Hoy Donald J Trump asume como el presidente número 47 de Estados Unidos.
No quiero ser aguafiesta pero creo que el mundo no tiene mucho motivo para celebrar.
No pertenezco a ese contingente de colombianos que despotrica de Nicolás Maduro pero ve con devoción al nuevo mandatario de la potencia americana. Aunque les duela a los integrantes de esa curiosa logia, es más lo que une que lo que separa a Maduro y a Trump.
Ambos son dirigentes totalitarios que no creen en la democracia sino que usan ese sistema para darle apariencia de legalidad a sus atropellos.
No exagero. Para comenzar, si en sus manos estuviera, Trump se eternizaría en el poder. De hecho hace cuatro años armó una asonada en Washington para tratar de torcer la voluntad popular y no entregarle la presidencia a Joe Biden.
Incluso, para vergüenza de sus gobernados, de no haber triunfado en las elecciones, el nuevo mandatario de Estados Unidos habría sido condenado a una pena privativa de la libertad, por intentar anular ilegalmente el resultado de las elecciones presidenciales de 2020.
Según el fiscal especial Jack Smith, las pruebas contra Trump fueron "suficientes para obtener y mantener una condena en el juicio”.
El nuevo presidente fue acusado de presionar a funcionarios para revertir el resultado electoral, difundir deliberadamente mentiras sobre fraude electoral, y promover los disturbios en el Capitolio de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021. Mejor dicho, Trump actuó como cualquier Maduro.
No logró su propósito porque Estados Unidos no es Venezuela. Y porque las instituciones gringas están diseñadas para blindar la democracia de las intenciones mezquinas como las de quien se posesiona hoy como presidente de ese país.
Trump no logró lo que sí pudo hacer su colega venezolano, porque a diferencia de este no controla todo el estado. En Estados Unidos el Congreso, así hoy en día tenga mayoría republicana, y la justicia son independientes. Hasta el momento.
Por fortuna, Donald J. es casi un octogenario y no le queda mucho tiempo para hacer travesuras. Si tuviera 30 años menos, la democracia de Estados Unidos estaría en serio riesgo.
Porque Trump es tan mesiánico como Maduro, por tanto está convencido que si su país es gobernado por alguien diferente a él, puede descarrilarse. Y que, por ello, es preciso no soltar la presidencia.
La diferencia entre este par es que uno es un sátrapa de derecha y el otro de izquierda. Mejor dicho, Mientras Trump sabe crear riqueza, Maduro es especialista en destruirla.
Subrayo que no me gustan los dictadores de derecha ni los de izquierda. Pero si se trata de escoger entre el cáncer y el sida, me quedo con los de derecha, porque, al menos, suelen manejar mucho mejor la economía que sus pares de izquierda.
Un solo ejemplo, Pinochet fue tan sanguinario como Maduro pero reconstruyó la economía de su país, que Salvador Allende había dejado en ruinas. Maduro, en cambio, logro el “milagro” de llevar a la indigencia a uno de los países más ricos del mundo.
Hay que reconocer que Trump es un exitoso empresario que trabajó muy duro toda su vida para crear uno de los emporios económicos más fuertes de su país. Maduro, en cambio, no ha producido un solo bolívar en su vida, ha sido un parásito que siempre ha vivido del Estado.
El desconocimiento total de los temas del Estado por parte del chavismo y su ineptitud para administrar condujeron a Venezuela, el país con las mayores reservas del petróleo del mundo, a la bancarrota.
Como Trump tiene claro cómo se crea riqueza, de seguro le dará toda clase de incentivos a las empresas para que crezcan, generen más empleo y paguen más impuestos. Con lo cual, en este cuatrienio la economía norteamericana se disparará.
Hecho que, de contera, beneficiará al resto del planeta, porque Estados Unidos es la locomotora que jala la economía mundial.
Ese será el aporte de Trump al mundo. Y no mucho más. Están MFT (meando fuera del tiesto) quienes creen que el nuevo mandatario de EE. UU. va a resolver el conflicto de Oriente Medio, va a detener la agresión rusa a Ucrania y va a devolverle la democracia a Venezuela.
Aterricen señores: al señor Trump lo eligieron los estadounidenses para gobernar su país. Y a eso se va a dedicar. Lo que ocurra más allá de sus fronteras merecerá su atención en la medida que afecte a su país
Aterricen señores: al señor Trump lo eligieron los estadounidenses para gobernar su país. Y a eso se va a dedicar. Lo que ocurra más allá de sus fronteras merecerá su atención en la medida que afecte a su país y siempre antepondrá los intereses de su nación a cualquier consideración.
En el caso de Venezuela, es muy posible que el gobierno trumpista anteponga su necesidad de importar petróleo venezolano a dedicarse a perseguir al gobierno Maduro. ¡¡¡Es la economía estúpido!!!, como dijo Bill Clinton.
Insisto: los estadounidenses no eligieron a Trump para que arregle los problemas del mundo sino para que le devuelva la prosperidad económica a sus hogares. Punto.
En resumen, a la Presidencia de la primera potencia del mundo llega un político con talante autoritario, que se va a concentrar en empujar la economía de su país. Conclusión: en el resto del planeta no tenemos mucho que celebrar.
Del mismo autor: Maduro, preso de María Corina