Una radiografía de en qué van las elecciones
Opinión

Una radiografía de en qué van las elecciones

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junio 11, 2014
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Si gana Zuluaga no necesariamente sería por sus méritos; ni tampoco principalmente gracias a Uribe; sino por la culpa de Santos. Se decía que el peor enemigo de Peñalosa como candidato era él mismo, pero parece que nuestro actual presidente podría competir con él (y ganarle).

Es increíble la cantidad de errores cometidos:

Es cierto y conocido que en general el sector rural, tanto es sus estratos altos —terratenientes y ganaderos— como en el otro extremo —los campesinos— es donde más cautivos están los votos conservadores. Pero el primer mandatario logró una alianza en su contra como nunca se había visto. Tal vez sean más responsables directamente sus ministros pues no deja de ser una paradoja que el levantamiento contra el gobierno se hubiera iniciado por los cafeteros cuando era ministro Juan Camilo Restrepo —supuestamente el vocero y candidato de ellos—, y que quienes inician la cascada de adhesiones al opositor de Santos sean los palmeros, gremio del cual fue presidente durante los últimos diez años el actual ministro Lizarralde. Pero el problema no puede ser solo por las personas sino más por el tratamiento y los resultados de la política que el primer mandatario se niega a reconocer (recuérdese ‘el tal paro agrario no existe’).

No se sabe exactamente como se llegó al antagonismo con las fuerzas armadas y la policía. Evidentemente malas declaraciones y ambigüedades tanto respecto al proceso de paz como al tratamiento que les espera no se subsanan con seguir mostrando al ministro del ramo como un cuasiopositor de las políticas de paz. Pero teniendo en cuenta que las Fuerzas Armadas cuentan con aproximadamente medio millón de miembros, y que aunque ellos no pueden votar sí pueden hacerlo sus familiares, esa mala relación pone en entredicho algo del orden superior al millón de votantes (si se cuenta solo dos parientes influenciados por quien está en servicio activo).

En cuanto a la alianza con Petro, con seguridad es más los votos que hace perder entre los antipetristas viscerales que los que esa vinculación oportunista le aporta. Y de los que se declaran del Partido Liberal, los seguidores de César Gaviria y sus marrullas no necesitaban guía para adherir a él; en cambio si se pueden perder varios de los votos de ‘los huérfanos del partido’, los que no saben dónde ubicarse y han constituido el grueso de las votaciones de Carlos Gaviria, de Lucho Garzón, de Mockus, De Samuel Moreno, y en general de quienes han representado un progresismo de izquierda que César Gaviria excluyó del partido.

El eslogan de ‘con la paz haremos más’ debe haber pegado y seguirá pegando. Logra probablemente más efecto que toda la propaganda obsesiva de ‘la paz vs. la guerra’.

Ninguno de los candidatos logró convencer al electorado o despertar su entusiasmo, según se vio en la primera vuelta. De todas maneras en relación con las promesas que ahora hagan la población poco cree en ellas, no solo porque compiten para decir lo mismo sino porque no dicen como se adelantarán (millones de nuevos empleos, mejorar la salud, educación universal y gratuita, etc.): son solo eso, promesas de campaña electoral y no programas de partido, y la gente ya sabe lo que eso significa.

La paradoja de Zuluaga es que su proyección se la dio Uribe —sin su apoyo seguiría siendo desconocido— pero hoy es el antiuribismo el que puede llevarlo a la derrota. Si algo le da fuerza a la candidatura de Santos no es el entusiasmo por él sino el miedo a volver a la era Uribe y las políticas y métodos que entonces se implantaron. Las elecciones parlamentarias mostraron que el expresidente solito cuenta con el 20% de seguidores en la población; pero no mostró el nivel de oposición que existe en su contra, y ese es el que ahora pesa a favor de la alternativa a Zuluaga. Es a lo que juega Santos con una repetición de lo que alguna vez se llamó el voto de 'las faldas asustadas'.

Los debates lo que han mostrado es que la nueva estrategia para ambos es intentar motivar el voto en contra descalificando al rival. Esto puede tener algún éxito pero señala aún más el vacío de propuestas propias.

No se sabe si la polarización y la igualdad en las encuestas producirán una votación masiva o si por el contrario la saturación con la campaña negativa y el escepticismo respecto a los candidatos mismos se manifestará en una terrible abstención.

Lo que sí entendió en su mayoría el electorado, es que el voto en blanco no sirve; en últimas acaba siendo no un rechazo a ambos sino un apoyo a quien salga ganador, puesto que ayuda a dar legitimidad a su elección.

Como van las cosas lo que debía ser más significativo es que, sea cualquiera de los dos, nuestro próximo presidente dependerá del rechazo que tenga su adversario, y, si mucho, recibirá apenas el voto de uno de cada cuatro colombianos con derecho a elegir mandatario.

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