatividad y capacidad de negociación que es responsabilidad de empresarios, estado y modelo económico, pero también de nosotros. ¿Buena parte del liderazgo sindical disfruta de sus erosionadas parcelitas de influencia?

 

A veces damos algunos pasos adelante, como reformas estatutarias
o protestas conjuntas, pasos pequeños
ante el retroceso enorme en representatividad y capacidad de negociación

 

¿Se nos olvidó el internacionalismo y la solidaridad de clase? A veces parecemos meros intermediarios para la entrega de beneficios convencionales a nuestros afiliados, apenas cuatro de cada cien trabajadores del país. Nuestros mundos limitan solo con las fábricas, empresas o centros de trabajo. Se nos olvidó la formación política produciendo, entre otras, mucho escepticismo de los trabajadores con el proceso de paz que requiere todo nuestro apoyo.

Es paradójico, tenemos claro que el modelo de sindicalización y el modelo de negociación colectiva son un fracaso y no hacemos nada para cambiarlo. Más allá de los intentos reformistas en la Central Unitaria de Trabajadores, los sindicatos nos resistimos al cambio y no hemos podido ni intentar cumplir lo decidido por el V Congreso: convertirnos en fuertes sindicatos de rama. Como lo advierte el profesor Jairo Villegas Arbeláez, quien cuestionando la “democracia sindical” en Colombia, señala que: “No existe una visión sindical programática o de ideas, por ejemplo, sobre negociación colectiva; representatividad y representación sindical en la negociación colectiva; o sobre representación sindical y eficacia en la negociación; sobre control de gestión y de resultados sindicales; ética sindical...”

Muchos líderes sindicales no han entendido que la guerra fría terminó hace décadas y que el neoliberalismo y la globalización de la economía nos puso “patas arriba” y que ahí seguimos. En ocasiones los trabajadores y los sindicatos traducimos nuestras dificultades en impotencias y decepciones, y, creemos que estar condenados a ser minoría es hasta mejor.

Los sindicalistas en Colombia, todos, sin excepción, estamos plenamente conscientes de la crisis del sindicalismo. Que estamos escorados, por la violencia y la persecución, pero también porque el mundo del trabajo en el que nacimos desapareció: la sociedad industrialista, el Estado- nación, la empresa integrada y las condiciones de trabajo homogéneas fruto de las formas fordistas y tayloristas de organización del trabajo. Tenemos que desencallar y movernos hacia adelante.

En un mundo desregularizado, deslaboralizado, flexibilizado y en el que las crisis la pagamos los trabajadores, los modelos de organización sindical deben transformarse para enfrentar mejor la lucha por una sociedad más justa. Como lo propone el Dr. Marcio Tulio Viana: “El deslizamiento de las luchas obreras del campo de la producción para la esfera del consumo nos sugiere una nueva y estimulante utopía: la de un sindicato organizado ya no solo alrededor de categorías u oficios, sino de una indignación general contra el sistema, o por lo menos contra sus distorsiones más fuertes –reuniendo empleados y desempleados, operarios y limpiabotas, cuidador de carros y ascensoristas, prostitutas y sin-tierra”.

Mucho de lo que hacemos desde el movimiento sindical queda como denuncia, queja y crítica. Esperamos que los que no van a hacer nada lo hagan todo por nosotros y no empezamos con dar al menos un paso hacia adelante. Como lo dice el maestro Mario Luis Gambacorta: “El postulado teórico tiene que ser un desencadenante de un proceder que revierta lo que se cuestiona.”

Hasta aquí y por el momento mi autocritica, la hago en esta columna al cumplir mi primer año opinando en este prestigioso medio y tal y como lo advertí en mi primera columna: " hasta que nos aguanten".

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