Un delincuente convicto (y adulado) en la Casa Blanca
Opinión

Un delincuente convicto (y adulado) en la Casa Blanca

Trump no pagará cárcel, adulado sin límites por los magnates de alta tecnología es ante todo un negociante, ¿peleará con Maduro y dejará en el aire a Chevron?

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enero 20, 2025
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El 20 de enero inicia el gobierno de Donald Trump, un delincuente convicto que no pagará cárcel, que ganó holgadamente las elecciones en noviembre del 2024 y que se refiere al mundo como un patio trasero para hacer posible la América Grande a la que pretende retornar.

Trump ha prometido que el día de su posesión presidencial tomará las primeras medidas para iniciar deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados, otorgar indultos a quienes participaron en el asalto al Capitolio en enero del 2021 e imponer aranceles a productos provenientes de México y Canadá, sus aliados del TLC, así como a los provenientes de China. También se comprometió a eliminar de un plumazo las regulaciones ambientales que puedan dificultar la extracción de petróleo (“drill, baby, drill…”).

El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, tras su victoria sobre Kamala Harris, ha generado una mezcla de desazón y lo que en Colombia llamamos “lagartería”, aunque en este caso es de primer nivel: la adulación sin límites proveniente de los magnates de las compañías de alta tecnología.

Su ascenso al poder, marcado por su condena como delincuente convicto, plantea serios interrogantes sobre el futuro político y social tanto en Estados Unidos como en América Latina y, desde luego, en el resto del mundo. La elección de un individuo con un historial criminal resalta la polarización y el descontento en la sociedad estadounidense. Muchos votantes ven en Trump una figura de cambio, dispuesta a desafiar el statu quo y a defender, se cree, a la gente de a pie. Las narrativas “progre”, liberal y socialdemócrata, junto con las pobres ejecutorias de muchos gobiernos de centro-izquierda y resonantes casos de alta corrupción, están en crisis.


La elección de un individuo con un historial criminal resalta la polarización y el descontento en la sociedad estadounidense


Narrativas que son sustituidas por el liderazgo de un individuo que ha sido condenado por 34 delitos de falsificación de registros comerciales relacionados con un pago de 130,000 dólares a la actriz Stormy Daniels, destinado a silenciar su relación extramarital antes de las elecciones de 2016.

Que, además, enfrenta acusaciones por su papel en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando incitó a sus seguidores a desconocer los resultados electorales. Este evento fue un ataque contra la democracia norteamericana, alentado por Trump, que resultó en la muerte de cinco personas y dejó a cerca de 140 agentes heridos. Más de 1,250 personas han sido procesadas por su participación en el asalto, con condenas por varios delitos, incluyendo allanamiento y sedición. Trump ha prometido indultar a quienes considera “patriotas” y “rehenes” del sistema judicial, generando la obvia indignación entre los defensores de la ley.

La cadena de adulaciones hacia Trump por parte de los magnates del siglo XXI, como Elon Musk y Mark Zuckerberg, también es preocupante. Musk ha intervenido activamente en la política europea apoyando abiertamente partidos de extrema derecha como Alternativa para Alemania (AfD), un partido que revisa el significado histórico del Holocausto. Musk organizó un debate en vivo con Alice Weidel, candidata del AfD, lo que generó alarma entre los líderes europeos. Ha insultado a líderes como el canciller alemán Scholz y al primer ministro británico Keir Starmer.

La elección de un “delincuente convicto” como presidente refleja una crisis de confianza en las élites políticas tradicionales y una búsqueda desesperada por alternativas que prometan cambios radicales. Este fenómeno plantea serias preocupaciones sobre el estado democrático y los valores que guían a los votantes estadounidenses.

Lo que ocurra en América Latina está por verse. Se especula mucho, por ejemplo, acerca del papel de Trump en Venezuela y sobre lo que hará el nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, hijo de cubanos exiliados. Se olvida, a veces, que Trump es ante todo un negociante. ¿Peleará con Maduro y dejará en el aire a la Chevron?

Del mismo autor: Derecha e izquierda en América Latina, fascinadas con dictaduras

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