Un milagro llamado Martín Grandas

Un milagro llamado Martín Grandas

Fue el único sobreviviente de la avioneta accidentada cerca a Bogotá en la que murieron sus papás, el médico Fabio Grandas y la abogada Mayerly Díaz y Nuris, su niñera

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octubre 25, 2020
Un milagro llamado Martín Grandas

El ala derecha de la avioneta golpeó la punta de unos pinos altos. Eran las 4 y 57 minutos de la tarde. Antes de caer con violencia al suelo y partirse casi en dos, la pequeña aeronave dio un par de giros en aire. Dentro de la HK 2335-G, avioneta de un solo motor, viajaban cuatro personas: Fabio Grandas, Mayerly Díaz, Nuris Meza y el bebé Martín, único sobreviviente del accidente.

Minutos antes del golpe, Gabriel Manzano, un inmigrante venezolano, apilaba un poco de leña en unas de las fincas lecheras de Ubate, donde trabaja desde hace poco más de un año. El fuerte rugir del motor, que sintió demasiado cerca, le hizo no quitarle los ojos de encima a la avioneta azul con blanco que venía del norte volando muy bajo.

La abogada Mayerly Díaz acompañaba con regularidad a su esposo, el doctor Fabio Grandas, en todos lo viajes que él hacía en la avioneta.

El piloto de la aeronave, Fabio Grandas, un reconocido médico cirujano de la Unidad de transplantes de la Fundación Santa Fe, desde hacía algunos minutos, o tal vez segundos, había reportado fallas mecánicas a la torre de control del pequeño aeropuerto de Guaymaral, ubicado en el norte de Bogotá. Su esposa, la abogada Mayerly Díaz, de 41 años, una mujer de Barrancabermeja, con maestría en telecomunicaciones, quien fue directora de Vigilancia y Control del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones (TIC), iba a su lado como copiloto. En la silla de atrás estaba Nuris Meza, la niñera de Martín, quien al parecer llevaba el niño en brazos y fue quien le habría salvado la vida.

Gabriel Manzano le dijo Orián Calderón, su esposa, que estaba trapeando la entrada de la casa, que esa ruidosa avioneta venía volando bajito porque tal vez aterrizaría en una finca vecina. Más incómodo por el ruido que interesado por la maniobra que haría el piloto, siguió mirándola. El venezolano estaba equivocado. Si la aeronave no hubiese tenido problemas, no la hubiera visto volar tan bajo, no hubiera escuchado su molesto ruidaje y no se hubiera accidentado milésimas de segundos después. Si todo hubiese salido bien, la avioneta tenía que haber aterrizado en Guaymaral, a 75 kilómetros de allí.

Cuando la avioneta golpeó el árbol, perdió el control y se clavó de frente en el prado de la finca, Gabriel Manzano entendió lo que ocurría. A gritos le avisó a su esposa y empezó a correr hacia la destrozada aeronave que ya no rugía. El único ruido que escuchó y que se hacía más fuerte a medida que se iba acercando fue el llanto dolorido de un bebé. Martín, el hijo del médico y de la abogada estaba tirado afuera de la avioneta, como si alguien lo hubiera puesto allí, alejándolo del peligro.

Nuris Meza, la niñera, estaba muerta. Fabio Grandas, el prestigioso médico de 50 años que era aficionado a los aviones y que hacía parte de la Patrulla Aérea Médica Colombiana, una entidad que se dedica a prestar atención humanitaria, médica y quirúrgica a poblaciones pobres y alejadas del país, también estaba muerto. La abogada y madre del pequeño Martín abrió los ojos cuando el venezolano se metió entre las latas para mirar a quién podía ayudar; Mayerly Díaz intentó mover las manos, pero la muerte le ganó.

Manzano, quien es padre de una niña de cuatro años, pensó en su hija y sin dudarlo alzó a Martín; intentó consolarlo, pero el pequeño tenía golpes y raspones que dolían. Un vecino de otra finca que tenía un camioncito rojo con gris llegó al lugar y al verlo, Gabriel le pidió que los llevara al hospital del pueblo, El Salvador. Luego de entregarlo a los médicos, la policía y el cuerpo de Bomberos se hicieron cargo del niño, a quien trasladaron al hospital de Chía y luego sus familiares lo trasladaron a la clínica Santa Fe, en Bogotá, donde el médico Grandas formaba parte del equipo de trasplantes.

Martin se recupera en la sala de cuidados intensivos pediátricos, no por la gravedad de sus lesiones, sino para monitorearlo. Clínicamente presentó trauma de abdomen y tórax y algunas raspaduras superficiales, pero está fuera de peligro. Se salvó de milagro y su vida comenzará nuevamente protegido por algunos de sus familiares, tal vez junto a sus hermanos, un par de adolescentes, hijos del primer matrimonio de la abogada.

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