Un segundo en la mente de un pintor callejero

Un segundo en la mente de un pintor callejero

Historia de Luis Fernando Cabrera, pintor tolimense que le ha dado al arte callejero más de 23 años, entre ellos más de 18 en las calles de Villavicencio...

Por: Valentina Pachón Bonet
noviembre 01, 2023
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Un segundo en la mente de un pintor callejero

El arte callejero desde tiempos inmemorables es uno de los mecanismos más puros para enviar un mensaje y resaltar aspectos hermosos del mundo. Desde un grafiti con colores chillones en las paredes y puentes, una canción suave saliendo de un saxofón haciendo eco en los rincones o un simple retrato de una mujer desnuda, exaltando sus curvas, su espalda delicada y su pose relajada.

Ese es el tipo de arte que nos hace sentir, que nos asombra, que nos emociona, que al menos una vez nos ha hecho sonreír al verlo o simplemente nos inquieta el saber de su autor, el saber como un talento tan nato es desperdiciado en las calles, en la lluvia y en el rayo del sol, pero no es así, no es un desperdicio, los grandes artistas no solo son los que tienen sus cuadros en una repisa de un museo, no son los que llenan conciertos hasta reventar, son aquellos que sin pensarlo viven, sienten y aman el arte en todo su esplendor, aquellos que no tienen el miedo de pararse en mitad de una plaza y recibir unas cuantas monedas o billetes solo por querer sobrevivir dentro de una sociedad que no les ha brindado las oportunidades o que simplemente no tienen la meta de hacer dinero por medio de esto, solo es un pasatiempo que los llena y les brinda la capacidad de enseñar que son buenos en algo.

Luis Fernando Cabrera es uno de ellos, un pintor tolimense, el cual le ha brindado al arte callejero más de 23 años de trayectoria, entre ellos ha dibujado más de 18 años en las calles de Villavicencio, principalmente en el parque frente a la Gobernación. Un sitio que para él ha sido un espacio ideal y ameno para exponer sus pinturas, además que gracias a ser tan central genera un mayor público turístico. Su amor y pasión por esta práctica genera un recuerdo en él desde niño, lo cual lo ha impulsado a continuar haciéndolo, generar la curiosidad en los transeúntes para que se acerquen y contemplen cómo un pedazo de papel se llena de líneas, trazos, manchones y colores para quedar convertido en un cuadro digno de una exposición europea.

Como su única profesión, invierte su tiempo en aprender técnicas, en implementar más en sus herramientas de trabajo, que no son nada baratas, y en vivir del arte. Su empeño hace que el dinero que le dan por un retrato le sirva para mantenerse, puesto que siendo un hombre separado y solo en la ciudad, sus ganancias son su mayor preocupación. Su trabajo depende de lo que cobra, sus precios oscilan entre 50.000 a 70.000 pesos colombianos, dependiendo la cantidad de personas o el tamaño que el cliente desee. Además del gasto que este realiza en los diferentes materiales que necesita, como lápices carboncillo, su principal utensilio, tizas de colores, bisturís, algunos pinceles y borradores que guarda en una caja desgastada de metal, unto con un trapo en que se ven las manchas negras de las veces que lo ha usado para quitarse los residuos de carbón de los dedos cada vez que termina. 

Cada día madruga para estar en su puesto de trabajo a las 8 de la mañana y terminar su horario a las 5 de la tarde, y como todo empleo ha tenido sus días buenos y sus días malos. Existen momentos en los que el cliente no está satisfecho con lo que se le entrega o existen situaciones de clientes anónimos, clientes que pagan por un dibujo y nunca vuelven para recogerlo, entonces aquellos dibujos quedan ahí sin ningún dueño. La mayoría de retratos en exhibición son sacados de internet, pues así él evita tener que lidiar con aspectos como la utilización de la imagen de otro sin su consentimiento y puede estar tranquilo y dar un abrebocas al estilo que realiza diariamente.

Dos horas es lo que implica un trabajo tan pulido y bien hecho, pues junto con el bullicio, el clima y el sonido de los carros hace que el trabajo parezca ser extenuante, pero eso es lo que lo ayuda a crear bellas piezas tanto en blanco y negro como a color. Y al estar en un lugar tan central genera que los transeúntes detengan su paso y deleiten la vista. Múltiples veces algunos se sientan cerca solo para ver el paso a paso de como una fotografía pasa al papel en solo unos instantes, incluso algunos se animan al momento y deciden pedirle una ilustración de algún familiar, algún animal o incluso objetos. Ni siquiera la lluvia ha sido impedimento para que realice su labor, pues ha tenido la facilidad de generar vínculos con algunos clientes, los cuales ya conocen sus obras y que además lo llegan a recomendar con otros compradores.

Desde sus 26 años ha logrado asistir a clases y cursos para técnicas de pintura, pues desde niño su fascinación por esta profesión lo impulsó a practicar y afinar más su don. Dicen que el ánimo influye en lo que hagas, y al igual que en el arte, si el humor no está del todo bien nada funciona. A todo lo que se haga se le debe poner corazón para que salga estético y perfecto. Las técnicas comienzan con ligeros trazos, crea un boceto del rostro, en esta ocasión de dos “viejitos”, se perfilan los detalles tales como los ojos, la nariz, el cabello, las orejas, el cuello y los accesorios que puedan tener como gafas, camisas o sombreros. Todo es un ver y hacer. La fotografía no es más que una impresión y la magia inicia en la facilidad de ver los detalles y dejar que la mano dance con tranquilidad y armonía, como si fuera una extremidad aparte con su vida propia, sin control alguno y sin restricciones de creatividad. 

Dicha imaginación se desborda en las calles, con sus habilidades para dar vida en la acera y sus técnicas de dibujo en carboncillo y tiza. Es un verdadero mago del arte urbano. Con apenas unos trazos, logra capturar la esencia de un paisaje, el alma de una persona o la energía de una ciudad entera. Su destreza le permite crear imágenes llenas de vida y expresión, refleja las emociones que tienen y transmite dichos sentimientos al público, tienen un impacto visual sorprendente. Cada vez hay más personas que lo ven, lo admiran y lo reconocen como un buen pintor. Sus creaciones efímeras transforman las calles en auténticas galerías al aire libre, debajo de los árboles, tras la risa de los niños jugando, combinado con el olor de las frutas y el helado, llevando el arte a todos los rincones de la ciudad. Sus obras cobran vida, transformando espacios grises en escenarios llenos de color y significado.

En Villavicencio, una ciudad con un grandioso turismo y reconocida por su folclor llanero, ha tenido al arte callejero muy quieto. Es por esto que artistas como Luis han tenido que dar todo de sí mismos para darse a conocer, influir en otros para expandir sus conocimientos y generar una consciencia en aquellos que piensan que es una pérdida de tiempo o que no es un trabajo de verdad. Lo cierto es que el arte, en su representación más pura y profunda, es una manifestación de la creatividad humana que ha existido desde tiempos inmemoriales.

Cada obra de arte realizada por Luis es su testimonio y su aporte, su granito de arena. A través de la pintura él encuentra su propósito en la vida, pues no dispone de un horario de largas jornadas, ni de un robusto escritorio, ni una pila de papeles que revisar o de un molesto jefe que le diga que hacer, es libre, libre de crear, libre de llegar e irse a la hora que desee, libre de decidir que tipos de diseños realizar, el mismo pone sus presupuestos y los artistas como él han plasmado sus percepciones del mundo, sus luchas, sus alegrías y sus inquietudes en cada pieza. Así, cada cuadro se convierte en una cápsula del tiempo que nos permite viajar a través de la historia, nos permite guardar momentos únicos y también revivirlos.

LA ESENCIA DE LA PINTURA: UN AMOR INCALCULABLE

Los contrastes, tan comunes en la pintura, son metáforas visuales que nos muestran la dualidad de la vida: luz y sombra, amor y odio, belleza y fealdad. Los detalles minuciosos, como el delicado trazo de un retrato o la precisión en la representación de objetos cotidianos, son anécdotas que nos narran historias en cada milímetro del papel. Gracias a esto, Luis se ha impulsado a dar clases de dibujo personalizadas tanto en el parque como en un estudio en el Emporio, pero también hay días en los que los alumnos se acumulan y él opta por pedirle el salón a un amigo de confianza y allí dar sus clases con mayor tranquilidad y seguridad.

Sus alumnos van desde niños entre 12 y 14 años de edad hasta personas adultas entre los 34 a 40 años de edad. Sabiendo esto nos anima a sumergirnos en sus profundidades, a descubrir sus secretos, aunque Luis parece ser una persona muy reservada con su vida privada, aunque se puede llegar a dialogar con él en su espacio. Al observar una obra maestra, me pude adentrar en una conversación silenciosa con el pintor, incluso me sugirió pintarme por tan solo 20.000 pesos colombianos, entonces me di cuenta de que su trabajo no lo hace solamente por el dinero en su totalidad, sino en su pasión por dibujar.

La importancia de la pintura en la vida cotidiana es incalculable. En nuestras casas, los cuadros adornan nuestras paredes y aportan carácter y personalidad a nuestro entorno. En los museos y las galerías, nos ofrecen la oportunidad de enriquecer nuestras almas, de aprender sobre distintas culturas y de apreciar la diversidad de perspectivas que conforman nuestra herencia cultural. Nos conecta con lo más profundo de nuestra humanidad, nos desafía a ver el mundo desde nuevos ángulos y nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, compartimos un lazo fundamental: la capacidad de crear y apreciar la belleza en todas sus formas. La pintura, con su riqueza de figuras literarias visuales, nos lleva a un viaje de descubrimiento y reflexión, enriqueciendo nuestras vidas de maneras que van más allá de lo que las palabras pueden expresar.

“El arte es parte de la cultura de una ciudad y uno como artista callejero trata de embellecerla” - Luis Fernando Cabrera.

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